Abundan
más de la cuenta los que hacen suyo el lema "Con
el amigo siempre, con la razón o sin ella". Santiago
Ramón y Cajal ya lo advirtió en su época, lo
que le llevó a escribir algo así como que estar
al lado de los amigos supone muchas veces ser injusto.
Sin
embargo, y aunque parezca difícil de creer para los tiempos que
vivimos en los que es muy fácil acceder a la cultura los
hay que tienen este lema como
virtuoso
y presumen de él. Añaden,
además, que para llegar a comprender lo que significa es necesario
un largo proceso interior.
Es
fácil deducir que se trata de personas interesadas a las que se les
puede aplicar aquello de
«bien
se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen: «¡Viva
quien vence
».
La
ética es un estorbo para la gente maniobrera, cuya
mayor habilidad consiste en saber calcular donde
le conviene estar para obtener más beneficios materiales.
Ramón
y Cajal sabía que la lealtad, en
este caso,
consiste en advertir al amigo de
que no tiene razón cuando se piensa que ese es el caso. Lo
que ocurre es que hay personas violentas que no admiten esto y
montan en cólera si se les intenta hacer ver, y también las hay que
manipulan las cosas para que parezca que la razón la tienen ellos.
Éstos,
con su actitud, demuestran que saben que la razón no está de su
parte, pero
también que por nada del mundo están dispuestos a reconocerlo.
En
contra de lo que piensa mucha gente, opino que la lealtad se la debe
uno a sí mismo. No
debería nadie traicionar sus convicciones para
estar al lado del amigo que ha obrado mal.
Con ello traiciona también al amigo, puesto que le anima a seguir
obrando mal.
Hay
quien da su palabra, para traicionarla cinco minutos después, porque
piensa que la persona a la que se la ha dado no merece respeto. Se
equivoca, lo que hace con eso es demostrar que valora muy poco su
propia palabra. Ha sido desleal consigo mismo.