sábado, 8 de agosto de 2020

Los narcisistas abandonan el barco

 

Tengo dicho, y lógicamente no soy el único que piensa así, que el agradecimiento es propio de los espíritus elevados. No se puede pensar otra cosa, dado que es muy poco frecuente.

Un narcisista no puede tener el espíritu elevado, dado que solo piensa en sí mismo y en su conveniencia y, por tanto, va a ras de suelo. El prójimo solo le interesa para sacarle provecho y aunque parezca que se conforma con lo que recibe eso no es del todo cierto, porque siempre quiere más, e intenta conseguirlo y luego se siente frustrado, aunque disimule, pero si disimula es porque todavía saca algo y no lo quiere perder. Ahora bien, cuando considera que ya ha exprimido totalmente al otro y ya no puede sacar más beneficio de él hace acopio de coartas y excusas y abandona el barco.

Recurre a unos supuestos agravios y olvida toda una serie de esfuerzos, desvelos y actos de paciencia infinita. Porque el narcisista se cree con derecho a abusar y el simple detalle de que su benefactor intente eludir el abuso lo considera un agravio.

Al narcisista se le ve pronto su condición, pero si entonces uno obra en consecuencia, da con ello munición al narcisista, que se siente agraviado y es capaz de echarlo en cara. Es mejor dejar que sea él quien abandone el barco en la confianza de que lo hará de forma cutre y ordinaria.

Hay muchos narcisistas en la actualidad, tantos que puede decirse que es el mal de nuestro tiempo. Se da el caso curioso de que algunos de ellos son capaces de detectar el narcisismo en otros y criticarlos por este motivo. E incluso reclamar para sí unas atenciones que ellos no dispensan. Carecen por completo de generosidad, lo suyo es invertir, pero siempre a tiro seguro.

martes, 4 de agosto de 2020

El pequeño jarrón


El ojo es la imagen tradicional de Dios. Todo lo ve. Lo que hacemos, lo que hemos hecho, lo que pensamos, lo que ansiamos, lo que odiamos, lo que amamos. Absolutamente todo. Es lógico que sea así. Cualquiera sabe todo eso de sí mismo y no quisiera que lo supieran los demás, pero tampoco deja de intentar penetrar en la mente del Otro. De ahí a la idea de que Dios lo ve todo, un paso.

El asunto del ojo es recurrente en Pilar Carpio. Un artista lo ve todo. En este caso, una artista. Se fija en el mundo, ve la vida pasar, sin duda que la vive también, en este caso sí, y todo lo que ve lo concentra en un detalle. Una síntesis puede simbolizar muchas cosas a la vez, representar un imperio de ideas, sentimientos, emociones. Un mundo interior intenso y extenso.

Pilar mira el mundo, nos dice con sus obras que lo hace, y lo que ve lo vuelca después dentro de sí, y lo sueña. También nos dice con sus creaciones que sueña. El ojo de una buena persona lo ve todo, o casi. Y lo que no ve, lo intuye. Un malvado presta atención a las posibilidades que tiene de hincar el diente, de perjudicar, de hacer el mal, y en esas condiciones su campo de visión queda limitado.

El poeta, que es de todos, aunque algunos se lo quieren apropiar, lo dijo así: El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve.

El pequeño jarrón, tan estilizado que induce a pensar en El Greco, tan elegante que remite a Petronio, parece estirar el cuello para ver mejor lo que ocurre, por si puede socorrer a alguien, por si puede ser útil a los demás.

Cuando una artista demuestra amar tanto a la vida, el mensaje que lanza con ello es que no puede engañar a nadie, no puede amanerarse, ni sucumbir a modas o presiones. La autenticidad está servida.




sábado, 1 de agosto de 2020

La fantasía de Pilar Carpio

Tengo la fortuna de poseer una obra, como se ve al pie de la foto, que me dedicó Pilar Carpio. Una artista que tuvo que comprobar, en su día, lo cruel y caprichoso que es el azar. Pero de lo que también va quedando constancia desde entonces es que nada, ni nadie puede quebrar el compromiso de esta mujer con su concepción del arte, ni con sus principios morales.

Sigue fiel a su idea, sin que los gustos cambiantes del mercado le afecten, ni la tentación de acomodarse a lo comercial le haga mella. Tampoco la comentada crueldad del azar le ha hecho desistir de su empeño. Sigue estudiando con todo tipo de materiales ,y produciendo su obra, a la que se puede calificar, sin ambages, como memorable. Compartió estudio con los mejores artistas valencianos de su tiempo, muchos de los cuales fueron compañeros de estudios suyos y es apreciada artísticamente por las mejores firmas de España.

Se ve en la magnífica obra de la foto que no hay en ella asomo de maldad y sí mucho arte. Son sueños limpios los suyos. Si la crueldad del azar no consiguió desviar sus designios artísticos, tampoco consiguió trocarla en mala persona. En el trato con ella, no se le aprecia ni un destello de envidia, ni ningún deseo de perjudicar a nadie, No se le percibe ningún rencor hacia quienes, sin duda, le han fallado, lo cual se deduce, porque nos pasa a todos, dado que de eso no habla y yo tampoco le pregunto. Me limito a observar el detalle en el catálogo de su extensa obra y en la serenidad que transmite su persona.

Puede decirse de ella, sin faltar a la verdad en ningún momento, como es moda en estos tiempos que corren, que domina todas las modalidades del dibujo y la escultura, madera, barro, cerámica, hierro, papel…

Aunque desde hace tiempo vive en Madrid, en su obra siempre está presente el espíritu de Valencia. No la parte chabacana o pueblerina de Valencia, sino lo más sublime y elegante, la seda, la esencia misma. Aunque en un dibujo o en una escultura no haya seda, son tan pulcras y elegantes sus formas que evocan la seda, los vestidos de las falleras. Esa propensión a soñar a lo grande y a disfrutar de la vida.

Todo eso está en la obra de Pilar.