Increíble. Más que un cuento de ficción parece una historia de
novela negra. Los prestigiosos Premio Valencia de Literatura,
convocados por la Institución Alfons el Magnánim, fueron entregados
en un ambiente desolador donde llamaba la atención la falta de
escritores y la ausencia de los miembros de los distintos jurados.
El acto, solemne y arcaico, amenizado con música barroca del Siglo
de Oro, respiraba aire de nostalgia de épocas más brillantes y
destacaba la presencia de políticos y funcionarios.
Es lamentable que una ciudad como Valencia, donde la literatura
prevalece entre las mejores de España, haya convertido un acto
totalmente literario en la poca representación del mundo de las
letras.
Parece que el partido en el poder, azotado por la corrupción, pasa
por uno de sus momentos más críticos. O se ha quedado solo o se
refugia en sus propias filas. Lo cierto es que la cultura es lo que
menos importa o está mal dirigida.
Un premio de tanto prestigio, como los Premios Valencia de
Literatura, que se convocan a nivel internacional, pasarán a la
historia del recuerdo como los peor organizados.
Con más buena intención que esperanza, a mal tiempo buena cara, la
diputada de la Diputación convocante, María Jesús Puchalt, dio la
bienvenida al funcionariado y familiares de los ganadores. Los
premios, económicamente jugosos se concedieron a Ana Moner
(Narrativa en valenciano), Salvador Ortells (Poesía en valenciano),
Raúl González (Narrativa en castellano) y Juan Ramón Biedma
(Novela Negra). Vale destacar los premiados en novela en castellano y
novela negra por el lenguaje crudo, a veces rudo, pero certero, que
apunta hacia una dirección distinta de la estética carcomida.
Y como en tiempo de crisis no pueden haber despilfarro se sirvió
una copa de vino tintorro, a palo seco, personalmente pienso que el
vino estaba de más, hubiese servido igual una copa de agua como
excusa para alternar un poco con los asistentes que terminaron por
llenar la sala. Cuando hay crisis todo se perdona. Llama la atención
que al terminar el acto, concejales, diputados, directores y
funcionarios pasaron a ocupar el restaurante del Museo MUVIM, donde
deseo que disfrutaran de una cena opípara bien regada, para
paladares acostumbrados a la excelencia.
Al salir a la calle, le comenté a mi amigo Vicente Torres:
“Reflexionemos sobre lo justo e injusto en la sociedad al día de
hoy”.
La política, como decía un amigo, es como tocarte la lotería.
Muy bueno. Un abrazo a los dos. Maruxa.
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