miércoles, 16 de septiembre de 2015

Gustavo Bueno y la envidia

Al contrario de lo que ocurre con otros, a Gustavo Bueno conviene tenerle en cuenta y meditar sobre lo que dice. Si Zapatero lo hubiera hecho, nos habríamos ahorrado muchas incomodidades. Al no hacerle caso, el entonces presidente hizo bueno el diagnóstico del filósofo.
Concedió una entrevista al diario Abc, bastante larga y habla de muchas cosas. Lleva por título «En España tenemos el cerebro hecho polvo». Al final de la entrevista le preguntan por la envidia su respuesta es que ha visto más imbecilidad que envidia.
Dejando aparte la posibilidad de que haya querido menospreciar a sus detractores, la envidia existe y muchas veces causa grandes perjuicios. Otra cosa es que quienes se dejan llevar por la envidia sean estúpidos y lo son porque se degradan por no saber controlar sus pasiones.
Quienes actúan así suelen minimizar sus actos, como si fueran cosas sin importancia. En el caso extremo de hayan llevado a al suicidio a alguna de sus víctimas suelen alegar que es culpa suya, porque ya estaba mal anteriormente. Han actuado del mismo modo con otros y no ha pasado nada.
Otra cuestión a tener en cuenta es que lo que más envidia genera es la bondad. Muchos pueden pensar que es la inteligencia, cosa que no es cierta porque está muy bien repartida en el mundo. Todos están conformes con la que tienen. La bondad, en cambio, sí plantea problemas. Contra lo que muchos se empeñan en creer, tener bondad no consiste en estar bobo, sino en ser capaz de hacer cosas que requieren mucho esfuerzo y que redundan en beneficio de los demás y también de quien las lleva a cabo, porque fortalecen su espíritu, le dan confianza en sus fuerzas. Todo ser humano necesita creerse bueno, salvo quizá los psicópatas, que funcionan de otra manera. Cuando alguien tropieza con una persona verdaderamente buena es como si se situara ante un espejo, que le devuelve una imagen que no le gusta. Los hay que se vengan.

1 comentario:

Jesús M. Landart dijo...

Desde luego, tienes mucha razón en una cosa: no es la inteligencia lo que provoca envidia. Todavía estoy por escuchar al primero quejarse de no tener suficiente, o de que otro tiene más que él.