Unos ingredientes, unas manos, un amor al trabajo bien hecho, un primor. Me lo había dicho José Ramón Romero, que acaba de abrir el Wine Bar Symbiosis, en Gregorio Gea 43, de Mislata: Paz Corral es de las mejores de España.
Tiempo atrás, Ricardo Bellveser me había contado que junto con otros dos personajes del mundo de la cultura había recorrido España en busca de la mejor tortilla española. Durante un buen rato me estuvo hablando, en tono erudito, de las particularidades de este producto de la gastronomía.
Hay platos que, pese a su aparente sencillez, dependen casi de manera absoluta de quien los hace. Alguien dijo que comer bien no es cuestión de dinero, sino de cultura, y aquí tenemos un plato modesto, cocinado por manos amorosas, capaz de entusiasmar a los paladares más exigentes. Explica Paz que en las tortillas secas no se nota la clase de huevo, pero en las jugosas sí que se distingue si es campero o no. Unas buenas patatas Liberta y un aceite fino, que no interfiera el sabor, pero, sobre todo, la pericia dan un resultado espectacular.
Echo de menos a Pancracio Celdrán
Gomariz, un sabio que no presumía de serlo, que, sin duda gozaría
con las tortillas de este sitio. Estuve con Fernando Iwasaki, cuyo
libro ‘
Sevilla, sin mapa’, espero comentar pronto, y le
pareció muy buena. A Consuelo Císcar, a quien deseo que salga con
bien del embrollo judicial en que está inmersa -es urgente, si
queremos salvar la democracia, que la justicia sea totalmente
independiente; me indigna el pasteleo entre el PP y el PSOE en este
terreno-. Si consigo que Enrique Arias Vega venga a probarla ya sé
que la pedirá sin cebolla, como otras amistades tan gallegas como la
propia Paz Corral. En cambio, hay otros que si no lleva cebolla no la
quieren. Ninguno se quedará con hambre.
Esta cocinera salió muy bien librada de un concurso organizado por Rafael García Santos, que no se deja embaucar por nadie y menos por fantasmones que han logrado su popularidad gracias a la televisión y no a su habilidad en la cocina.