viernes, 21 de noviembre de 2014

El IVAM retira la sala permanente a Miquel Navarro

Lo que desea un contribuyente es que el dinero de sus impuestos se use de forma provechosa para la comunidad, pero también quisiera que los responsables de las instituciones actuaran con elegancia y delicadeza.
No voy a discutir la decisión de la nueva dirección del IVAM de retirar la sala permanente a Miquel Navarro, puesto que entra en sus atribuciones y se le suponen suficientes conocimientos para tomarla. Pero sí que es muy discutible el modo en que se ha llevado a cabo. Del modo en que se ha hecho se puede pensar que se considera que la concesión de la sala permanente al escultor valenciano fue un favor que le hizo la anterior directora, Consuelo Císcar, cosa que resulta ofensiva.
Miquel Navarro tiene obra en las calles de muchas ciudades y también en muchos museos del mundo. Es académico de la Academia de Bellas Artes San Fernando. Retirar su obra de ese modo tan cutre es una humillación para el artista y una vergüenza para los ciudadanos, por los motivos explicados al principio.
Por otro lado, la afluencia de la sala siempre ha sido abundante, señal inequívoca de que las esculturas despiertan interés y son vistas con gusto. Era un lujo para el museo tener más de quinientas obras, que ahora serán retiradas por el autor, como es lógico suponer, y los visitantes tendrán que ir a otro lugar si desean verlas.
Resulta descorazonador para el contribuyente enterarse de que ni siquiera se ha intentado quedar bien y el resultado desastroso, con posible demanda judicial incluida estaba cantado desde el principio. Y si la nueva andadura del IVAM comienza de este modo el fracaso puede aventurarse, porque el público en general y los artistas en particular, requieren un trato respetuoso y el cuidado en las formas. La prepotencia no resulta adecuada en ningún caso.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Tortillas de patatas

En la Cervecería Alhambra, que está en la calle de Calixto III, número 8, de Valencia, hacen una tortilla española difícil de superar.
Estuve en Madrid para presentar en La Casa del Libro de Alcalá 96, junto a Rafa Marí y Paloma Sanz Martín, estupendos periodistas ambos, el libro '1978. El año en que España cambió de piel'. Paloma tuvo la gentileza de dar inicio a su presentación diciendo que había empezado a leer el libro y que ya no pudo parar hasta llegar al final.
El caso es que me habían hablado muy bien de La Catapa, que está en la calle de Menorca, número 14, de la capital de España. Me informé por internet y vi que una de sus especialidades es la tortilla de patata. Fui a probarla, para comparar, alrededor del mediodía. Llegué tarde, porque se había terminado, por lo que tuve que probar otras cosas del local. He de comenzar diciendo que fue difícil encontrar sitio, porque estaba todo lleno. Y en segundo lugar que el servicio es admirable. En ningún momento me sentí desatendido, ni pude pensar que se habían olvidado de mí. Lejos de eso, para dulcificar la espera, el camarero me iba poniendo cosas, sin que luego la factura acabara siendo elevada. Quedé tan satisfecho que me limité a mirar el total y pagar.
Volví por la noche y el camarero nada más verme entrar y sin que yo hubiera abierto la boca me sirvió una ración de tortilla de patatas. Además, recordaba el vino que había bebido unas horas antes. He de reconocer que la tortilla estaba muy buena y era jugosa, pero predominaba la cebolla.
En la Cervecería Alhambra las he probado con cebolla y sin cebolla. Cuando lleva cebolla, lleva la cantidad justa para darle el toque. Las tortillas de este lugar me gustan mucho más.
El servicio de La Catapa está a la altura de su merecida fama.
En la foto, raciones de la Cervecería Alhambra.

domingo, 2 de noviembre de 2014

LOS PREMIOS VALENCIA DE LITERATURA, por Ricardo Llopesa

Increíble. Más que un cuento de ficción parece una historia de novela negra. Los prestigiosos Premio Valencia de Literatura, convocados por la Institución Alfons el Magnánim, fueron entregados en un ambiente desolador donde llamaba la atención la falta de escritores y la ausencia de los miembros de los distintos jurados.
El acto, solemne y arcaico, amenizado con música barroca del Siglo de Oro, respiraba aire de nostalgia de épocas más brillantes y destacaba la presencia de políticos y funcionarios.
Es lamentable que una ciudad como Valencia, donde la literatura prevalece entre las mejores de España, haya convertido un acto totalmente literario en la poca representación del mundo de las letras.
Parece que el partido en el poder, azotado por la corrupción, pasa por uno de sus momentos más críticos. O se ha quedado solo o se refugia en sus propias filas. Lo cierto es que la cultura es lo que menos importa o está mal dirigida.
Un premio de tanto prestigio, como los Premios Valencia de Literatura, que se convocan a nivel internacional, pasarán a la historia del recuerdo como los peor organizados.
Con más buena intención que esperanza, a mal tiempo buena cara, la diputada de la Diputación convocante, María Jesús Puchalt, dio la bienvenida al funcionariado y familiares de los ganadores. Los premios, económicamente jugosos se concedieron a Ana Moner (Narrativa en valenciano), Salvador Ortells (Poesía en valenciano), Raúl González (Narrativa en castellano) y Juan Ramón Biedma (Novela Negra). Vale destacar los premiados en novela en castellano y novela negra por el lenguaje crudo, a veces rudo, pero certero, que apunta hacia una dirección distinta de la estética carcomida.
Y como en tiempo de crisis no pueden haber despilfarro se sirvió una copa de vino tintorro, a palo seco, personalmente pienso que el vino estaba de más, hubiese servido igual una copa de agua como excusa para alternar un poco con los asistentes que terminaron por llenar la sala. Cuando hay crisis todo se perdona. Llama la atención que al terminar el acto, concejales, diputados, directores y funcionarios pasaron a ocupar el restaurante del Museo MUVIM, donde deseo que disfrutaran de una cena opípara bien regada, para paladares acostumbrados a la excelencia.
Al salir a la calle, le comenté a mi amigo Vicente Torres: “Reflexionemos sobre lo justo e injusto en la sociedad al día de hoy”.
La política, como decía un amigo, es como tocarte la lotería.