CARTA AL AÑO ENTRANTE
Querido y temido 2010:
Debajo de las faldas festivas de diciembre,
se sienten ya tus lloros y tus risas.
Se dice que la luna, ¡tan coqueta!
ha abierto innumerables mirillas
en el hielo congénito
de los mares del norte y del sur,
para verse más hondo y, sobre todo,
para que puedan verla y disfrutarla
los peces abisales que ignoran desde siempre
el nombre titilante de la luz.
Anuncian los periódicos
que tienen catalepsia los ríos y las fuentes,
y hay que resucitarlos destruyendo
las centrales eléctricas.
Las fábricas contaminantes
habrán de trasladar sus turbulencias
a los desiertos en vías de extinción
o a las montañas altas, más de niebla que de nieve.
En reuniones que han dejado de ser secretas,
se comenta que los bancos no son
sino edificios de ladrillo y sospecha,
ya que las cajas fuertes
son solo cajas por la forma
y fuertes por las deudas.
Según los brokers, de ahora en adelante,
solo cotizarán en bolsa
el dólar del dolor y la extorsión
y el euro poderoso de la impotencia.
La muerte ya prepara sus colores mejores
para la ceremonia de la devastación:
desde el negro, austero y elegante,
al blanco suntuoso de hueso, pasando
por el más encendido púrpura de la sangre,
y el gris humo de la asfixia.
Pero después de todo, puede ser
que no haya motivos para tanta alarma:
desde que los hombres aprendieron
a contar los años
por el espejo giratorio de los cielos,
no se sabe de ningún año en blanco,
aunque tantos debieran haber sido tachados
con tachadura irreparable.
Por ello alcemos nuestra copa
con pasión efímera y eterna,
y brindemos
por la vida,
que es solo intensa porque en ella
cabrillea la espuma de la muerte.
José Mas
La gente joven se pasan e intercambian las canciones que acaban de descubrir y que “les mola”. Realizan una labor de benévolos descubridores y promotores de artistas y canciones. Llevan a cabo una polinización altruista idéntica a la de las abejas. No hay más que verles en los conciertos, cantando en coral con sus ídolos. De algún modo debieron aprenderse la letra y la música. Siempre me he preguntado si esos “fans” tienen derecho a una retribución por promocionar las canciones de un artista novel o si los ingresos van integros a las cuentas de la SGAE. Cuando yo estudiaba derecho, en la calle San Bernardo había bares donde nos daban una docena de entradas de teatro para “la claque”, siempre de últimas filas, juntitos y controlables, para jalear ruidosamente la obra aún cuando fuese un bodrio. Así veíamos teatro gratis, nos cultivábamos.
En mi vida profesional he conocido los agentes de las discográficas que se paseaban por emisoras de radio y televisiones, como hacen sus colegas de la industria farmacéutica con los médicos, intentando conseguir que metas de gorra tal o cual cantante o músico de su escudería. En esos momentos, la gratuidad no solo no es condenable sino que se recompensa con regalitos al técnico cooperante. Una vez conocido el pupil@ de la discográfica, se detiene cualquier concesión a la gratuidad, se da marcha atrás y el artista no puede abrir la boca si no es para que funcionen las cajas registradoras de la discográfica y de la SGAE. ¿Cual es el problema que se plantea a estas máquinas de hacer dinero?
Sufren el mismo problema que los grandes medios de comunicación. La tecnología ha avanzado de tal manera, gracias a internet, que las imprescindibles inversiones en costosas herramientas de hace poco, han disminuido al mínimo, un mínimo que ha reducido todo lo que era producción, maquinaria y costos al “do it yourself” (házlo tu mismo) y con ayuda online. Todavía hay ignorantes –bastantes colegas míos– que siguen mofándose de la revolución que se ha producido delante de sus narices sin que ellos se enterasen. Sin saber cómo ni por qué, desaparecieron los dinosaurios y los serenos asturianos. Y se rascan la cabeza incrédulos pero convencidos de que todo es inmutable. El Papa habla de relativismo. Es un iluminado.
Y esa revolución sigue imparable. Ya no hacen falta bobinas o resmas de papel, no es necesario hacer fotomecánica ni retocarla, ni pagar picadores de textos, han desaparecido los correctores de pruebas, cualquier ordenador hace la “puesta en página”, han desaparecido las costosas rotativas del tamaño de una locomotora, las distribuidoras de prensa se reciclan y distribuyen hasta juguetería, el autor de un libro lo puede editar él solito en la cocina de su casa y tener un ejemplar encuadernado en 15 minutos. El músico compone, graba, difunde sin necesidad de un organismo de nombre rimbombante. Puede presentar su trabajo, urbi et orbi, subiéndolo a Youtube. Si enlaza con su público no necesita intermediación. Dicen que “la Juani” de Toledo sacaba seis mil euros mensuales por pasearse desnuda en su casa mientras hacía las tareas de su hogar. Todo con una inversión de 200 euros en webcams y un número de teléfono de tarifa especial. Y el cine se produce y difunde ya con costos ridículos. La promoción solo requiere imaginación si hay calidad.
Vemos la gente del campo tirando cientos de toneladas de pepinos porque se los pagan a 8 céntimos el kilo y su costo de producción ronda los 30 céntimos. El ama de casa paga esos mismos pepinos entre 1,70 y 1,80 euros en el super. Pero ya hay jóvenes almerienses vendiendo tomates directamente a los consumidores. Gracias a Internet, el ama de casa puede pedir a una cooperativa de productores que le suministren cada 15 días todos los productos que necesite y pagar directamente desde su banco con un simple “click”. Los abusos de los intermediarios van a desaparecer.
Desde 1968 estoy diciendo que estamos viviendo un cambio de Era. Abarca todos los sectores imaginables. Pasamos de la abundancia mal distribuida –hambre y obesidad– y despilfarrada (destrucción de pepinos, naranjas, tomates…) , a la Era de la Justicia distributiva. Para parte de la Humanidad, ha sido pasar del Tam-tam al teléfono móvil y el satélite sin solución de continuidad.
La profesora explicaba que la hiena es un animal que come carroña, se reproduce una vez al año y se caracteriza por una risa sonora y escalofriante. “Jaimito ¿has entendido lo que he dicho? No Señorita, si la hiena come mierda y folla una vez al año ¿de qué coño se ríe?”. Tengo numerosos compatriotas, digitalmente analfabetos, que no paran de reirse de los despectivamente llamados “blogueros”. Y a Rosarito Flores, que no se muera de hambre, que en mi casa tiene mesa y mantel de periódico atrasado.