PRESENTACIÓN DE YO ESTOY LOCO, DE VICENTE TORRES
LLIBRERIA BABEL -CASTELLÓ DE LA PLANA-
7 de noviembre de 2016
Hablar
de Vicente Torres es hablar de un amigo, así que nadie espere en
esta tertulia nada parecido a la crítica literaria, porque, a pesar
de mi condición de filólogo, no vengo a ejercer de inquisidor o de
apologeta, sino más bien de compañero de charlas y de lecturas. En
este sentido, Vicente se presta a la perfección a ambas cosas, pues
es tan gran lector como buen tertuliano. Casi doce años llevamos
compartiendo numerosas charlas en distintos foros, virtuales en la
mayor parte de las ocasiones, ya que la distancia nos mantiene
alejados. Doce años en los que hemos coincidido y en los que hemos
discrepado, porque Vicente es gran discutidor, firme en sus
argumentos pero estricto cumplidor de la etiqueta que rige cualquier
debate que se precie de serlo.
No
voy a ser prolijo reseñando la trayectoria de este autor, que ha
escrito en los últimos tiempos tres libros que cualquiera de ustedes
puede encontrar en las librerías valencianas: es coautor de 1978.
El año en que España cambió de piel
y autor de Valencia,
su Mercado Central y otras debilidades
y Yo
estoy loco.
Ha participado en el libro de relatos Tus
colores son los míos,
en el libro de Arte Enrique
Senís-Oliver
y en el libro colectivo Palabras
para Ashraf.
Fue crítico literario en Las
Provincias
y en Periodista
Digital,
donde sigue actualmente. En este mismo medio tiene otro blog en el
que comenta noticias de actualidad. También participa en el blog
Vientos
de las dos orillas
e Informa
Valencia.
Conviene destacar que tiene ya a punto de distribuirse en librerías
Diario
de un escritor naíf
y en preparación El
Parotet y otros asuntos
en el que se atreve con la crítica de obras de arte. Por último,
aunque no tenga nada que ver, le gusta decir que es donante de sangre
y de médula ósea, algo que lo hace aún más digno de admiración y
respeto.
En
todos estos libros que ya ha publicado, el diálogo es un elemento
nuclear. En sus páginas se conversa mucho y muy bien, y entre líneas
se intuye con mayor o menor relieve el fondo argumentativo de un
escritor que se ha forjado en el periodismo, un escritor que sabe
bien de lo que habla y que nunca permanece neutral, como parece ser
ahora lo políticamente correcto. Sin embargo, Yo
estoy loco,
el libro que hoy presentamos aquí,
parece,
a primera vista, el menos político de sus libros, una novela de
personaje, una ficción de introspección casi psicológica que
podría hacernos pensar que su autor lo ha intercalado en su
producción como descanso de ese discurso argumentativo que mantiene
en otras obras y en las redes sociales. Pero a medida que uno avanza
en su lectura, se encuentra de nuevo retazos de política, de
filosofía, de psicología, de religión… de todo ese universo de
Vicente Torres que aflora diseminado por los distintos personajes que
pueblan esta ficción.
No
voy a desvelar nada importante de la trama, nada de spoilers,
como dirían los jóvenes modernos, pero necesito repasar alguno de
los elementos esenciales de esta novela para destacar la habilidad de
Vicente a la hora de orquestar el discurso de los personajes hasta
configurar un relato de caída y auge, de derrotas y victorias, no
necesariamente en ese orden. El primero de esos elementos es, sin
duda, el diálogo, ese gran rasgo del autor que ya he avanzado al
inicio de esta charla. Yo
estoy loco
es una novela conversacional, un discurso de personajes que apenas
necesita trama o intriga en la que sustentarse. Ya he mencionado que
Vicente es gran tertuliano, lo que por fuerza se había de destilar
en esta novela. Los personajes charlan y discuten, y en esa
interlocución se van articulando distintas realidades que chocan o
se funden, o ambas cosas a la vez. De hecho, podríamos decir que ese
protagonista sin nombre es un personaje tejido por esas
conversaciones que van formando su trama y urdimbre, como si la
novela fuese un tapiz hecho de palabras.
El
segundo elemento es la consistencia de algunos de los personajes
secundarios, que adquieren en ocasiones un valor arquetípico, casi
mítico, sin perder la personalidad única que desempeñan en la
novela. Hablamos de Celia, una especie de Ariadna que va guiando al
protagonista por su propio laberinto interior. Hablamos de Veremundo,
casi un padre putativo o un deus
ex machina.
Incluso hablamos de Romuá, ese engreído que sirve de contrapunto al
modesto protagonista.
Como
dijimos, Vicente Torres aprovecha esos diálogos para hablar de
política o religión, de filosofía o de ética. La idílica visión
de un inmigrante cubano se convierte al llegar a España en una
mirada cargada de extrañeza cuando descubre que el imperio de la
democracia no ha acabado con la envidia, con la soberbia, con la
mediocridad de las gentes. Tal vez ese protagonista desvalido pensaba
saltar el muro y hallar el jardín de las Hespérides, el paraíso
terrenal. Pero encuentra desprecio y humillación, por su condición
de desterrado o por su condición sexual, qué más da. En este
sentido, los personajes de nuevo tejen con sus diálogos un panorama
poco agradable de nuestro país, o al menos de algunos sectores de
nuestra sociedad que permanecen anclados a otros tiempos, a otras
costumbres. No escapa nadie de ello: empresarios, trabajadores, gente
mediocre o gente inteligente, pues queda claro en la novela que, a
veces, la maldad es proporcional a la inteligencia. En este sentido,
resulta llamativo ver a esos personajes de una asociación, ¿Mensa
quizá?, comportándose como pequeños gamberros de barrio.
No
quiero extenderme más en esta introducción, aunque quisiera
mencionar por último algo acerca del título de la novela. Yo
estoy loco
apunta a la locura, locura del protagonista que se afirma con ese
“yo” siempre redundante en castellano. Es un “yo” que busca
su identidad a lo largo de la novela, un “yo” que ansía poder
decir “soy” alguien. No obstante, el uso de “estoy” en lugar
de “soy” apunta más bien a una transitoriedad, a un estado
pasajero. Creo que deberíamos reflexionar acerca de ello, acerca de
la locura transitoria de tantas y tantas personas que bajo la mirada
de la gente “normal” parecen invadidos por la enajenación. ¿No
estamos todos un poco locos? De hecho, ¿quiénes son los “normales”?
¿los perversos compañeros de trabajo del protagonista? ¿los que
hacen daño a los débiles? ¿la sociedad hipócrita que predica unos
valores mientras exhibe los contrarios? En ese sentido, “yo también
estoy loco”. Gracias, Vicente, por recordármelo.