domingo, 2 de noviembre de 2014

LOS PREMIOS VALENCIA DE LITERATURA, por Ricardo Llopesa

Increíble. Más que un cuento de ficción parece una historia de novela negra. Los prestigiosos Premio Valencia de Literatura, convocados por la Institución Alfons el Magnánim, fueron entregados en un ambiente desolador donde llamaba la atención la falta de escritores y la ausencia de los miembros de los distintos jurados.
El acto, solemne y arcaico, amenizado con música barroca del Siglo de Oro, respiraba aire de nostalgia de épocas más brillantes y destacaba la presencia de políticos y funcionarios.
Es lamentable que una ciudad como Valencia, donde la literatura prevalece entre las mejores de España, haya convertido un acto totalmente literario en la poca representación del mundo de las letras.
Parece que el partido en el poder, azotado por la corrupción, pasa por uno de sus momentos más críticos. O se ha quedado solo o se refugia en sus propias filas. Lo cierto es que la cultura es lo que menos importa o está mal dirigida.
Un premio de tanto prestigio, como los Premios Valencia de Literatura, que se convocan a nivel internacional, pasarán a la historia del recuerdo como los peor organizados.
Con más buena intención que esperanza, a mal tiempo buena cara, la diputada de la Diputación convocante, María Jesús Puchalt, dio la bienvenida al funcionariado y familiares de los ganadores. Los premios, económicamente jugosos se concedieron a Ana Moner (Narrativa en valenciano), Salvador Ortells (Poesía en valenciano), Raúl González (Narrativa en castellano) y Juan Ramón Biedma (Novela Negra). Vale destacar los premiados en novela en castellano y novela negra por el lenguaje crudo, a veces rudo, pero certero, que apunta hacia una dirección distinta de la estética carcomida.
Y como en tiempo de crisis no pueden haber despilfarro se sirvió una copa de vino tintorro, a palo seco, personalmente pienso que el vino estaba de más, hubiese servido igual una copa de agua como excusa para alternar un poco con los asistentes que terminaron por llenar la sala. Cuando hay crisis todo se perdona. Llama la atención que al terminar el acto, concejales, diputados, directores y funcionarios pasaron a ocupar el restaurante del Museo MUVIM, donde deseo que disfrutaran de una cena opípara bien regada, para paladares acostumbrados a la excelencia.
Al salir a la calle, le comenté a mi amigo Vicente Torres: “Reflexionemos sobre lo justo e injusto en la sociedad al día de hoy”.
La política, como decía un amigo, es como tocarte la lotería.

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