jueves, 29 de enero de 2015

Pueblo de cabreros

Jaime Gil de Biedma utilizó esta expresión en su poema Años triunfales y luego, como hizo notar Félix Ovejero, se ha repetido hasta la saciedad. Incluso cabe presumir que muchos de los que la han utilizado y la utilizarán en el futuro, son cabreros, dicho sea en el mismo sentido metafórico en que lo empleó el poeta.
La finura de espíritu que reclamaba no surge por sí sola. Hay que conseguirla y cuidarla y acrecentarla. La prepotencia, incluso cuando quien se sirve de ella lo hace de modo sofisticado, para que no se note mucho, es propia de patanes, dicho sea con todo el cariño del mundo. Si una persona, por culta que sea, que puede hacer una cosa de forma correcta y educada opta por hacerla de modo que supone una burla y un menosprecio para otra, con la intención además de que no se dé cuenta o que no pueda protestar, comete una grosería como mínimo, tanto si la víctima se da cuenta como si no.
Los hay que creen que porque hayan conseguido algún nivel académico, o un cargo relevante, pueden considerarse exentos de estos vicios. Pues no. Ortega y Gasset hablaba de los bárbaros ilustrados. Un científico eminente puede ser un patán. Hay jueces que tratan a patadas a los funcionarios, lo cual es el colmo, porque si un juez es injusto y prepotente con el personal que tiene a sus órdenes no se puede esperar que sea justo con los casos que juzga.
Jaime Gil de Biedma reclamaba con su poema un cambio en la sociedad española que conllevara una mayor preocupación por el prójimo y un esmero en los modales. Y viene a resultar que sus versos se utilizan para presumir de culto, cuando no para insultar y ofender.
Un cabrero que se precie, además, suele cuidar muy bien a sus cabras.

viernes, 23 de enero de 2015

Encontré un tonto

Ya sé que Baltasar Gracián dijo que tontos son todos lo que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen, pero creo que tampoco es cuestión de ir mirando si eso es cierto, que probablemente lo es, o no. Vivir y dejar vivir implica hacerse el bobo más de una vez, pero a veces ocurre que alguien se comporta como si llevara un cartel en el que con letras bien grandes afirmara su condición de tonto. Y ahí ya no hay escapatoria. Hay que verlo. Una vez que tenemos al tonto aquí cabría decir que este artículo podría haberse titulado Va de narcisos. Porque el tonto es un narciso cuyo talento se ve limitado al tener que mirarlo todo a través de la flor. No puede decirse que al tonto, o narciso, no le interese el género humano, porque no es cierto. Le interesa, y mucho, su propia persona, a la que ve grande, muy grande. Pero no puede decirse que los demás no le importan, puesto que si tienen forma de escalón o de peana sí que le interesan mucho. Puede darse el caso de que alguien que sirvió como escalón durante algún tiempo pierda esta forma. Pues le queda la opción de convertirse en peana, porque al narciso las peanas le vienen muy bien. Le permiten verse más altos incluso, o más grandes, y a eso no va a renunciar. Ahora bien, si no sirve como escalón, ni tampoco como peana, entonces lo mejor es que se aparte. Todo lo que no sea eso, será una pérdida de tiempo.
Este narciso es irredento e irredimible. Cualquier intento que se haga en este sentido, y no hay que descartar que se haya hecho alguno, es inútil. Desde que consiguió su espejo especial, que quizá le dejaron los Reyes Magos, porque la cosa viene de antiguo, se le nota como si hubiera encontrado la razón de su vida.

domingo, 18 de enero de 2015

Mercenarios de la solidaridad

Hay personas que viven situaciones injustas y en ocasiones dramáticas, causadas por otras personas. Y hay personas que escriben artículos en los que se acusa duramente a los causantes y que resultan balsámicos para las víctimas, porque describen, de modo general, las situaciones que viven y les refuerzan la convicción de que tienen razón.
A veces ponen una dirección de contacto y las víctimas, ansiosas por resolver su situación recurren a ellas. Y es entonces, cuando con demasiada frecuencia se llevan la sorpresa de que si quieren ser ayudadas han de pasar por caja previamente. En ocasiones se deriva a la víctima a un familiar, sin advertirle de tal circunstancia. Conviene advertir que el hecho de que se pague por recibir ayuda no significa que esa ayuda vaya a servir para algo.
Las víctimas, además, suelen tener poca capacidad de maniobra. Una vez que han pagado un dinero, si se sienten engañadas, no tienen ninguna posibilidad de recuperarlo. Quienes lo han cobrado suelen ser mucho más poderosos, de modo que si las víctimas establecieran alguna especie de pugna lo más probable es que pasaran a ser doblemente víctimas.
También hay víctimas que acuden a un juez en busca de justicia y el juez no sólo se la deniega, sino que las acusa, por la cara, de hacer algo, pero sin argumentar en qué basa su acusación, y además las amenaza con males mayores.
Aquello de “todavía hay jueces en Berlín” no puede darse en España y esa sería la meta que habría que buscar.
En España hay mucha gente indefensa, a merced de todo, y también de las falsas promesas. La meta, si hubiera partidos serios en España, debería ser que la justicia fuera tan independiente que cualquier persona se supiera capaz de poderle ganar un pleito a un poderoso. A partir de este punto probablemente cambiarían, para bien, muchas cosas.

viernes, 9 de enero de 2015

Cervantes visto por Mariano Benlliure

Frente al Colegio Nacional Cervantes, en el jardincillo de la calle Guillén de Castro, se alza el singular monumento con el que el escultor Mariano Benlliure homenajeó a Cervantes. Estuvo situado en un principio en la Plaza del Pintor Pinazo, que entonces tenía otro nombre, hasta que fue trasladada a su emplazamiento actual. Unos pocos decenios más tarde se instaló la alberca con surtidores en cuyo centro está situado.
La interpretación del escultor es magistral, puesto que Don Quijote sostiene con sus manos, por encima de su cabeza, el busto de Cervantes. Bajo los pies tiene cuatro grandes libros y se puede leer el título de dos de ellos, Orlando furioso y Amadís de Gaula.
Quizá este monumento de unos de los mejores escultores españoles sea muy poco conocido fuera de Valencia. No es extraño que las cosas de mérito pasen desapercibidas.
Una alberca, un pedestal y un personaje mundialmente conocido y admirado que eleva por encima de su cabeza a su creador. El personaje, con sus andanzas y desventuras, nos llevó a conocer las interioridades de quien lo imaginó. Su alma es quizá una de las más elevadas con las que puede identificarse un español, pero también un idealista de cualquier lugar. Porque si don Quijote es típicamente español, no por ello puede dejar de ser admirado y comprendido en otros lugares.
No es loable que los haya que quieran renunciar a la literatura de Cervantes, por su tipismo español, o por su lugar de nacimiento, como tampoco lo es que se renuncie a otros autores por motivos similares.
El talento de Benlliure supo valorar el mérito cervantino. Y lo que corresponde es homenajear al escultor. El monumento bien merece que el viandante se detenga por unos momentos a contemplar la obra y que piense mientras lo hace en que merece la pena esforzarse, porque del esfuerzo siempre surgen cosas que merecen la pena, cada una en su dimensión.
Vicente Torres