domingo, 14 de octubre de 2012

L'Almassil, de Miquel Navarro

El barrio Almassil de Mislata da nombre a esta escultura que preside la plaza Mayor. Este monumento mide 35 metros de altura y pesa 60 toneladas. Consiste en una estructura vertical, coronada por la cabeza de un personaje, de la que surgen columnas, edificios y chimeneas. El personaje bien podría ser el propio artista, Miquel Navarro, nacido y residente en Mislata, que guarda memoria de que en ese barrio estuvo el único enclave industrial del pueblo. De su cabeza salen, pues, esos recuerdos coronan la estatua, que homenajea de este modo al barrio.
Miquel Navarro es un escultor que ha tenido éxito y su obra es halagada y admirada en numerosos lugares. Como puede suponerse, tiene anécdotas que contar. Una de ellas está recogida en el libro colectivo, Ocurrió en Valencia, y consiste en que tuvo hospedado en su casa al entonces subcampeón del mundo de ajedrez, Viktor Korchnói, el mejor jugador del mundo de entre los que no han sido campeones, puesto que se lo pidió quien podía hacerlo, que no era otro que Rafa Marí. Como dice el protagonista, ese episodio es muy gracioso contado, pero cuando lo tuvo que vivir contaba el tiempo que faltaba para que terminase. Por otro lado, el ajedrez le resulta totalmente ajeno; dirige sus esfuerzos al estudio de los materiales e indaga acerca de las posibilidades que le ofrecen para su faceta artística.
La casa en la que tuvo alojado al famoso ajedrecista también originó otra anécdota, pero no la voy a contar porque no tengo su permiso, y tampoco se lo he pedido; pero sí quiero apuntar que esta anécdota muestra el carácter desprendido y abnegado del escultor mislatero.
Mislata sale ganando mucho teniendo este monumento que preside una de las plazas de la ciudad, y el propio autor debe de estar muy contento porque este es su pueblo.
Merece la pena ir allí sólo por verlo.
Vicente Torres

martes, 9 de octubre de 2012

Ver crecer la hierba

Ignoro si hay algún punto de referencia sobre el particular en la vida humana. Pero sí que me parece indudable que cuando se gana algo se pierde otra cosa por otro lado.
Por ejemplo, cuando se gana en sabiduría, se pierde en ignorancia. Lo que se gana en bondad, se pierde en maldad. Quien aumenta su altruismo disminuye su egoísmo. Por ese camino da la impresión de que siempre conviene ganar, puesto que lo se pierde se desea perder. Pero no siempre ocurre así.
Cuando lo que se gana es dinero, lo que se pierde es sensibilidad (quizá más cosas). Tener dinero de sobra y saber que hay gente que pasa hambre y no hacer nada para evitar esto último requiere dureza de corazón. Es necesario el dinero para vivir, cómodamente si es posible, pero a partir de cierto punto, cuando se tiene mucho más de lo necesario habría que empezar a pensar en lo que se pierde por tener tanto. Una ventaja que tiene el pobre es que cuando se ve rodeado de amigos sabe que lo quieren.
No en todas las cosas conviene ganar. Quien gana en envidia, pierde calidad humana. Aunque lo cierto es que nadie reconoce que tenga envidia. Quizá este sentimiento viva en el inconsciente de muchas de las personas que lo tienen. Las formas de enmascararlo van desde mirar por encima del hombro a la persona envidiada hasta fijarse únicamente en sus defectos, ciertos o atribuidos.
Ganar soberbia tampoco es muy recomendable puesto que este sentimiento tiene el inconveniente en que reduce el ángulo de visión, de modo que la persona soberbia está incapacitada para reconocer sus propios errores y corregirlos. La persona soberbia está condenada a sufrir toda la vida el mismo mal.
Hay dos virtudes que no sé si serán las mejores, pero son muy convenientes. La humildad permite verlo todo sin sufrir daño. No hay un espectáculo más bello que la grandeza ajena. Resulta reconfortante además. La otra virtud es la paciencia, que permite captar más detalles que si no se tiene. Las dos juntas, la humildad y la paciencia, permiten ver la vida, eso que eufemísticamente se dice ver crecer la hierba.