lunes, 30 de enero de 2012

Apuntes sobre el feminismo

No me extrañaría que quedara alguien que piense que lo que el feminismo plantea es una lucha entre sexos. No es así. El machismo representa la ley del más fuerte. La supremacía de la fuerza frente a la razón, del poder sobre la justicia.
Ante esta realidad, conviene añadir que el aborto caprichoso cabe calificarlo como un acto machista, puesto que consagra la supremacía del fuerte frente al débil, fomenta el egoísmo descarnado, y condena caprichosamente a morir a un ser que no tiene ninguna culpa y que ni tan siquiera había pedido que le concibieran.
El feminismo, en cambio, representa a la justicia, pretende la igualdad de derechos y de obligaciones. Pero no todo consiste en cambiar las anticuadas leyes que establecían o permitían la prevalencia del hombre sobre la mujer, sino que fundamentalmente hay que cambiar las pautas cerebrales, las costumbres ancestrales que llevan a hombres y mujeres a encarar la vida de un determinado modo, en el cual la mujer acepta un papel inferior frente a un hombre, o un grupo de hombres, a pesar de que muchas veces su capacidad es superior. Tal vez, en ese conformismo propiciado por la costumbre radica buena parte de la culpa de que el salario de las mujeres siga siendo inferior al de los hombres. Muchas veces las mujeres no toman la iniciativa cuando deberían hacerlo o, si lo hacen, imitan el modo de los hombres.
Dado que el hecho de considerar a la mujer como un ser inferior es una flagrante injusticia, se llega a la conclusión de que la humanidad se ha venido asentando durante siglos sobre una base injusta, cosa que quizá explique muchas de las barbaridades que se han hecho, fundadas siempre en un brutal desprecio a la justicia. Interesa a todos tomar la senda buena, pero este propósito tropieza con muchos obstáculos. ¿A quién le interesa la justicia ahora, una vez arraigada la costumbre de pisotearla? No consta que a las más acendradas feministas les importe la justicia, sino que diríase que lo que reclaman es tener el mismo poder que los hombres.
Lo ideal sería que hombres y mujeres pudieran comportarse según su propia naturaleza y que ello no conllevara ninguna ventaja o demérito para nadie. Preguntarse si el trato que se da a cada uno de los demás es justo puede ser un buen punto de partida.