lunes, 26 de julio de 2010

Calentando la «fusión fría»

Calentando la «fusión fría»


Protagonistas del reportaje

El 23 de marzo de 1989 Fleischmann y Pons, químicos ambos de la Universidad de Utah, realizaron una declaración que convulsionó el mundo: habían anunciado lo que se conocería como «fusión fría». Un gran número de equipos independientes se lanzaron a tratar de replicar el experimento. La mayoría fracasaron en el intento, incluidos grupos tan notables como el del MIT; sin embargo, y esto es importante, unos pocos tuvieron éxito. Desde entonces, un pequeño pero pertinaz puñado de científicos ha estado trabajando contracorriente en esta área de investigación logrando resultados por todo el mundo y publicándolos en revistas de investigación.

En esta entrada podemos leer una traducción al español de una transcripción de un reportaje realizado por el prestigioso programa «60 minutos».


La «fusión fría», algo más que ciencia basura

Fuente: CBS [enlace].

Hace veinte años por un momento pareció que todos nuestros problemas energéticos se podrían resolver. Fue el anuncio de la fusión fría —energía nuclear como la que mueve el Sol— pero a temperatura ambiente sobre una mesa. Prometía ser barata, ilimitada y limpia. La fusión fría daría término a nuestra dependencia de Oriente Medio y podría parar las emisiones de gas invernadero responsables del calentamiento global. Lo cambiaría todo.

Pero entonces, tan rápido como fue anunciada, fue desacreditada. Lo fue tan completamente, que ``la fusión fría´´ llegó a ser repetidamente sinónimo de ciencia basura. Pues bien, algo extraño ocurrió en el camino al olvido: para muchos científicos hoy, la fusión fría está de nuevo de actualidad.

"Podemos traer el poder de la física nuclear a una mesa. El potencial es ilimitado. Esa es la fuente de energía más poderosa conocida por el hombre", declaró el investigador Michael McKubre al corresponsal de «60 minutos» Scott Pelley.

McKubre afirma que ha visto esa energía más de 50 veces en experimentos de fusión fría que él está llevando a cabo en SRI International, un respetado laboratorio californiano que realiza muchos trabajos para el Gobierno. McKubre es un electro-químico que imagina, dentro de 20 años, la creación de una batería nuclear limpia. "Por ejemplo, un ordenador portátil estaría precargado con toda la energía que quisieras usar. Estarías liberado de tu cargador y del enchufe de la pared", explicó.

Lo mismo ocurriría con los coches. "El potencial es para una fuente de energía que haría funcionar tu coche durante tres o cuatro años, por ejemplo. Y lo llevarías al taller cada cuatro años y ellos te proporcionarían una nueva fuente de alimentación" —le dijo McKubre a Pelley.

"¿Y las centrales generadoras de energía?" —Preguntó Pelley.

"Puede imaginar una en la que cada una de las varillas de combustible nuclear es reemplazada por una varilla de fusión fría. Y la diferencia sería sólo que al final de la vida de esa varilla de combustible no se tendrían desechos nucleares de los que deshacerse" —replicó McKubre.


Él mostró a «60 minutos» lo simple que parece el experimento; hay sólo tres ingredientes principales. Primero está el paladio, un metal en la familia del platino. Segundo, uno que necesita un tipo de hidrógeno llamado deuterio que se encuentra en el agua de mar.

"El deuterio es básicamente ilimitado. Hay diez veces más energía en el deuterio contenido en un galón de agua de mar que en un galón de gasolina", explicó.

El paladio se coloca en agua que contiene deuterio [«agua pesada»] y el tercer ingrediente es una corriente eléctrica.

El experimento es envuelto en aislantes térmicos e instrumentos. Ellos buscan lo que denominan ``exeso de calor´´. En otras palabras, ¿es más la energía que sale que la que entra?

Nadie sabe exactamente cómo se genera el calor extra, pero McKubre mostró a «60 minutos» lo que él piensa que está pasando.

A nivel atómico, el paladio es como un retículo y la electricidad empuja al deuterio hacia el paladio. "Los átomos de deuterio tocan la superficie y se introducen en el retículo", explicó usando una representación artística del retículo.

McKubre cree que hay una reacción nuclear —posiblemente un proceso de fusión como el que tiene lugar en el Sol, pero dentro del metal, a un ritmo menor y sin radiación peligrosa.

Hoy en día a los científicos les gusta llamar al proceso un efecto nuclear en vez de fusión fría. Al menos 20 laboratorios trabajando independientemente han publicado informes de exceso de calor —calor hasta 25 veces mayor que la electricidad empleada.

"Esta pequeña pieza de metal de paladio tiene aproximadamente la tercera parte de energía que una batería en su automóvil. Así que volúmenes muy pequeños, masas muy pequeñas pueden producir grandes cantidades de energía", explicó sosteniendo una pequeña pieza de papel de paladio de sólo 0,3 gramos.

McKubre ha estado trabajando en esto desde que la desacreditada primera afirmación de fusión fría llegara a los titulares hace 20 años.

"Trabajar en esto es casi poner su credibilidad científica en riesgo y me pregunto... ¿por qué lo ha hecho?" —Preguntó Pelley.

"Creo que si hay un 1% de probabilidad de que Fleischmann y Pos estuvieran en lo correcto, y ahora creo que esa posibilidad es del 99%, tengo el deber de trabajar en ello" —Respondió.



Martin Fleischmann y Stanley Pons asombraron al mundo en 1989 con su rueda de prensa sobre la fusión fría en la Universidad de Utah. Fleischmann, en particular, era uno de los principales electroquímicos del mundo cuando el anuncio de fusión a temperatura ambiente incendió el mundo. Inmediatamente, prestigiosos laboratorios del MIT y CALTECH se apresuraron a reproducir los experimentos pero no obtuvieron los mismos resultados que Fleischmann y Pons. Sus carreras científicas fueron destruidas tan rápidamente como un fogonazo nuclear. Nombres una vez asociados al premio Nóbel fueron olvidados por casi todos. Y la mayor parte del mundo científico actual está contento dejando las cosas tal como están.

"Todavía estoy esperando a los calentadores de agua. Estoy esperando todavía a lo que produzca calor según demanda", le dijo a Pelley Richard Garwin, uno de los más respetados físicos del mundo.

En la década de 1950, Richard Garwin ayudó a diseñar el experimento de fusión de más éxito de todos los tiempos: la bomba de hidrógeno.

"Fue desafortunadamente, un experimento muy exitoso", le dijo Garwin a Pelley.

Garwin fue un crítico de Martin Fleishchmann allá por 1999. Y él ha visto informes sobre la investigación que se han hecho desde entonces.

Él piensa que McKubre está equivocado.

Al preguntarle porqué, Garwin dijo: "Pienso que probablmente las medidas de energía entrante están equivocadas".

Esta es una de las críticas más comunes a los experimentos de fusión fría —que la cantidad de electricidad entrante y el calor irradiado simplemente han sido mal medidos.

"Es posible, es posible, que haya estado midiendo equivocadamente la energía durante 20 años, pero pienso que es extremadamente improbable. Una cantidad muy grande de personas han estado haciendo estas mediciones y las mediciones de corriente, voltaje, temperatura y resistencia son algunas de las mediciones más sencillas que un físico o un científico físico puede hacer", dijo McKubre.

Pero hay otro problema que los críticos señalan: los experimentos producen exceso de calor a lo sumo el 70% de las veces y pueden pasar días o semanas hasta que el exceso de calor aparezca. Y nunca se repite la misma cantidad de energía.

"Un requisito que pido es que seas capaz de hacer una de estas cosas, replicarla, ponerla aquí. Que caliente una taza de té y me la beba y que caliente otra taza de té para que me la vuelva a tomar. Esto [la fusión fría] no es así" —Dijo Garwin.

Él le dijo a Pelley que para que él se volviera creyente, el proceso debería funcionar el 100% de las veces.

Pero McKubre dijo, "Nuestros críticos a menudo se quejan de que no podemos hervir agua para hacer té. Podríamos, de hecho, haber hervido 242 l de agua y haber hecho 1000 tazas de té si hubiéramos querido hacerlo".

Nadie está seguro de por qué los experimentos no pueden ser reproducidos sistemáticamente. McKubre piensa que es algo que tiene que ver con cómo es preparado el paladio. Él está trabajando con un laboratorio gubernamental italiano llamado ENEA donde es producido parte del paladio de mayor calidad. Con tantas cuestiones abiertas, «60 minutos» quiso averiguar si la fusión fría es más que una tormenta en un vaso de agua. Así que «60 minutos» se dirigió a un científico independiente, Rob Duncan, vicerrector de investigación en la Universidad de Missouri y un experto en la medición de la energía.

"Cuando le llamamos por primera vez y le dijimos que nos gustaría que examinara la fusión fría para «60 minutos»... ¿qué pensó cuando colgó el teléfono?" —Le preguntó Pelley a Duncan.

"Pienso que mi primera reacción fue algo como «bueno, ¿no ha sido desmentida?»" —Replicó.

Le pedimos a Duncan ir con «60 minutos» a Israel, en donde un laboratorio llamado Energetics Technologies había informado sobre algunas de las mayores ganancias de energía hasta el momento.

Duncan pasó dos días examinando los experimentos de fusión fría e investigando si las mediciones eran precisas.

Al preguntarle qué pensaba cuando abandonó el laboratorio israelí, Duncan le dijo a Pelley: "Pienso «¡Guau! Han hecho algo muy interesante aquí»".

Él trituró números por sí mismo y buscó una explicación distinta de un efecto nuclear. "Hallé que el trabajo hecho estaba realizado cuidadosamente, y que el calor sobrante, tal como lo veo ahora, es muy real" —dijo Duncan.

Al preguntarle si estaba sorprendido de que él se oyera a sí mismo diciendo aquello, Duncan le dijo a Pelley: "Muchísimo. Nunca pensé que diría eso".

Y hemos averiguado que el Pentágono también lo está diciendo. La Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación de Defensa, conocida como DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency), hizo su propio análisis y «60 minutos» obtuvo una memoria interna que concluye que "no hay duda de que un exceso anómalo de calor se produce en esos experimentos".


Al preguntarle si se sentía reivindicado tras todos estos años, McKubre le dijo a Pelley con una sonrisa: "No tengo ninguna necesidad real de reivindicación. Sé lo que he visto".

"Sin embargo, esa fue una sonrisa bastante amplia en su rostro" —señaló Pelley.

"Es bueno. No es malo. Ciertamente es bueno" —Replicó McKubre.

Ahora el Pentágono está financiando más experimentos en el laboratorio de investigación naval en Washington, D.C. y en el laboratorio de McKubre en California.

«60 minutos» se preguntaba lo que Richard Garwin pensaría de la valoración del Departamento de Defensa.

"Los experimentos no dejan duda de que un exceso de calor anómalo es producido" —le dijo Pelley a Garwin.

"Bien, eso es una afirmación", dijo Garwin. "Soy una prueba viviente de que hay duda. Ahora, ellos pueden decir que allí hay un exceso de calor que está siendo producido. Pero no pueden decir que no hay duda. Todo lo que pueden decir es que ellos no dudan. Pero yo dudo".

"Si me pregunta si esto va a tener un impacto sobre nuestra política energética, es imposible de decir porque fundamentalmente no entendemos el proceso todavía. Pero decir que porque no entendemos fundamentalmente el proceso es porque no lo vamos a estudiar es como decir «estoy demasiado enfermo como para ir al médico»" —Argumentó Duncan.

"Sabe, me pregunto cómo se siente al aparecer en público suscribiéndose a este fenómeno en «60 minutos» cuando quizás el 90%, a ojo, de sus colegas piensan que es mala ciencia" —Inquirió Pelley.

"Ciertamente yo estaba entre ese 90% antes de mirar los datos. Y puedo ver que estarán muy preocupados cuando vean esto. Todo lo que tengo que decir es: lean los resultados publicados. Hablen con los científicos. Nunca dejen que nadie piense por ustedes" —replicó.

Había un científico más al que «60 minutos» quería encontrar, un hombre que dejó América en la desgracia y se retiró con su esposa a la campiña inglesa.

Martin Fleischmann, el hombre que anunció la fusión fría al mundo, está lacrado por los años, la diabetes, la enfermedad de Parkinson y quizás un poco de amargura. En su casa, sacó una versión mejorada de su experimento, algo en lo que estaba trabajando cuando fue expulsado de la ciencia.

"Cuando sostiene eso en su mano y rememora lo que ha sucedido durante estos últimos 20 años... ¿qué piensa?" —Preguntó Pelley.

"Una oportunidad desaprovechada", replicó Fleischmann.

Él piensa de esta manera porque fue desacreditado en aquel momento.

Le dijo a Pelley que se arrepentía de dos cosas: de llamar al efecto nuclear "fusión", un nombre acuñado por un competidor, y de haber dado esa rueda de prensa, algo que dice que la Universidad de Utah quiso.

"Ahora que sabe que sus experimentos han sido reproducidos y mejorados en laboratorios por todo el mundo, me pregunto... ¿ve un día en el que los hogares estén alimentados por estas células, cuando los coches sean alimentados por estas células?" —Preguntó Pelley.

"Así lo pienso. No llevará mucho implementar esto", replicó Fleischmann riendo. "Me hace sentir como si debiera tomar parte en esto".

"¿Le estoy haciendo interesarse de nuevo?" —Preguntó Pelley.

"Sí", replicó Fleischmann riéndose. "El potencial es excitante".



Para más información, visita:
  • El sitio LENR-CAR [enlace]. Biblioteca digital con multitud de artículos y enlaces (en inglés).
  • Guía del estudiante de la fusión fría [enlace] (en inglés).
  • Knol sobre la fusión fría [enlace] (en inglés).
  • Noticia: Físico afirma haber logrado la primera demostración de «fusión fría» [enlace].

Entradas relacionadas:
  • Energía geotérmica: Ventajas y riesgos [enlace].



domingo, 18 de julio de 2010

TRES CUESTIONES HISTÓRICAS SOBRE PIZARRO


TRES CUESTIONES HISTÓRICAS SOBRE PIZARRO
¿Supo o no supo escribir?
¿Fue o no fue Marqués de los Atavillos?
¿Cuál fue y dónde está su gonfalón de guerra?
por: Ricardo Palma - Tradiciones Peruanas

I

Variadísimas y contradictorias son las opiniones históricas sobre si Pizarro supo o no escribir, y cronistas sesudos y minuciosos aseveran que ni aun conoció la O por redonda. Así se ha generalizado la anécdota de que estando Atahualpa en la prisión de Cajamarca, uno de los soldados que lo custodiaban le escribió en la uña la palabra Dios. El prisionero mostraba lo escrito a cuantos lo visitaban, y hallando que todos, excepto Pizarro, acertaban a descifrar de corrido los signos, tuvo desde ese instante en menos al jefe de la conquista, y lo consideró inferior al último de los españoles. Deducen de aquí malignos o apasionados escritores que don Francisco se sintió lastimado en su amor propio y que por tan pueril quisquilla se vengó del inca haciéndolo degollar.
Duro se nos hace creer que quien hombreándose con lo más granado de la nobleza española, pues alanceó toros en presencia de la reina doña Juana y de su corte, adquiriendo por su gallardía y destreza de picador fama tan imperecedera como la que años más tarde se conquistara por sus hazañas en el Perú; duro es, repetimos, concebir que hubiera sido indolente hasta el punto de ignorar el abecedario, tanto más, cuanto que Pizarro, aunque soldado rudo, supo estimar y distinguir a los hombres de letras.
Además, en el siglo del emperador Carlos V no se descuidaba tanto como en los anteriores la instrucción. No se sostenía ya que eso de saber leer y escribir era propio de segundones y de frailes, y empezaba a causar risa la fórmula empleada por los Reyes Católicos en el pergamino con que agraciaban a los nobles a quienes hacían la merced de nombrar ayudas de Cámara, título tanto o más codiciado que el hábito de las órdenes de Santiago, Montesa, Alcántara y Calatrava. Una de las frases más curiosas y que, dígase lo que se quiera en contrario, encierra mucho de ofensivo a la dignidad del hombre, era la siguiente: «Y por cuanto vos (Perico de los Palotes) nos habéis probado no saber leer ni escribir y ser expedito en el manejo de la aguja, hemos venido en nombraros ayuda de nuestra real Cámara, etc.».
Pedro Sancho y Francisco de Jerez, secretarios de Pizarro, antes que Antonio Picado desempeñara tal empleo, han dejado algunas noticias sobre su jefe; y de ellas, lejos de resultar la sospecha de tan suprema ignorancia, aparece que el gobernador leyó cartas.
Tratándose de Almagro el Viejo es punto históricamente comprobado que no supo leer.
Lo que sí está para nosotros fuera de duda, como lo está para el ilustre Quintana, es que don Francisco Pizarro no supo escribir, por mucho que la opinión de sus contemporáneos no ande uniforme en este punto. Bastaría para probarlo tener a la vista el contrato de compañía celebrado en Panamá, a 10 de marzo de 1525, entre el clérigo Luque, Pizarro y Almagro, que concluye literalmente así: «Y porque no saben firmar el dicho capitán Francisco Pizarro y Diego de Almagro, firmaron por ellos en el registro de esta carta Juan del Panés y Álvaro del Quito».
Un historiador del pasado siglo dice:
«En el archivo eclesiástico de Lima he encontrado varias cédulas e instrumentos firmados del marqués (en gallarda letra), los que mostré a varias personas, cotejando unas firmas con otras, admirado de las audacias de la calumnia con que intentaron sus enemigos desdorarlo y apocarlo, vengando así contra este gran capitán las pasiones propias y heredadas».
En oposición a éste, Zárate y otros cronistas dicen que Pizarro sólo sabía hacer dos rúbricas, y que en medio de ellas, el secretario ponía estas palabras: El marqués Francisco Pizarro.
Los documentos que de Pizarro he visto en la biblioteca de Lima, sección de manuscritos, tienen todos las dos rúbricas. En unos se lee Franx. Piçarro, y en muy pocos El marqués. En el Archivo Nacional y en el del Cabildo existen también varios de estos autógrafos.
Poniendo término a la cuestión de si Pizarro supo o no firmar, me decido por la negativa, y he aquí la razón más concluyente que para ello tengo:
En el Archivo general de Indias, establecido en la que fue Casa de Contratación en Sevilla, hay varias cartas en las que, como en los documentos que poseemos en Lima, se reconoce, hasta por el menos entendido en paleografía; que la letra de la firma es, a veces, de la misma mano del pendolista o amanuense que escribió el cuerpo del documento. «Pero si duda cupiese -añade un distinguido escritor bonaerense, don Vicente Quesada, que en 1874 visitó el Archivo de Indias-, he visto en una información, en la cual Pizarro declara como testigo, que el escribano da fe de que después de prestada la declaración, la señaló con las señales que acostumbraba hacer, mientras que da fe en otras declaraciones de que los testigos las firman a su presencia».

II

Don Francisco Pizarro no fue marqués de los Atavillos ni marqués de los Charcas, como con variedad lo llaman muchísimos escritores. No hay documento oficial alguno con que se puedan comprobar estos títulos, ni el mismo Pizarro en el encabezamiento de órdenes y bandos usó otro dictado que este: El marqués.
En apoyo de nuestra creencia, citaremos las palabras de Gonzalo Pizarro cuando, prisionero de Gasca, lo reconvino éste por su rebeldía e ingratitud para con el rey, que tanto había distinguido y honrado a don Francisco: «La merced que su majestad hizo a mi hermano fue solamente el título y nombre de marqués, sin darle estado alguno, y si no díganme cuál es».
El blasón y armas del marqués Pizarro era el siguiente: escudo puesto a mantel; en la primera parte, en oro, águila negra, columnas y aguas; y en rojo, castillo de oro, orla de ocho lobos, en oro; en la segunda parte, puesto a mantel en rojo, castillo de oro con una corona; y en plata, león rojo con una F y debajo, en plata, león rojo; en la parte baja, campo de plata, once cabezas de indios y la del medio coronada; orla total con cadenas y ocho grifos, en oro; al timbre, coronel de marqués.
En una carta que con fecha 10 de octubre de 1537 dirigió Carlos V a Pizarro, se leen estos conceptos que vigorizan nuestra afirmación: «Entretanto os llamaréis marqués, como os lo escribo, que, por no saber el nombre que tendrá la tierra que en repartimiento se os dará, no se envía ahora dicho título», y como hasta la llegada de Vaca de Castro no se habían determinado por la corona las tierras y vasallos que constituirían el marquesado, es claro que don Francisco no fue sino marqués a secas, o marqués sin marquesado, como dijo su hermano Gonzalo.
Sabido es que Pizarro tuvo en doña Angelina, hija de Atahualpa, un niño a quien se bautizó con el nombre de Francisco, el que murió antes de cumplir quince años. En doña Inés Huaylas o Yupanqui, hija de Manco-Capac, tuvo una niña, doña Francisca, la cual casó en España en primeras nupcias con su tío Fernando y después con don Pedro Arias.
Por cédula real y sin que hubiera mediado matrimonio con doña Angelina o doña Inés, fueron declarados legítimos los hijos de Pizarro. Si éste hubiera tenido tal título de marqués de los Atavillos, habríanlo heredado sus descendientes. Fue casi un siglo después, en 1628, cuando don Juan Fernando Pizarro, nieto de doña Francisca, obtuvo del rey el título de marqués de la Conquista.
Piferrer en su Nobiliario español dice que, según los genealogistas, era muy antiguo e ilustre el linaje de los Pizarros; que algunos de ese apellido se distinguieron con Pelayo en Covadonga, y que luego sus descendientes se avecindaron en Aragón, Navarra y Extremadura. Y concluye estampando que las armas del linaje de los Pizarros son: «escudo de oro y un pino con piñas de oro, acompañado de dos lobos empinantes al mismo y de dos pizarras al pie del tronco». Estos genealogistas se las pintan para inventar abolengos y entroncamientos. ¡Para el tonto que crea en los muy embusteros!

III

Acerca de la bandera de Pizarro hay también un error que me propongo desvanecer.
Jurada en 1521 la independencia del Perú, el Cabildo de Lima pasó al generalísimo don José de San Martín un oficio, por el cual la ciudad le hacía el obsequio del estandarte de Pizarro. Poco antes de morir en Bologne, este prohombre de la revolución americana hizo testamento, devolviendo a Lima la obsequiada bandera. En efecto, los albaceas hicieron formal entrega de la preciosa reliquia a nuestro representante en París, y éste cuidó de remitirla al gobierno del Perú en una caja muy bien acondicionada. Fue esto en los días de la fugaz administración del general Pezet, y entonces tuvimos ocasión de ver el clásico estandarte depositado en uno de los salones del ministerio de Relaciones exteriores.
A la caída de este gobierno, el 6 de noviembre de 1865, el populacho saqueó varias de las oficinas de palacio, y desapareció la bandera, que acaso fue despedazada por algún rabioso demagogo, que se imaginaría ver en ella un comprobante de las calumnias que por entonces inventó el espíritu de partido para derrocar al presidente Pezet, vencedor en los campos de Junín y Ayacucho, y a quien acusaban sus enemigos políticos de connivencias criminales con España, para someter nuevamente el país al yugo de la antigua metrópoli.
Las turbas no raciocinan ni discuten, y mientras más absurda sea la especie más fácil aceptación encuentra.
La bandera que nosotros vimos tenía, no las armas de España, sino las que Carlos V acordó a la ciudad por real cédula de 7 de diciembre de 1537. Las armas de Lima eran: un escudo en campo azul con tres coronas regias en triángulo, y encima de ellas una estrella de oro cuyas puntas tocaban las coronas. Por orla, en campo colorado, se leía este mote en letras de oro: Hoc signum vere regum est. Por timbre y divisa dos águilas negras con corona de oro, una J y una K (primeras letras de Karolus y Juana, los monarcas), y encima de estas letras una estrella de oro. Esta bandera era la que el alférez real por juro de heredad, paseaba el día 5 de enero en las procesiones de Corpus y Santa Rosa, proclamación de soberano y otros actos de igual solemnidad.
El pueblo de Lima dio impropiamente en llamar a ese estandarte la bandera de Pizarro, y sin examen aceptó que ese fue el pendón de guerra que los españoles trajeron para la conquista. Y pasando sin refutarse de generación en generación, el error se hizo tradicional e histórico.
Ocupémonos ahora del verdadero estandarte de Pizarro.
Después del suplicio de Atahualpa, se encaminó al Cuzco don Francisco Pizarro, y creemos que fue el 16 de noviembre de 1533 cuando verificó su entrada triunfal en la augusta capital de los incas.
El estandarte que en esa ocasión llevaba su alférez Jerónimo Aliaga era de la forma que la gente de iglesia llama gonfalón. En una de sus caras, de damasco color grana, estaban bordadas las armas de Carlos V; y en la opuesta, que era de color blanco según unos, o amarillo según otros, se veía pintado al apóstol Santiago en actitud de combate sobre un caballo blanco con escudo, coraza y casco de plumeros o airones, luciendo una cruz roja en el pecho y una espada en la mano derecha.
Cuando Pizarro salió del Cuzco (para pasar al valle de Jauja y fundar la ciudad de Lima) no lo hizo en son de guerra, y dejó depositada su bandera o gonfalón en el templo del Sol, convertido ya en catedral cristiana. Durante las luchas civiles de los conquistadores, ni almagristas ni gonzalistas ni gironistas ni realistas se atrevieron a llevarlo a los combates, y permaneció como objeto sagrado en un altar. Allí, en 1825, un mes después de la batalla de Ayacucho, lo encontró el general Sucre, éste lo envió a Bogotá y el gobierno inmediatamente lo remitió a Bolívar, quien lo sometió a la municipalidad de Caracas, donde actualmente se conserva. Ignoramos si tres siglos y medio de fecha habrán bastado para convertir en hilachas el emblema marcial de la conquista.

Manuel Ricardo Palma Soriano
“Tradiciones Peruanas”

(Lima, 7 de febrero de 1833 - Miraflores, 6 de octubre de 1919).
Tradicionista, escritor y periodista peruano.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Palma







viernes, 16 de julio de 2010

ZIDANE ES CAMUS (*), Por Francisco Javier Guardiola







ZIDANE ES CAMUS (*)


















Por Francisco Javier Guardiola















“En el fútbol encontré el sentido estético de la vida”







Albert Camus








Cuando Niestzche hablaba del eterno retorno de siempre lo mismo, no hacía una interpretación cíclica de la historia como lo haría un oriental, sino que consideraba directamente a la historia como una repetición abstracta de circunstancias idénticas. Los hechos heroicos, las cobardías, las traiciones y la inteligencia de individuos y pueblos a lo largo del tiempo humano, solo se visten diferentes según las épocas, pero la estructura espiritual del hombre de fines del paleolítico y la del siglo XXI, es la misma, es siempre la misma.




El episodio transcurre en la final de la Copa del Mundo de Fútbol de Alemania 2006 que jugaron los seleccionados de Francia e Italia. Promediando el segundo tiempo, Materazzi insulta a Zidane –según los expertos en lectura de labios, con un insulto racista- , y éste aplica un cabezazo en el pecho del italiano provocando su propia e inmediata expulsión.








Podría resultar una impertinencia, una comparación antojadiza. Pero ocurre que no hace falta indagar demasiado para determinar con facilidad el parecido existencial de Albert Camus y de Zinedine Zidane







Ambos franceses, y con un aditamento: el premio Nobel de Literatura era nacido en Argelia, por entonces colonia francesa, y el futbolista es un marsellés hijo de argelinos. Camus admiraba el juego del fútbol, como reza el epígrafe de este artículo. Zidane es el fútbol mismo.







Los dos están unidos a una pasión, a un amor con idéntica nacionalidad. Camus con la actriz María Casares y Zidane con Verónica, ambas españolas; para Camus, su madre española -Catherine Sintés- era más importante que la justicia y Zidane, por pedido de su esposa fichó para el Real Madrid y vive en España que ha sido la nación de sus últimos días de jugador de fútbol.







No es faltarle el respeto a Zidane si digo que en su última jugada, en aquella embestida con su cabeza sobre el pecho de Matterazzi, demostró ser un personaje escapado de una novela de Camus. No es faltarle el respeto a Camus si digo que Zidane expuso mejor que el filósofo el “absurdo de la vida” o aquello del “hombre rebelde”. Y no es faltarle el respeto a ambos si digo que toda esta relación que impongo, me remite a la idea del eterno retorno de lo mismo que Camus usó para explicar el mito de Sísifo.







Ya no importa el insulto de Materrazi. Que de eso se ocupen los papparazzi. No importa si estuvo vinculado a su condición de ser hijo de argelinos, si fue un insulto discriminatorio por su preferencia religiosa islámica, o si se metió con su esposa o con su madre. Ya lo dijo: “… Reaccioné porque me dijo palabras muy duras”. Cualquiera haya sido el contenido, da igual.







El capitán de la selección francesa de fútbol está en la final de la Copa del Mundo, la competencia más importante de este deporte, y es su último día de carrera a la espera de una coronación especial, sabedor nadie -en esa copa- lo igualará en calidad, en conocimientos, en elegancia, en arte. Está ante ochenta mil espectadores, frente a cien cámaras de TV, y de este modo, ante el mundo entero. Sí, es la estrella indiscutida de la final. Y si llega la definición por penales -que llegó pero sin él- será la conversión segura de un gol desde los doce pasos.







Pero ahí está él, dando otra lección de vida. Haciendo la jugada menos pensada, como cuando va a la carrera y de repente hace una leve pausa y cambia de ritmo, y termina dibujando un medio ocho con gambeta larga y recta, como si bailara un sobreactuado tango parisino. O como cuando le tira en cámara lenta un sombrerito a Ronaldo.







Para muchos cometió un error al embestir como un toro sobre el defensor italiano. Yo creo que es verdad que Zidane estaba a punto de quedarse con todo, pero creo que realmente se quedó con algo más que todo. A conciencia, sin especular con que se perdería los honores seguros, sin pensar en la oscura luz de los aplausos, o pensando que solo se trata de eso, de una oscura luz, se dirigió contra Materazzi. Lo hizo con su cabeza, esto es, con toda la razón, y en el pecho del otro, allí donde dicen que anida el alma. Para que nadie dudara de lo que hacía. Como un rayo que incursionó en la nada. Después, los gestos histriónicos del arquero Buffón -haciendo honor a su nombre- e inmediatamente la correcta expulsión, que Zidane aceptó con circunspección.







Zidane lleva un “10” en la espalda, porque él es un “10” en un mundo que no supera el “5”. El es el “Hombre rebelde” de Camus, el individuo emergente contra los totalitarismos, cualquiera sea su color, contra cualquier fariseismo, contra el conocido autoritarismo de la FIFA, contra el fajismo del catenaccio, contra el anti-fútbol. Pero Zidane también es Meursault en El Extranjero, que camina por la arena caliente, mientras un beduino lo encandila con su daga, y al no soportar esta molestia, lo saca del camino, lo mata con su revólver. Zidane hace lo mismo, pero con su cabeza. Y grita en silencio: “La vida es un absurdo”.







Luego vendrá la condena y la ejecución de Meursault, vendrá la tarjeta roja para Zidane.







El italiano sólo será famoso por su acción provocadora. Pasará a la historia como Bruto por matar a César, pero sólo será recordado como el partenaire literario en el escenario de la obra teatral de Zinedine Zidane, acción y personaje que me han hecho pensar en el fútbol y también en las preguntas más profundas.










Artículo publicado en diario Los Andes de Mendoza el 17 de julio de 2006