Lo
que desea un contribuyente es que el dinero de sus impuestos se use
de forma provechosa para la comunidad, pero también quisiera que los
responsables de las instituciones actuaran con elegancia y
delicadeza.
No
voy a discutir la decisión de la nueva dirección del IVAM de
retirar la sala permanente a Miquel Navarro, puesto que entra en sus
atribuciones y se le suponen suficientes conocimientos para tomarla.
Pero sí que es muy discutible el modo en que se ha llevado a cabo.
Del modo en que se ha hecho se puede pensar que se considera que la
concesión de la sala permanente al escultor valenciano fue un favor
que le hizo la anterior directora, Consuelo Císcar, cosa que resulta
ofensiva.
Miquel
Navarro tiene obra en las calles de muchas ciudades y también en
muchos museos del mundo. Es académico de la Academia de Bellas Artes
San Fernando. Retirar su obra de ese modo tan cutre es una
humillación para el artista y una vergüenza para los ciudadanos,
por los motivos explicados al principio.
Por
otro lado, la afluencia de la sala siempre ha sido abundante, señal
inequívoca de que las esculturas despiertan interés y son vistas
con gusto. Era un lujo para el museo tener más de quinientas obras,
que ahora serán retiradas por el autor, como es lógico suponer, y
los visitantes tendrán que ir a otro lugar si desean
verlas.
Resulta
descorazonador para el contribuyente enterarse de que ni siquiera se ha
intentado quedar bien y el resultado desastroso, con posible demanda
judicial incluida estaba cantado desde el principio. Y si la nueva
andadura del IVAM comienza de este modo el fracaso puede aventurarse,
porque el público en general y los artistas en particular, requieren
un trato respetuoso y el cuidado en las formas. La prepotencia no
resulta adecuada en ningún caso.