miércoles, 28 de agosto de 2019

En defensa propia

Texto corregido.
Moralmente, solo está permitido perjudicar a otra persona si se actúa en defensa propia. La dulce venganza, que es el sueño de tantos que son más que los necios, no sirve para nada. Para comprobarlo no hay más que leer a los clásicos que han pensado sobre ello y lo han hecho bien. Pero si no tienen ganas de leer, lo digo yo: la venganza solo sirve para que el vengador se ponga a la misma altura, o a una inferior, de quien le había ofendido.
Abundan, hay que decirlo, quienes no sienten ninguna preocupación por ser injustos; en quienes concurre dicha característica son, inevitablemente, devotos de la diosa Impunidad. Es decir, ya tenemos aquí la definición de una mala persona. La de quienes, como es el caso de Otegui, ese maldito etarra, se conforman con creerse buenas personas, cuando lo correcto no es creerse sino intentar serlo y procurar no obrar de forma injusta nunca, y saber que aun así va a ocurrir y estar atentos por si sucede y logran darse cuenta.
En cambio, los hay que necesitan perjudicar a otros, como si con ello se sintieran mejores que sus víctimas. Pero no. Cuando la única finalidad es perjudicar a otra persona, cuando esa otra persona no la está amenazando, ni supone ningún peligro para ella, quien lleva a cabo la acción es un bicho.
Además, quienes actúan en contra de alguien, a destiempo, sin necesidad y dando por hecho que su acción va a quedar impune, o que el daño que reciban por ello será mínimo en comparación con el que le hacen a la persona que odian, quizá porque la envidian, demuestran claramente su maldad. 
Debería haber un sitio, no hablo del infierno, en el que cada cual se viera a sí mismo tal cual es, no como quiere verse. Claro que si lo hubiera sería después de la muerte, y entonces la cosa ya no tendría remedio.





miércoles, 21 de agosto de 2019

El supuesto machismo de Javier Marías

El feminismo ha hecho mucho bien a la sociedad, porque ha acelerado un proceso hacia la justicia que de otro modo habría resultado mucho más lento. Pero últimamente este movimiento nacido para el bien ha sido confiscado por las fuerzas del mal, las de la extrema izquierda que bajo diferentes nombres operan en todo el mundo e imponen su ley a las almas cándidas que se dejan colonizar culturalmente sin oponer ninguna resistencia, porque no son conscientes de la manipulación. Como consecuencia, el feminismo es empleado para hacer el mal.
Quiero decir que el hecho de que alguien sea machista o deje de serlo es irrelevante en el contexto general, porque lo que importa es que las mujeres sean consideradas como corresponde en los planos social y laboral y no que haya que condenar a este o aquel.
Si debería o no hacerlo, no es cuestión que importe aquí, sino la realidad de que la mayoría de la gente no se pasa la vida meditando sobre los conceptos. Es decir, hay gente muy culta que tiene una vaga idea de lo que pueden ser el machismo y el feminismo. Simplemente, se adaptan a las tendencias de su entorno, y en este terreno, y hasta hace poco, el feminismo venía obteniendo unos resultados muy buenos.
Hay señores que se proclaman machistas, sin saber a ciencia cierta qué significa esto, que quizá lo sean en cierto, y que, no obstante, hacen felices a sus esposas, porque, en realidad son bellísimas personas y quieren lo mejor para ellas. Educación que hayan recibido, o costumbres que sigan, aparte.
Me he enterado hoy, mediante un artículo publicado en El Confidencial, que Twitter determinó que Javier Marías es machista. ¿Y quién es Twitter? ¿Con qué derecho se arroga esa capacidad? Alguien puede parecer esto, aquello o lo otro, y él mismo creérselo, y en una situación límite, surgida de forma inesperada para todos, dar la talla y resolver la papeleta, ante el asombro general y de sí mismo.
Twitter ha hecho que muchos se crean jueces, o dioses, o siete machos.
Lo que importa en esta vida es ser buena persona, pero eso es más difícil. El personal prefiere ser brillante, ingenioso, magistral…