Hay quien muestra su maldad sin pudor
alguno, aunque cabe la sospecha de que quien lo hace piensa que es un
gesto de superioridad. Algunos necesitan sentirse superiores. De
cierto elemento piensan muchos que es sosegado y reflexivo, pero en
cambio quienes se han fijado bien saben que se lo llevan los demonios
y necesita desviar su atención hacia otros.
Estoy leyendo el libro ‘Necesidades
emocionales’ de Carmen Cayuela y aunque aún no lo he terminado
puedo anticipar ya que sirve perfectamente para analizar el
comportamiento de los demás y de uno mismo. No hay mejor modo de
conocerse uno mismo que investigando al prójimo y de ahí que el
personal se conforme tan fácilmente con los estereotipos, porque eso
le exime de profundizar en el conocimiento de sí.
Cierta persona demuestra continuamente su
caudal de conocimientos, lo cual le sirve para ser catalogado como
racional. Y sin embargo vive esclavizada por sus sentimientos y esa
exhibición continua de su erudición es una pantalla con la que
oculta su vulnerabilidad emocional; si se le explica a otra persona
que en cierto lugar, exceptuando a uno, todos hacen la pelota y a ese
que es la excepción se le considera el malo es capaz de explicar por
qué ocurre eso y por qué el señalado debería hacer también la
pelota y a continuación dice que se considera a sí mismo como
racional. Un doctor en Filosofía cuenta que se ha apartado de unos
amigos, pero lo equilibra alegando que se ha acercado a otros. Si es
para esto para lo que sirve la filosofía...Otros que por su forma de
hablar dan a entender que tienen un alto concepto de sí mismos no
tienen reparo en faltar a la palabra que han dado, en incumplir sus
compromisos adquiridos, en defraudar a quien confió en ellos.
Es una evidencia que la exhibición de
buenos sentimientos que caracteriza a nuestro tiempo no se
corresponde exactamente con los hechos. O sea, algunas veces sí.