Queda
muy bonito decir que se admira el afán de superación, pero esta
afirmación puede tener la finalidad de enmascarar la frivolidad de
quien lo dice.
El
citado afán está muy bien que se estimule en los ámbitos
apropiados y en las personas susceptibles de tenerlo. En
conversaciones mundanas está fuera de lugar muchas veces. A menudo,
quienes lo dicen muestran cierto desinterés por las personas con las
que hablan, sin que en ningún momento traten de averiguar si ellas
se da o no dicho afán. Si su admiración o respeto por él fuera el
que anuncian se comportarían de otro modo con la gente.
Tampoco
conviene el papel de los genes. Algunas de las personas que han
logrado superar los problemas dificilísimos que les ha planteado la
vida han tenido la suerte de que su genética les ha empujado a ello.
La voluntad es muy importante, pero ésta también viene dada, en
mayor o menor medida, por los genes. Digo estas cosas para dejar
constancia de que las cosas no son tan fáciles como puede parecer a
simple vista. No se trata de que alguien diga: voy a tratar de
superarme, y ya está. Es más complicado.
Y
del mismo modo que hay gente que no se arredra ante los obstáculos,
también la hay que se hunde a la mínima dificultad. ¿Quienes dicen
que admiran el afán de superación desprecian a estos otros? A lo
mejor tampoco es cierto. Quizá sea que no saben lo que dicen, porque
puede darse el caso de que en su entorno tengan otras personas así y
las traten con mucho cuidado.
Al
final, lo que descubre ese modo de hablar es que a quienes utilizan
esas expresiones tan a la ligera el ser humano les importa poco. Les
interesan únicamente las personas que están en sus círculos. Y a
pesar de esa evidencia es posible que digan eso de que el hombre
es un fin en sí mismo y no un medio.