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viernes, 18 de marzo de 2011
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miércoles, 16 de marzo de 2011
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CRISTAL Y ACERO, por José Mas |
En memoria de María Beneyto, fallecida ayer. El funeral y el posterior entierro se celebrarán hoy miércoles, día 16 de marzo, a las 12 horas, en el Tanatorio del Cementerio General de Valencia.
CRISTAL Y ACERO
Para María Beneyto
Varias mujeres de cristal, rompible y transparente,
te constituyen ante ti y también para el mundo.
Desde niña tu vida ha sido expuesta
a la mirada de la lluvia y de todas sus devastaciones,
pero también ha hecho el sol arder, unívoco y al mismo tiempo policromo,
toda tu arcilla enamorada y atormentada.
La enfermedad de los demás con sus ardores urticantes, insostenibles,
infestó de miedo y de desgracia
la floración más delicada de tus anhelos infantiles.
Pero sacaste del fondo de tu pozo insondable
la fundición improvisada del acero
que te haría invencible ante el taimado tiroteo del dolor
y de sus humillaciones.
Aunque en muchas ocasiones llegaría a faltarte
el pan y el agua, tú sabías siempre
encontrar con desvelo y con entrega
que no pedía ni siquiera gratitud a nada y nadie
el maíz más dorado y fragante
que alimentara y a la vez iluminara
el corazón amenazado.
En tu voz que, al sonar, no podía ya olvidarse,
peleaban o se fundían el saxofón,
de ganguear oscuro y requemado,
con los sonidos más etéreos
–entre deslizamientos sedosos y tanteos mojados-
de una armónica de cristal del siglo XVIII.
Muchas noches de luna he sentido cruzar por tu terraza florecida
las palomas en celo cuyo arrullo cebabas
con el trigo armonioso que mimaban tus manos
en un alféizar, que, entonces, era toda Venecia.
Y en siestas de verano en las que hasta las calles más ruidosas
se dormían,
te he visto trabajar incansable
por vendarles las patas malheridas a los perros
abandonados,
o empapuzar de alpiste delicado
a los jilgueros alelados por el calor
y a los que, al igual que a los hombres,
tú enseñabas a cantar con lo mejor de tus versos.
Tus manos han pesado el plomo imponderable
de un traje amante que habitó la muerte.
Y tu oído insomne, abierto a los febriles
e indescifrables crujidos de la soledad
ha escuchado el tañer de los aplausos
y el rasguear incierto, cada vez más lejano,
de los laúdes de la envidia
y del olvido.
Pero desde ti misma y hacia los otros
siempre regresarán las golondrinas,
que concebiste tú, no con sayal oscuro,
sino con túnica de nieve.
José Mas
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