Los atentados que sufrieron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 conmocionaron de modo notable a Estados Unidos y su gobierno, que no esperaban un ataque terrorista de tal magnitud. Como no podía ser menos, el hecho ha comenzado a generar obras literarias que analizan la realidad y sus circunstancias e indagan en busca de explicaciones a lo sucedido.
Hasta el momento, he leído tres libros que tratan sobre la cuestión. El primero fue “Terrorista”, de John Updike. El protagonista, Ahmad, es hijo de una estadounidense de origen irlandés y de un estudiante egipcio que luego desapareció al no poder cumplir sus objetivos. La vida del joven estaba encaminada a discurrir dentro de los cauces normales, pero se mezclaron en ella ciertos condicionantes. La novela pone de manifiesto algunas brechas que existen entre la civilización occidental y la islámica. No faltan algunos detalles racistas, o el tradicional desinterés por lo que le ocurre al prójimo. Todos estos detalles son aprovechados por los terroristas para atraerlo poco a poco y con sutilezas. Como detalle optimista, contiene la actuación del asesor escolar de Ahmad, Jack Levy que desde el primer momento sabe darse cuenta de lo que ocurre y pone su empeño en recuperar al joven.
El segundo libro fue “Un trastorno propio de este país”, de Ken Kalfus. En él se analiza la crueldad cotidiana en la que se desenvuelven nuestras vidas y que no tiene nada que envidiar a la de los terroristas. Marshall y Joyce componen un matrimonio que está sometido a un largo proceso de divorcio y siguen compartiendo el mismo minúsculo apartamento, a causa de sus menguadas economías. Ambos se libran de morir a causa de los atentados por motivos distintos; y cada uno de ellos se alegra ante la posibilidad de que el otro haya muerto. La convivencia entre ambos está llena de grandes crueldades, de las que son “víctimas colaterales” los dos hijos del matrimonio, Viola y Vic, de cuatro y dos años de edad, que también son usados como armamento por ambos contendientes. Tampoco los amigos se libran de participar en la lucha. Los abogados de ambos son amigos entre sí y tras cada sesión se despiden con un beso.
El tercero de los títulos que menciono al principio es “El fundamentalista reticente”, escrito por Mohsin Hamid, un paquistaní que triunfó en Estados Unidos y que, por ello, lo ama. Parte de la base de que sólo con su talento logró un puesto de trabajo en una prestigiosa consultora financiera e ingresar en la elite social, algo que un extranjero en sus mismas circunstancias no hubiera podido conseguir en Pakistán. Ahora reside en Londres, en donde ha publicado el libro en el que con mirada pakistaní y modales encantadores retrata a la sociedad estadounidense.
De la lectura de los tres libros puede extraerse la conclusión de que los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 causaron un impacto en la sociedad estadounidense que va mucho más allá del ya de por sí inmenso daño moral y material. Podría compararse su actitud a la de un gigante que creyéndose a salvo de cualquier contingencia, ha sido herido y ahora mira al mundo con desconcierto, recelo y furia. El camino para protegerse y vencer al terrorismo también lo marcan los libros citados. La actitud de Jack Levy, en Terrorista, que confía en el ser humano por encima de todo y logra extraer lo mejor de él, parece muy conveniente. También resulta muy plausible el intento de explicar a los gobernantes y ciudadanos estadounidenses que las personas de otras razas y creencias también son seres humanos con los mismos derechos y deberes. No es justo sospechar de nadie por su nacionalidad, color de piel o creencia religiosa.
Hasta el momento, he leído tres libros que tratan sobre la cuestión. El primero fue “Terrorista”, de John Updike. El protagonista, Ahmad, es hijo de una estadounidense de origen irlandés y de un estudiante egipcio que luego desapareció al no poder cumplir sus objetivos. La vida del joven estaba encaminada a discurrir dentro de los cauces normales, pero se mezclaron en ella ciertos condicionantes. La novela pone de manifiesto algunas brechas que existen entre la civilización occidental y la islámica. No faltan algunos detalles racistas, o el tradicional desinterés por lo que le ocurre al prójimo. Todos estos detalles son aprovechados por los terroristas para atraerlo poco a poco y con sutilezas. Como detalle optimista, contiene la actuación del asesor escolar de Ahmad, Jack Levy que desde el primer momento sabe darse cuenta de lo que ocurre y pone su empeño en recuperar al joven.
El segundo libro fue “Un trastorno propio de este país”, de Ken Kalfus. En él se analiza la crueldad cotidiana en la que se desenvuelven nuestras vidas y que no tiene nada que envidiar a la de los terroristas. Marshall y Joyce componen un matrimonio que está sometido a un largo proceso de divorcio y siguen compartiendo el mismo minúsculo apartamento, a causa de sus menguadas economías. Ambos se libran de morir a causa de los atentados por motivos distintos; y cada uno de ellos se alegra ante la posibilidad de que el otro haya muerto. La convivencia entre ambos está llena de grandes crueldades, de las que son “víctimas colaterales” los dos hijos del matrimonio, Viola y Vic, de cuatro y dos años de edad, que también son usados como armamento por ambos contendientes. Tampoco los amigos se libran de participar en la lucha. Los abogados de ambos son amigos entre sí y tras cada sesión se despiden con un beso.
El tercero de los títulos que menciono al principio es “El fundamentalista reticente”, escrito por Mohsin Hamid, un paquistaní que triunfó en Estados Unidos y que, por ello, lo ama. Parte de la base de que sólo con su talento logró un puesto de trabajo en una prestigiosa consultora financiera e ingresar en la elite social, algo que un extranjero en sus mismas circunstancias no hubiera podido conseguir en Pakistán. Ahora reside en Londres, en donde ha publicado el libro en el que con mirada pakistaní y modales encantadores retrata a la sociedad estadounidense.
De la lectura de los tres libros puede extraerse la conclusión de que los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 causaron un impacto en la sociedad estadounidense que va mucho más allá del ya de por sí inmenso daño moral y material. Podría compararse su actitud a la de un gigante que creyéndose a salvo de cualquier contingencia, ha sido herido y ahora mira al mundo con desconcierto, recelo y furia. El camino para protegerse y vencer al terrorismo también lo marcan los libros citados. La actitud de Jack Levy, en Terrorista, que confía en el ser humano por encima de todo y logra extraer lo mejor de él, parece muy conveniente. También resulta muy plausible el intento de explicar a los gobernantes y ciudadanos estadounidenses que las personas de otras razas y creencias también son seres humanos con los mismos derechos y deberes. No es justo sospechar de nadie por su nacionalidad, color de piel o creencia religiosa.
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