Una inusitada claridad en esta parte del
barco nos muestra la belleza del mar, con su continuo oleaje, su
espuma, su misterio, su peligro. Negros nubarrones ocupan la otra
parte, hacia la que parece que se dirige la nave.
Sobre ella está la humanidad, o al menos
buena parte. Quien se fije en los individuos que la abarrotan por
completo, y ese es otro de los peligros al que permanecen ajenos,
están representados todos los tipos humanos, o casi, que pululan por
este mundo.
Hay un timón, que no se sabe con qué
criterio es gobernado, porque quienes tienen sus manos sobre él no
parecen muy atentos, sino que están como ensimismados, o posando
para la cámara. Hay una cuerda que pende, quizá la amarra que lo
sujetaba al puerto y que ahora ya no sujeta nada. Hay un remo del que
nadie se ocupa. Más o menos, así funcionan nuestros asuntos en
cuanto al timón y en cuanto al remo.
Ahora fijémonos en los personajes. Ese
cura que parece más atento a la cuestión festiva, como delata el
pañuelo que lleva en la cabeza, que a la que sería su función
sacerdotal. Uno de los tripulantes enarbola su camisa, de la que se
ha despojado, a modo de estandarte y señala lo que sin duda cree que
es la tierra prometida. ¡Qué lo va a ser! Se ve claramente que en
el lugar al que señala acecha una calamidad. Alguien disfrazado de
Arlequín, quizá porque admira a Picasso, adopta la actitud de tocar
un instrumento musical que no tiene entre las manos. Otro individuo
con la cara pintarrajeada nos manda callar, sin más autoridad para
ello que la que otorga su desparpajo. Uno da a conocer su pulsión
nacionalista con una gorra decorada con la bandera estadounidense.
Los altos poderes financieros no faltan en la nave, tan pulcros, tan
aseados, sin enterarse tampoco de que se dirigen al desastre. Hay
quien se hace el interesante con un antifaz, carmín en los labios,
la cara blanqueada y el gorro de papel que recalca su impostura. No
faltan el chador ni el pañuelo palestino, que al igual que los
gorritos, coronas de papel, o esas máscaras que se pintan con la
finalidad de representar un papel en el teatro de la vida, no vienen
a ser más que muestras de esa inconsciencia común a todos.
Vicente Torres
2 comentarios:
Muy interesante la descripción de los personajes que se encuentra dentro del bote, un buen reflejo de la sociedad actual , máxime si se tiene en cuenta que entre los personajes y como no podría ser de otro modo, se carece de alguno que imponga autoridad y sensatez ...
Un cordial saludo.
Andalindes.
Los barcos son sus tripulaciones y sobre todo sus patrones, si están en buenas manos sus singladuras y regatas pueden ser gloriosas; si caen en manos de incompetentes o sus tripulación es gentuza, su destino será trágico
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