martes, 24 de octubre de 2017

Un grado más de bajeza

De aquellas personas que han demostrado que se mueven como pez en el agua en los terrenos de la falsedad, el engaño, la traición y la maledicencia siempre cabe esperar un grado más en su bajeza.
Hubo un tiempo en que se pensaba que esos animales a los que denomina alimañas no tenían derecho a vivir. Ayudaba a esta idea simplista ese egoísmo humano que aflora a la menor ocasión si no se le contiene a tiempo y esa necesidad de despreciar que es natural en muchos. Se despreciaba a las alimañas. Al final no hubo más remedio que darse cuenta de que las alimañas cumplen una función ecológica muy importante.
Algo parecido ocurre con estas personas que no tienen criterio, porque tenerlo obliga a comportarse de cierta manera, a ser previsibles y fiables, a obrar con rectitud, en suma. Éstas prefieren ajustarse a las conveniencias de cada momento, sin sujetarse a ninguna regla ética ni moral, tan solo a gozar de la impunidad cuando sea posible. A estas personas les gusta mucho la impunidad y se ponen rabiosas cuando habiendo calculado que se iba a dar encuentran que no es exactamente así. En el fondo, tienen muy poca autoestima y para evitar esta dolorosa voz interior suelen buscar la compañía de gentes del mismo jaez, capaces de aplaudirles sus villanías y de ayudarlas a que cometan más. De este modo, el aplauso ajeno sustituye a la moral y la ética en su interior. Todo lo que logran hacer de modo impune y es aplaudido por otros les lleva a convencerse de que son buenas personas.
Pero tampoco es justo que sientan ningún vacío interior, por no hacer caso a la voz que procede de dentro, deben pensar que su función en la naturaleza, o en la vida, consiste en despojar a otros de las malas amistades que puedan tener, esas que se le cuelan a uno sin que pueda darse cuenta de que no tienen criterio ni sed de justicia.

martes, 10 de octubre de 2017

Apuntes sobre la cartografía humana

La experiencia me demuestra que pocos son los que se han dado cuenta de que todo lo que hacemos, o dejamos de hacer, permite ir conociendo los límites del ser de cada uno.
En principio, el ser humano tiene un potencial inmenso, como han demostrado muchas personas. Lo que ha hecho uno lo puede hacer otro, no me refiero al plano físico o intelectual, sino al humano. A esa gran capacidad de sacrificio que han demostrado muchos, o a esos actos heroicos, que sabemos que se han hecho, aunque la historia sólo haya recogido unos pocos. También el ser humano, a poco que se descuide, puede comportarse con una vileza capaz de espantar al mismo satanás.
Entre medio está esa gente que ha renunciado, voluntariamente, a toda grandeza y va pasando los días mediante tácticas de disimulo con las que pretende autoconvencerse de su gran valía. Una de esas tácticas se apoya en el menosprecio. Al menospreciar a otros, se considera superior, lo cual es falso porque el menosprecio gratuito disminuye a quien se sirve de él.
Hay quien cambia de actitud, sin previo aviso ni motivo, con respecto a otro, lo cual puede deberse a varios motivos: a) ha atendido las indicaciones de una lengua venenosa, con lo cual demuestra las ganas de hacer mal; b) le corroe la envidia, que nadie reconoce tener, pero lo pone de manifiesto su deseo de hacer daño; c) no le importa cometer injusticia, porque si le importara no actuaría de ese modo; d) lo ha hecho por simple capricho. En cualquiera de los cuatro casos, quien actúa así es un pelele, puesto que no tiene consistencia moral.
Dentro de todo ser humano se lleva a cabo una lucha entre el bien y el mal. Sólo los que triunfan pueden tener criterio propio, cultivar la cordialidad, amar la justicia.
Los que fracasan, aunque sonrían de forma beatífica, siempre están deseando perjudicar a otros, aunque casi todos procuran hacerlo con el menor coste posible, es decir, de forma impune. Eso lo saben quienes han tenido que ir con una manada y no han tenido armas para defenderse. El más indefenso los ha de sufrir a todos. Si en lugar de caer en una manada hubiera ido con un grupo de personas no habría sufrido a ninguno.