Esto de escribir en un blog o bitácora conlleva que de vez en cuando se tengan que hacer confidencias personales. La cuestión es que quizá por aquello de que cada día cuando me levanto tengo la impresión de que podría dormir dos horas más, no suelo tener consciencia de lo que sueño y, por tanto, tampoco lo recuerdo. Eso no significa que alguna que otra vez no tenga sueños, generalmente agradables. Pero hay uno que perdura en mi memoria a lo largo del tiempo. Lo tuve en los años noventa y, por lo visto, no lo voy a olvidar nunca. En el principio, yo estaba en un parque público en el que había bastante gente, matrimonios, parejas de novios, grupos de amigos, que paseaban endomingados. Las damas parecían salidas de la peluquería y los hombres que lucían bigote, barba, o ambas cosas, los tenían perfectamente recortados. Yo desentonaba totalmente, puesto que no iba endomingado, ni acompañado; para terminarlo de arreglar, e incomprensiblemente, llevaba un mono sobre el hombre. Aún estaba rumiando mi desconcierto cuando se me encaró un potentado, cuya imagen se correspondía exactamente con la que aparecen en las viñetas los ricachones sin entrañas, orondo, con figura de tonel, impecablemente vestido y la sonrisa de oreja a oreja, mostrando toda la dentadura. Me retó a un duelo y yo supe de antemano que mi retador se reservaba todas las ventajas. No obstante, por no parecer cobarde, acepté (se conoce que en sueños uno toma decisiones que no tomaría jamás en estado de vigilia). En mi ensoñación, mi ánimo ya estaba inquieto, pero el sueño ya iba camino de convertirse en una pesadilla. Mi contrincante puso dos rifles en el suelo, uno para que lo usara yo, descargado y el otro, con la carga reglamentaria, en su lado. Yo cogí mi rifle y le apunté, con el corazón latiendo a toda velocidad, mientras él me observaba tranquilo y sin perder la sonrisa. Se agachó con parsimonia a coger el suyo y entonces sucedió lo imprevisto. El mono que yo llevaba al hombro se le adelantó, e imitándome le apuntó. El ventajista salió corriendo y ya no sé si el mono le acertó en el tiro o no, porque me desperté alborozado.Y eso es lo que yo deseo a todas las personas de buena voluntad, que lleven un mono al hombro, para que les espante a los embaucadores, estafadores, tramposos, embusteros, egoístas, aprovechados, gandules, truhanes, bellacos, beocios, marrulleros, jugadores de ventaja, necios, sollastres, albardanes, prepotentes, indignos, depravados, desalmados, innobles, pérfidos, fatuos, penseques, etc., que se les acerquen con las intenciones que les son propias. Feliz Año Nuevo.
Rodrigo de Vivar, el Cid Campeador
Don Quijote de la Mancha
La isla del tesoro
Las mil y una noches
Beatriz Galindo, La LatinaTerroristaLos que le llamábamos Adolfo
La Comunidad Valenciana y el guirigay nacional
Vicente Torres