Por
Francisco Javier Guardiola
Después
del Mundial de Fútbol 2006, en el que Italia venció a Francia y se
coronó campeón, escribí el artículo “Zidane
es Camus”.
En esa final Zidane le da un cabezazo al pecho a Materazzi. Este
hecho me permitió establecer una relación filosófica entre
Zinedine Zidane y Albert Camus. Ambos franceses de origen argelino,
ambos vinculados claramente con España, el futbolista, ídolo del
Real Madrid, se casó con Verónique Fernández, que es hija de
padres españoles y con quien tuvo hijos españoles. La madre del
escritor, Katerine Sintés, también era española. El amor de su
vida, María Cáceres, nació en España. Ambos comprendieron el
sentido estético de la existencia, a través de sus acciones vitales
y del fútbol, ambos comprendieron el “absurdo”
de todo y el valor de la rebeldía como distracción valiosa hasta
esperar la muerte. Zidane lo hace desde su juego exquisito, desde su
embestida contra el pecho del italiano y contra todo el catenaccio
como sistema del antifútbol, en la final y en su despedida de la
práctica profesional. Camus lo hace desde su propuesta poética y
literaria, desde su resistencia al fascismo,
desde su rebeldía hacia cualquier autoritarismo.
Lionel
Messi es el protagonista casi exclusivo de las noticias deportivas
del mundo, desde hace quince años, incluyendo la obtención del
título de Campeón en la última copa disputada en Qatar. Aquella
relación establecida entre Zidane y Camus se repite una vez más,
pero ahora en Messi. Camus en El
mito de Sísifo,
piensa a la Historia como una repetición abstracta de circunstancias
y piensa que cada cobardía, cada traición o cada heroísmo, se
reitera de un modo idéntico y permanente a través del tiempo.
Con
estas ideas se me ocurre pensar ahora en Messi. Y en Marco Aurelio,
el Emperador que nos regaló sus “Meditaciones”,
un compendio de pensamientos estoicos. Es natural que alguien crea
que el hecho de comparar a Messi con Marco Aurelio sea una
exageración, pero no soy un profesor de cultura grecolatina ni un
especialista del fútbol. Me animo a vincular el fútbol y la
filosofía gracias a las palabras de mi amigo Enzo: “en
la exageración está dios”.
Y lo hago, por ahí hasta veo algún dios en el cielo. Hablaré del
Emperador en tiempo presente, solo como para traerlo más cerca en mi
relato sin necesidad de remontarme diecinueve siglos hacia atrás. Y
también para confundir, y sobre todo, para confundirme. Marco
Aurelio inaugura un nuevo estilo de mando en el Imperio. Es quien
mejor reconoce todos los campos de acción. Es práctico en la lucha
y no se rinde nunca. Cree en el arte, ayuda a los artistas. Es
equilibrado y mesurado adentro y afuera de la batalla. Ambicioso.
Sereno. Magnánimo con el vencido, respetuoso de sus costumbres y
tolerante de su religión. Introspectivo, sabio, valiente, prudente.
Está siempre cerca del soldado en el lecho de muerte, y codo a codo
con el que defiende o ataca. Juega con las palabras y con los
conceptos para encontrarle un sentido a la vida. Navega libre en un
mundo de ideas. Festeja los triunfos y sufre las derrotas junto a sus
súbditos. Pacífico en tiempos de paz y letal en tiempos de guerra.
Messi recorre con su mirada toda la cancha, camina en círculos
irregulares por el centro, se desmarca con sigilo, es libre, sabe
dónde está cada uno de los otros veintiún jugadores y espera el
momento. No finge nunca y nunca se rinde. Siempre juega. Es
equilibrado y mesurado, adentro y afuera de la cancha. Da
indicaciones precisas, con gestos o con frases cortas. Es
introspectivo, sabio, valiente, prudente. Cree en el arte, él es el
arte. Festeja sus goles abrazado a sus compañeros. Ambicioso.
Sereno. Está en todos los partidos y transmite calma y entusiasmo en
los vestuarios. Es pacífico, y de golpe, como un depredador serial,
arremete letal. Es el capitán de un ejército de amigos y su
liderazgo lo ejerce de manera horizontal. No veo en la historia un
gobernante o un futbolista que se les parezcan. En este preciso
instante, mientras escribo, se me confunden. Y si la historia es
circular o reiterativa, puedo decir que Messi es Marco Aurelio o que
Marco Aurelio es Messi. Para mí, a partir de ahora será lo mismo
expresarlo de un modo o de otro.
Hernán
Casciari tiene un relato en el que identifica a Messi como un perro,
de hecho lo llama “Messi
es un perro”.
En este maravilloso relato el lector desprevenido, al principio no
entiende nada, y esto el escritor lo sabe, teniendo en cuenta que a
los que juegan mal al fútbol se les dice “perros”. Pero el perro
al que Casciari iguala con Messi no es de éstos que nadie elige. Es
otra clase de perro, podría fantasear con el perro sagrado de los
egipcios, o con Buck, el perro extraordinario de El
llamado salvaje
de Jack London. No, el escritor lo iguala con el perro amado de
cualquier ser humano. Sugiero leer o escuchar el relato de Casciari,
pues no quisiera ingresar en la horrible categoría de ser un spoiler
literario.
Messi
o Marco Aurelio, son y serán personajes que la historia nos regaló
para que tengamos la posibilidad de pensar y repensar nuestra
conducta vital, nuestros procesos reflexivos, nuestra misión,
nuestro esfuerzo diario y nuestras aspiraciones espirituales más
nobles.