Jugar con la comida ... es precisamente lo que se le dice a los niños que no deben hacer. Yo no recuerdo si de niño lo hacía, pero sí es cierto que ahora, de vez en cuando, lo hago.
Todo empezó en Bratislava hará poco menos de un año. En el autoservicio en el que comíamos con frecuencia aquel día pusieron algún tipo de sopa espesa/puré que no recuerdo qué llevaba. Si no recuerdo mal, también era increíblemente barata, más incluso de lo que solían ser allí los platos (unos 4 euros el menú sin bebida ni postre). Pero no la elegí por eso, la elegí porque me gusta probar cosas nuevas, sobre todo si estoy en un país que no es el mío. Bueno, esto último podemos obviarlo, aquí también lo hubiera hecho; me gusta probar cosas (quizás dejémoslo en platos) nuevos.
Todo empezó en Bratislava hará poco menos de un año. En el autoservicio en el que comíamos con frecuencia aquel día pusieron algún tipo de sopa espesa/puré que no recuerdo qué llevaba. Si no recuerdo mal, también era increíblemente barata, más incluso de lo que solían ser allí los platos (unos 4 euros el menú sin bebida ni postre). Pero no la elegí por eso, la elegí porque me gusta probar cosas nuevas, sobre todo si estoy en un país que no es el mío. Bueno, esto último podemos obviarlo, aquí también lo hubiera hecho; me gusta probar cosas (quizás dejémoslo en platos) nuevos.
El caso es que antes de Bratislava no solía jugar yo con la comida pero en el último año, contando con esa vez, lo he hecho al menos tres veces. Si Bratislava fue la segunda, la tercera fue una vez ya casado. Había un plato de puré de patatas al que, a base de golpes de tenedor, torturé hasta conseguir hacerle sonreír. Vamos que dibujé otra carita al estilo de la que había dibujado en Bratislava. Esta cara además tengo que reconocer que me quedó un tanto asiática; muy asiática, diría yo, con los ojos rasgados.
Y la tercera fue el otro día, uno o dos días antes de mi cumpleaños debió ser. Me encontraba de nuevo con un plato lleno de maleables hidratos de carbono . Pero esta vez me supo a poco. Envalentonado, quizás, por mis dos éxitos anteriores esta vez un espíritu creativo me poseyó y, cuando vine a darme cuenta, esto es lo que había encima de la mesa:
Y la tercera fue el otro día, uno o dos días antes de mi cumpleaños debió ser. Me encontraba de nuevo con un plato lleno de maleables hidratos de carbono . Pero esta vez me supo a poco. Envalentonado, quizás, por mis dos éxitos anteriores esta vez un espíritu creativo me poseyó y, cuando vine a darme cuenta, esto es lo que había encima de la mesa:
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Que aproveche.
Un saludo, Domingo.