domingo, 4 de septiembre de 2011

¿De dónde surge el mal?

Esta pregunta, tal cual está planteada, se me hizo, como si yo tuviera la respuesta, como si el mal fuera ajeno a quien la hizo. Eso de no considerar al mal parte de nosotros no debe de ser muy bueno tampoco. El mal es inherente al ser humano, todos llevamos el mal en nuestro interior, todos perpetramos el mal con mayor o menor frecuencia. No tener en cuenta que hasta este escrito contiene algo de maldad, quizá sea una maldad.
Estimamos que las hienas son animales dañinos, o al menos las teníamos como tales hasta hace relativamente poco, y lo cierto es que cumplen una función en la naturaleza. Ante esto, se podría alegar que la anomalía en la naturaleza es la propia humanidad, que puede acabar con el planeta entero, si no fuera porque unos pocos individuos han llevado a cabo gestas tan grandes que con ellas justifican la existencia de todos los demás miembros de la especie. Y sin embargo, tampoco estos individuos ejemplares, dado que eran humanos, estaban, o están, que alguno habrá en la actualidad, exentos del mal.
El mal es la ausencia del bien, dicen unos; es la ausencia de empatía, sentencian otros. Para Albert Camus, una simple mirada despectiva puede ser la gota que colme el vaso y lleve a alguien al suicidio. De modo que se puede inferir que el desinterés hacia el sufrimiento ajeno, cualquiera que sea su causa, es el requisito indispensable para que se produzca el mal. No tener en cuenta los sentimientos del prójimo, puede ser el primer paso.
Y el mal no sólo corre por cuenta de quien lo hace, sino que también hay que imputárselo a los testigos, ocasionales o continuados, que responden con su indiferencia a lo que ven. Aurelio Arteta se refiere a los que lo consienten. Lo hace precisamente en su libro titulado Mal consentido.
El mal está ahí. Todos lo hemos hecho más de una vez. Todos hemos sido testigos indiferentes en más ocasiones de las que quisiéramos reconocer. Todos hemos sido víctimas en más oportunidades de que hubiéramos deseado. El problema consiste pues en si la humanidad puede resistir tanto mal indefinidamente o si algún día comenzará a ser peligroso y habrá que pensar en reducirlo.