He de comenzar diciendo que un donante de
sangre no piensa que le vayan a dar las gracias. Ese era mi caso y
deduzco que el de todos los demás. Puedo añadir que mis donaciones
han servido en algún caso personas que me habían estado haciendo
mal, o querían hacérmelo. No me importa, porque cada cual es como
es. La índole del escorpión abunda, pero no por ello hay que
cambiar el propio comportamiento.
Tengo escrito que el agradecimiento es
propio de las almas elevadas, y esas escasean. Por ese motivo, cuando
alguien ha sufrido una operación quirúrgica en la que ha necesitado
alguna transfusión sanguínea y luego, para resaltar lo delicado de
su caso dice: me han tenido que poner dos bolsas de sangre, y lo dice
como si esa sangre hubiera brotado de un árbol, o la hubieran
fabricado en un laboratorio, inspira ternura. Lo correcto habría
sido que dijera: Estoy vivo gracias a los donantes de sangre, a los
que agradezco su altruismo y su generosidad. Pero no, suelen
considerar el asunto como si fuera un medicamento más que se les ha
administrado.
Hay muchos que se creen mejores que los
demás y desean cambiar el mundo, pero quieren hacerlo mediante ideas
geniales, no mediante sus actos, no cultivando la virtud del
agradecimiento, no intentando la vía de la cordialidad.
Hay muchos que pregonan su sensibilidad,
pero ni ellos mismos se dan cuenta de que esa sensibilidad es
impostada y más falsa que un euro de madera, más cercana a la
sensibilidad del narcisista que a la verdadera sensibilidad. Lo suyo
es el egoísmo, presente en cualquier acto de maldad que tenga lugar.
El egoísmo y el narcisismo son propios
de personas que no han superado la etapa infantil, mientras que la
generosidad y el agradecimiento se dan en quienes han alcanzado, o
quieren hacer, la madurez.