miércoles, 19 de abril de 2017

Diario de un escritor naíf (Vicente Torres): un ilustrado en territorio hostil

Cualquiera que esté al día del periodismo valenciano ha de conocer a Vicente Torres. Crítico literario en Las Provincias y en Periodista Digital, donde comenta desde su blog noticias de actualidad. También coautor de 1978. El año en que España cambió de piel y autor de Valencia, su Mercado Central y otras debilidades y la novela Yo estoy loco. Ha participado en el libro de relatos Tus colores son los míos, en el libro de arte Enrique Senís-Oliver y en el libro colectivo Palabras para Ashraf. Se pueden leer artículos suyos en el blog Vientos de las dos orillas y en Informa Valencia. Conviene destacar que tiene ya a punto El Parotet y otros asuntos en el que se atreve con la crítica de obras de arte. Con esta trayectoria, como decía al principio, es difícil no haberse topado alguna vez con los escritos de este autor valenciano.
En el Diario de un escritor naíf, Vicente Torres se ha lanzado a una aventura que él mismo subtitula como “experiencias, lecturas y meditaciones”, es decir un libro cercano al ensayo, pero centrado más en el sujeto que en el objeto, destinado a bucear en la esfera del autor más que en el mundo que lo rodea. Es, además, un ensayo heredero del espíritu ilustrado, con un punto volteriano, casi gamberro a veces, con voluntad de meter el dedo en la llaga al lector. En este sentido, el escritor naíf se transforma a veces en un escritor cubista que rescata las formas esenciales de su discurso más profundo. Es necesario explicar al lector que Vicente Torres es un periodista que no esconde sus afinidades intelectuales con políticos como Rosa Díez o filósofos como Fernando Savater, algo que, en estos días en los que todos apuestan a caballo ganador, es como abrazarse al director de la orquesta del Titanic. Esa posición ideológica tan marcada en sus escritos, lejos de constituir un defecto, se erige en la mayor virtud de este libro que requiere un punto de apoyo sólido en la argumentación. No es que todas las reflexiones sean de índole política, pero un escritor ilustrado no puede sustraerse a la implicación política en el sentido etimológico de esa palabra, como miembro de una ciudadanía comprometida con la democracia y con la defensa de las libertades y los principios fundamentales de la convivencia. No es de extrañar, pues, que nuestro autor reclame desde sus textos la coherencia en la lucha contra el terrorismo o que defienda la separación real de poderes como garantía de una democracia real. Atrincherado en esa posición, en el territorio hostil de ideologías populistas y bipartidismos anclados en la alternancia cómoda en el poder, Vicente Torres defiende la palabra leal y  honesta de esa minoría de políticos que no se dejan someter a la corriente del pensamiento basado en la demagogia y en las promesas complacientes.
Pero no todo es política en este diario-ensayo: se habla de libros, de religión, de arte, de historias de la ciudad, de personas ilustres y anónimas… En ese recorrido por la vida, el escritor muestra su lado más ingenuo, más naíf, con una mirada amable y profundamente humana. Esos pasajes llenos de cultura y de una erudición contenida que no se exhibe, sino que se intuye entre líneas, el lector encuentra el reposo que le permite abordar la siguiente lanzada argumentativa, que se le presentará de improviso una o dos páginas más adelante. Incluso quienes nos hallamos en una posición ideológica distinta y distante del autor agradecemos que Vicente Torres cuestione las premisas de un discurso político que las televisiones han convertido en verborrea banal, llena de tópicos, y que lo haga desde la retórica clásica, desde una argumentación firme que no busca hacer amigos sino ser honesta con sus propios principios.
Este Diario de un escritor naíf es sin duda el mejor modo de acercarse al universo personal de este autor imprescindible en el panorama periodístico valenciano. Quienes conocemos sus artículos descubrimos en este diario algunas claves que dan sentido a sus fobias y sus filias. También nos acerca a su vasta experiencia vital, a su intensa vida cultural. Vicente Torres, ilustrado volteriano en territorio hostil, escritor naíf atravesado por las angulosas formas del cubismo, defensor de causas perdidas en un mundo de arribistas, músico alzado en la proa del Titanic del periodismo. No se lo pierdan.

Toni Solano. Abril 2017

viernes, 7 de abril de 2017

Gente pequeña

Supongamos a un alemán humilde que vive en la época de los nazis y que no sólo no se convierte en uno de ellos, sino que además esconde en su casa a un judío, con el enorme riesgo que conlleva que lo descubra alguno de los vecinos o los mismos nazis.
Sigamos imaginando que vencidos los nazis, algo que no podía prever en principio, el humilde alemán, nuestro héroe, vuelva a su trabajo de siempre sin que su hazaña, tan fuera del alcance de la mayoría de la población, sea recompensada, porque el judío que gracias a él pudo salvar su vida carece de medios económicos y no puede ir más allá del agradecimiento moral y el resto de la población es incapaz de darse cuenta de su valía.
Pronto, las personas mezquinas, que abundan en todas partes, lo menospreciarán, porque necesitan paliar el sentimiento que tienen de su escasa valía y el modo que encuentran para ello es menospreciar a otros.
El concepto ‘gente pequeña’ es antiguo, pero dicho con esas palabras tiene autor. Por lo menos, sólo se lo he oído una persona, y fue con referencia a cierto periodista que presta sus servicios en el diario del conde y que pudiendo ser brillante resulta patético al tener que explicar o defender lo inexplicable e indefendible.

Pero ignoro los criterios generales con que, al margen de ese caso, los aplica a otras personas. No sé, por ejemplo, como consideraría al alemán citado, porque no todo el mundo está capacitado para reconocer a un héroe, incluso aunque conozca su historia, no digamos ya a ciegas. Este alemán del principio, con nazis o sin nazis, siempre había sido igual, lo que ocurre es que sus cualidades no son de las que sirven para medrar en este mundo nuestro en el que los pelotas (¿ser pelota es una cualidad?) se desenvuelven tan bien.

sábado, 1 de abril de 2017

Presentación de ‘El Parotet y otros asuntos’

El pasado día 30 tuvo lugar en la librería Bernat Fenollar la presentación del libro ‘El Parotet y otros asuntos’. La encargada de hacerlo fue la escritora Gadea Fitera y al finalizar el acto, alguno de los asistentes muy culto y viajado, que no la conocía hasta el momento, me alabó su gran preparación intelectual. Tras la presentación hubo un coloquio, en el que apenas intervine, que permitió que la presentadora y algunos asistentes rayaran a gran altura.
Dijo Gadea que el libro que presentaba sirve para aprender a vivir, lo cual habla más de ella que del libro, porque todos los libros proporcionan alguna enseñanza y en mi caso puedo decir que trato de aprender hasta de los animales, e incluso las plantas, otra cosa es que lo consiga, pero sé de personas que leen mucho, e incluso comentan con acierto lo que leen, pero lo que leen queda luego al margen de sus vidas, porque si no fuera así no podrían llevar a cabo la cotidiana serie de actos miserables con que jalonan sus vidas. Lo que aprende cada uno no depende de lo que lee o deja de leer, sino de su disposición ante la vida.
También dijo que es un libro muy ameno y nada aburrido, lo cual, nuevamente, da idea de ella y de su gusto por la lectura y hace pensar que es una mujer que no se aburre nunca.
Su disertación me hizo recordar la coplilla de Antonio Machado que dice así: «El ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas;/ es ojo porque te ve». Gadea lee con los ojos muy abiertos, y lo ve todo, y ojalá se me contagie esa virtud.
Se habló mucho del arte, por parte de la presentadora y de varios de los asistentes, porque el arte está en el libro y porque está en la vida de todos. No me pareció que ninguno de los asistentes se aburriera, sino que en sus rostros vi reflejado el interés todo el tiempo.