El
Instituto Valenciano de Arte Moderno es un museo que ennoblece a la
ciudad de Valencia y sus habitantes, sobre todo a quienes lo visitan
con regularidad. Merece la pena hacerlo, puesto que cuenta con un
equipo de estupendos profesionales que sabe montar unas exposiciones
muy interesantes y dignas de ver.
He
estado hoy y aunque no disponía de tiempo para todo, sí he visto
bastante. No he visitado la exposición permanente de Miquel Navarro,
que ya había visto, es magnífica y conviene verla en varias
sesiones.
En
la primera planta se puede ver El discurso del método, del
portugués Pedro Valdez Cardoso. Es una serie de collages relativos a
la culpabilidad.
En
una de las salas de la segunda planta se puede gozar con Té con
Nefertiti, comisariada por Till
Fellrath y Sam
Bardaouil. La muestra recoge
a 26 artistas contemporáneos. Es
difícil no quedarse atrapado en la contemplación de
las obras que la componen. La
tesis consiste en mostrar que el arte se puede utilizar para crear
imágenes de culturas. Una
obra de arte expuesta en un museo, en un contexto diferente al
de su creación, añade
significados a los que ya tenía. Considero
apropiado copiar unas palabras del folleto: “(el
arte) podría convertirse en un potente agente de apropiación del
pasado, para controlar el
presente e incluso dictar el futuro.” Decididamente,
es inquietante la cuestión y merece la pena estar informado y saber
qué cosas se pueden hacer.
En
otra sala de esta segunda planta se puede admirar una estupenda
colección de Rafael Canogar. Al acceder, el visitante se encuentra
con una foto del artista, de mirada amable y penetrante, y al lado un
texto explicativo. Los cuadros que hay son de cuatro metros cuadros
por término medio, y su belleza es indudable. Son de una sencillez
elegante. Resulta de más decir que lograr la sencillez puede ser muy
trabajoso.