Ya
sé que Baltasar Gracián dijo que tontos son todos lo que lo parecen
y la mitad de los que no lo parecen, pero
creo que tampoco es cuestión de ir mirando si eso es cierto, que
probablemente lo es, o no. Vivir y dejar vivir implica hacerse el
bobo más de una vez, pero a veces ocurre que alguien se comporta
como si llevara un cartel en el que con letras bien grandes afirmara
su condición de tonto. Y ahí ya no hay escapatoria. Hay que verlo.
Una vez que tenemos al tonto aquí cabría decir que este artículo
podría haberse titulado Va
de narcisos. Porque
el tonto es un narciso cuyo
talento se ve limitado al tener que mirarlo todo a través de la
flor. No
puede decirse que al tonto, o narciso, no
le interese el género humano, porque no es cierto. Le interesa, y
mucho, su propia persona, a la que ve grande, muy grande. Pero no
puede decirse que los demás no le importan, puesto que si tienen
forma de escalón o de peana sí que le interesan mucho. Puede darse
el caso de que alguien que
sirvió como escalón durante algún tiempo
pierda esta forma. Pues le queda la opción de convertirse en peana,
porque
al narciso las peanas le vienen muy bien. Le
permiten verse más altos incluso, o más grandes, y a eso no va a
renunciar. Ahora
bien, si no sirve como escalón, ni tampoco como peana, entonces
lo mejor es que se aparte. Todo
lo que no sea eso, será una pérdida de tiempo.
Este
narciso es irredento e irredimible. Cualquier
intento que se haga en este sentido, y no hay que descartar que se
haya hecho alguno, es inútil. Desde
que consiguió su espejo especial, que quizá le dejaron los Reyes
Magos, porque la cosa viene de antiguo, se
le nota como si hubiera encontrado la razón de su vida.
Buenos días,
ResponderEliminarAl tonto narcisista hay que tenerle tanto miedo como a un listo egocéntrico.
Magnífico artículo
Un abrazo
Muy bueno, Vicente. Este tipo de personas no se apartan. Hay que apartarles. María Jesús Díaz
ResponderEliminarLa cita es de Quevedo, quien se peleaba con el de la nariz epistolar.
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