ALGO
SOBRE LA MUERTE DE FIDEL CASTRO
Por Francisco
Javier Guardiola
losagonistas@yahoo.com.ar
¿Qué siente un joven
argentino de 22 años cuando va a salir por primera vez de su país?
Se me ocurre que Ilusión por conocer otras personas, otras
culturas, algo de temor, y hasta la esperanza de encontrar un amor
que lo lleve más allá de sus propios sueños, pero sobre todo,
siente –se me ocurre pensar- una euforia enorme por llegar a ese
nuevo lugar.
2 de abril de 2003, Cuba.
Bárbaro Leodán Sevilla García, con 22 años, junto a otros
jóvenes secuestran la lancha “Baraguá” con un cuchillo sin
filo, con el objetivo de llegar a la costa de Florida. El hecho me
pone enfrente una pregunta similar a la que me hice al comienzo de
estas líneas. ¿Qué siente un joven cubano de 22 años cuando va a
salir por primera vez de su país? La respuesta no puede ser tan
diferente. Sentirá ilusión, temor, esperanza y euforia. La
diferencia es que el cubano sabe que no puede fracasar en el intento
de salida. El fracaso será su muerte. En Cuba aún hoy y desde
1958, se castiga severamente el hecho de querer salir de la isla.
Bárbaro Leodán
Sevilla García, hijo de Evangelio y de Rosa María, natural de
Guaimaro, fue ejecutado por el gobierno de Fidel Castro el 11 de
abril de 2003, solo nueve días después de haber osado salir de su
país sin éxito. El mismo Fidel expresó que era una ejecución
“para ejemplarizar, para que nadie lo intente de nuevo”.
He querido pensar y
ponerme en la misma instancia vivencial que sufrió Bárbaro entre la
noche del 10 de abril y la madrugada del 11. Ya no quedan más
ilusiones, ni esperanzas, pero sí temor. Bárbaro no sabe nada de
política, no entiende esa ubicación geométrica en donde todos
colocan a sus ideas. El sólo quería ser un poco más feliz, aun
pecando de serlo en otro sitio que no fuera Cuba. La historia me
lleva a imaginar los pensamientos de Bárbaro en esas horas de
angustia inigualable. Ante el desarrollo final del juicio sumario que
lo condenaba a muerte, Bárbaro no pudo haber pensado que existía
un Dios. Habrá pensado que en eso tenía razón el régimen. Ni
siquiera cuenta con un pequeño amuleto como para aferrarse a algo.
La noche va dando lugar a las primeras luces de su caluroso Caribe,
zumba el cielo y la soledad. Falta poco. El dictador duerme en paz,
como cualquier psicópata, pero éste gobierna. Imagino a Bárbaro
pensando en sus amores más profundos, haciendo un recorrido por sus
cortos años y repasando su trance inesperado de niño a hombre;
el amor de su abuela, la sonrisa de su madre, el bullicio de sus
hermanos, la voz chillona y graciosa de su padre, los besos de su
niña enamorada, sus amigos, la escuela, los cigarrillos, el ron
joven como él, la alegría de una guitarra cubana. Habrá tenido
tiempo de pensar una vez más en su sueño trunco, y finalmente en
la vida que definitivamente y de manera inexorable se iría en tan
solo unas pocas horas.
Dicen que el 26 de
noviembre de 2016 murió Fidel Castro. Yo sólo he podido pensar en
Bárbaro Leodán Sevilla García, de 22 años, hijo de Evangelio y de
Rosa María, natural de Guaimaro.