domingo, 24 de marzo de 2013

La utilidad de los enemigos

Un enemigo útil es aquel que te dice una verdad que los amigos callan por no molestar y porque saben que ellos también tienen sus cosas.
Uno recibe el “elogio”, recapacita y dice “anda, pues si es verdad” y trata de corregir. Por supuesto que le interesa conservar ese enemigo. Quien no tiene enemigos no es nadie y si los que tiene sirven para algo, miel sobre hojuelas.
Hay otros que no sirven para nada. Lo único que pretenden es hacer daño, molestar, incordiar, etc. No hay que hacerles demasiado caso y tampoco es menester tratar de conservarlos. A los de esta especie nunca se los quita uno de encima. Aparecen cuando menos se los espera, como si estuvieran emboscados, de modo que aunque parezca que no están, no hay que confiarse. Estas personas que demuestran su mala índole me hacen recordar a Rosa Chacel, que decía que quienes lo ven, aunque no lo sufran, ya están “informados”.
Cabe hacer otra cosa con ellos y esta es fundamental, pues consiste en desactivarlos, quitarles todo el poder que puedan tener sobre nosotros, cosa que se logra no pensando en ellos, mandándolos al reino del olvido.
Lo fundamental en estas personas que buscan hacer daño es el odio. Por tanto quien les odia empieza a parecérseles. Querer vengarse es comenzar a ser igual. Conviene dejar de lado esa vía. Decía Marco Aurelio que el mejor modo de vengarse de alguien consiste en no parecérsele. Vencerle ya entra en el campo de la utopía. Contagiar la bondad a un bellaco es complicado. Teóricamente debe de ser posible, pero en la práctica es raro.
Los actos altruistas, a menudo, no los saben apreciar quienes son beneficiarios de ellos o quienes trabajan en un sector que los necesita para funcionar. De modo que esperar que contagien a algún elemento de esos es un poco ilusorio.
Hay que tener en cuenta que además de los enemigos personales están los enemigos de la sociedad.

martes, 19 de marzo de 2013

Esa cualidad olvidada

Hay personas que poseen unas cualidades extraordinarias a cuyo cultivo podrían sacarles provecho, espiritual, sin duda, y a menudo también material, de forma directa o indirecta.
Sin embargo, prefieren centrarse en otras, que no poseen en tal grado sumo, porque están de moda. La inteligencia por si misma no significa mucho. Los hay que la utilizan en su propio beneficio, y a algunos no les importa hacer daño a otros, sin con ello creen que salen ganando; y también los hay que procuran beneficiar a los demás, pero no lo hacen porque sean más inteligentes, sino porque lo han decidido así voluntariamente. La voluntad de hacer el bien sí que es una cualidad interesante.
La inteligencia, además, está muy bien repartida, puesto que todo el mundo está conforme con la que tiene, e incluso los hay que alardean de ella, y hacen el ridículo.
La cualidad que está en desuso es una que en tiempos pasados sirvió a muchas personas para alcanzar metas que creían fuera de su alcance. Pasito a pasito, sin creérselo nunca, fueron haciendo camino. Es, obviamente, la humildad. Lo que está hoy más en boga es la soberbia, que quizá también abundaba antes, pero sólo unos pocos se atrevían a hacerla patente.
Hoy en día abundan esos que, en lugar de centrarse en lo que saben hacer, y hacerlo con celo, cuidado y esmero, se salen de su ámbito, derraman su “saber”, con resultados generalmente catastróficos. Son muchos los que creen tener cualidades suficientes para arreglar el mundo, para poner orden en el mundo, para especificar lo que está bien y está mal. Nos coartan la libertad de expresión, nos arrinconan, nos arruinan. Quizá los presidentes del gobierno que vamos teniendo sean buen ejemplo de algunas de estas cosas, lo digo para que nadie se sienta aludido.
Lo que produce tristeza es que gente valiosa se eche a perder por cosas de estas.

viernes, 8 de marzo de 2013

Esa flor tan bella

La foto es muy hermosa. Está hecha por alguien que entiende de eso. Pero no sólo es hermosa por la pericia del fotógrafo, también la flor hace su aportación. Es muy bella, la ofrece el almendro y cautiva a todo el que la ve.
La belleza suscita la duda de su utilidad. ¿Sirve para algo más que para que la gente se quede embobada mirándola? Esta flor del almendro podría ser menos vistosa y acabar dando el mismo fruto. Pero casualmente es bella y entonces el almendro nos hace dos regalos, primero uno muy lindo y luego otro muy nutritivo.
Además de incitar a la contemplación, y con ello fomentar el cultivo del espíritu, también hace evocar otras cosas y muy a menudo hace pensar en otras personas. En concreto, las flores llevan a pensar en alguna dama. Esos colores rosáceos, ese azul del cielo, esos colores más vivos que se observan al fondo resultan muy apropiados para la cuestión. Los filamentos, las anteras, los estigmas, con sus tonos más unos y amarillentos otros, son el perfecto contrapunto de los suaves y delicados pétalos que con su sonrosado color atraen las miradas de todos.
Una flor, y concretamente esta flor tan hermosa, puede representar a una dama. De hecho, representa a una dama. Pero también a una ilusión. Una flor despierta las más bellas ilusiones de la gente, esas que no tienen que ver con el dinero ni con el poder.
La belleza incita a pensar en lo elevado, en lo más hermoso, como el sufrimiento induce a ser piadoso. A una flor no se la puede maltratar, porque se marchita y muere. A una flor hay que cuidarla con esmero, para que se mantenga fresca durante el mayor tiempo del que sea capaz. Para cuidar una flor hay que ser capaz de amar a las flores.
Foto de Juan Carlos Estrela

sábado, 2 de marzo de 2013

Horizontes humanos

La contemplación del horizonte induce a pensar en la grandeza. Hay gente que la busca, y lo hace de forma callada. La verdadera grandeza no necesita aplausos ni palmaditas en la espalda. Son las grandezas de cartón-piedra las que se desviven por ser admiradas y aduladas.
Aquellos que cultivan su espíritu tienen como ideal a la justicia y no soportan la injusticia en ninguna de sus modalidades, pero mucho menos todavía ser ellos quienes la cometen.
Los hay que renuncian a esa grandeza que la vida regala como posibilidad, porque prefieren la comodidad material. Un traidor siempre traiciona por dinero, o por algo que se puede valorar. Algunos pueden decir que su precio es muy alto. Eso es mentira. Quien traiciona por mil, puesto en la tesitura, también traiciona por uno.
A los indefensos se les mira con lupa lo que hacen, mientras que a los poderosos se les suele perdonar todo. Mala suerte la de los poderosos. Al encontrar el perdón fácilmente, sienten la tentación de deslizarse por la pendiente de la vileza. Como la gente no se la ve, o no se la quiere ver, ellos ni se dan cuenta muchas veces.
Los hay que al ver el horizonte desean volar hacia él, arrostrando todas las dificultades que se puedan presentar y también están los que prefieren buscar la paja por los suelos. Y si estos últimos ven que alguno de los que han decidido volar se queda mirando una algarroba ya tienen bastante para mortificarlo. No les interesa darse cuenta de que aunque esté mirando la algarroba su interés primero está en el horizonte y por muchas tentaciones que tenga por el camino, no va a olvidar la meta que ha elegido.
Lo cierto es que la posibilidad de volar (metafóricamente) es universal. Quienes la desdeñan es por decisión personal. El horizonte está a la vista de todos. A unos les gusta más y a otros les gusta menos.