jueves, 23 de junio de 2011

Casa, de Enrique Prochazka

Ficha técnica
Título: Casa
Autor: Enrique Prochazka
Editorial: 451 Editores
120 páginas
14,50 euros

Decía Miguel Delibes que un libro remite a otro y éste a otros más y así sucesivamente. No es exactamente lo que ocurre con este libro de Enrique Prochazka, aunque también. Lo que provoca Casa en el lector es mucha curiosidad, deseo de saber. Es un libro lleno de referencias eruditas, de claves que hay que desentrañar, de sugerentes recomendaciones. Como esta de Richard Buckminster Fuller: “Si de veras quieren saber no sólo qué es sino que significa un domo geodésico, vayan a Labrador”.
El argumento es singular, creo yo. El protagonista, llamado Hal, se da un golpe en la cabeza con el resultado de que olvida los quince últimos años de su vida. Reside en una casa diseñada por él mismo, y su particular estructura le intriga. Piensa que si logra averiguar los secretos de su construcción podrá recomponer el pasado que le falta.
Las referencias comienzan pronto. El protagonista, como ya se ha dicho, responde al nombre de Hal, y el mayordomo, que aparece ya en las primeras páginas, al de Clarke, con lo que resulta inevitable pensar en el paralelismo con 2001: una odisea en el espacio.
Entre las múltiples referencias, o indicios dejados caer, que remiten al lector a otras obras cinematográficas o literarias, cabe destacar el de un extraño manuscrito que hay en la casa, que tiene el título de Mista'peo; está relacionado con el Albismo, una especie de movimiento o credo al que están adscritos Hal y su difunta esposa Anna.
Toda la novela se mueve en esos terrenos confusos, en los que los laberintos de la casa, las luces que en determinados momentos caen de forma concreta y precisa en algún punto de ella, dan pie también para que de algún modo se traten los asuntos incestuosos o masturbatorios, o sobre el mostruo que suele vivir en el centro de todo laberinto.
Junto a Hal, viven en la casa su hijo Ally, su hija Lynn, el citado mayordomo Clarke y un cochero.
Vicente Torres

domingo, 19 de junio de 2011

'Aquelarre (un tango)', de Francisco Javier Guardiola

Ficha técnica
Título: Aquelarre (un tango)
Autor: Francisco Javier Guardiola
Editorial: Corsino Impresores
78 páginas

Fue que en los tiempos de la posguerra española Antonio Machado publicó un libro editado de forma austera, sin diseño de portada, tan sólo con el título y el autor, y sin prólogo. Francisco Javier ha hecho lo mismo en homenaje hacia él. Si yo tuviera que definir a Francisco Javier con una sola palabra, y por lo que le conozco, la elegida sería “humano”. Es lo primero que pensé cuando me explicó lo que antecede. Diríase que lo primordial en su vida, tanto en el desempeño de su función como notario, como en los demás ámbitos de su vida, es investigar en la condición humana, y fundamentalmente, aunque no sólo esa, de las personas a las que quiere.
Sus querencias principales, en el campo del pensamiento, son Miguel de Unamuno, Albert Camus, Friedrich Nietzsche, Antonio Machado, y comparte con el segundo de ellos la pasión por el fútbol. Algunos de los citados aparecen en los cuentos de que se compone este libro, continuación de otro anterior titulado Los Agonistas, puesto que los protagonistas de los dos lo son, en el exacto sentido que dio Unamuno al término agonistas: “marginales espirituales que buscan ser poetas”.
Son nueve los relatos que componen este libro, siendo el primero de ellos el más extenso y el que da título al libro. El protagonista se gana la voluntad del lector desde el primer momento. Creo que todo el mundo puede entender lo que le ocurre e incluso acompañarlo con una sonrisa comprensiva, pero también otras cosas. Aunque todos los relatos tienen su miga, habría que hacer hincapié en el quinto, el del medio, “Zidane es Camus”, en el que Francisco Javier Guardiola hace un ensayo muy acertado sobre el famoso incidente en el que el genial futbolista fue expulsado, y es que hay cosas que están por encima de cualquier gloria o título que se ponga por delante.
En todos los cuentos el autor demuestra que su curiosidad por el ser humano no es baldía, nos conoce perfectamente, lo que le permite crear unos personajes que, en conjunto, vienen a ser la síntesis o casi de todos nosotros.
Vicente Torres