PRESENTACIÓN del libro de Vicente Torres.
LA DEL ALBA
Librería El Imperio, 9 de febrero, 2023
Con Fernando Bellón, el autor y yo misma.
Agradecer a Vicente Torres que me haya invitado a presentar, junto con Fernando Bellón, esta última obra suya publicada. He tenido el gusto de presentarle otras con anterioridad y el que vuelva a confiar en mí, es motivo de satisfacción.
«“—La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tal alborozado por verse ya armado caballero que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo».
Así comienza este libro, con una referencia literaria (y aparecen unas cuantas más a lo largo de la obra). Al leer ese inicio, me pregunté qué querría decirnos el autor, Vicente Torres, ¿Quería simplemente recordar a don Quijote en un momento de alegría, pura y sencilla, un poco ingenua? ¿Quiso evocar a través de ese gran símbolo del ser humano, a alguien incomprendido, a quien toman por loco mientras lucha contra el mundo, que percibe lleno de injusticias? ¿Vamos a asistir a una lucha?
Les anticipo que sí, que este libro es el relato de una lucha. Y no un relato cualquiera, puesto que, en su mayor parte, es autobiográfico y no se oculta. El protagonista, obviamente, es el propio autor, quien encuentra en sus amigos, el matrimonio formado por Ignacio y Leonor, no solo el placer de conversar con ellos y sentirse confortado y comprendido, sino un pretexto para exponer aspectos significativos de su propia familia y de su vida. La relación y las conversaciones con ellos le dan pie a reflexionar y/o especular sobre cuestiones que yo diría filosóficas, como la existencia o no de Dios, o qué puede haber después de la muerte. No menos importante resulta su discurso sobre cuestiones que nos apelan como seres humanos y que no están en nuestra conversación cotidiana, como son la dignidad, el egoísmo extremo, la impunidad, la amistad, el respeto mutuo, etc.
Esas reflexiones aparecen engarzadas y directamente relacionadas con su propia experiencia vital. Una experiencia dura que él relata sin concesiones ni paños calientes, desde su propio sentir, desde su propio sufrir. Un niño que, desde muy pequeño, padece el maltrato psicológico, el desprecio, el ninguneo que le inflige su propia familia, y un maltrato físico cuyas consecuencias irreversibles condicionarán toda su vida.
Con el tiempo y el esfuerzo, el protagonista resiste y se hace cada vez más fuerte; descubre en la escritura una herramienta que le ayuda a comprender el mundo y, aunque no lo exprese abiertamente, también le ayuda la lectura pues, como dije al principio, abundan las referencias literarias. Cuando le preguntan si no ha pensado nunca en suicidarse, responde: «Mantenerme vivo era mi forma de protesta». Y otra fuente de resistencia, según explica, fue su capacidad de soñar: «Lo que olvidaron mis numerosos detractores fue robarme la capacidad de soñar. En los sueños hay un mundo entero, lleno de felicidad y armonía»
Y su voluntad de oponer resistencia la confirma con una referencia a la matemática y escritora marroquí Fátima Mernissi: «En Sueños en el umbral, de Fátima Mernisssi, pone que, cuando el monstruo te tenga atrapado en el fondo de un pozo, no mires hacia el suelo, como quisiera él que hicieras. Levanta la vista y míralo a los ojos. Él no espera que hagas eso y se desconcierta».
Eso hizo el protagonista, mirar de frente muchas veces a quienes le estaban dañando.
Y, pese a todo, el autor nos ofrece una mirada encantada sobre el paisaje de su infancia y la casa de campo paterna, a poca distancia de su Benisa natal.: «En el campo, la belleza de las tormentas es espectacular. Observaba embelesado cómo los cielos descargaban su furia y desplegaban su majestuosidad con el agua cayendo en forma de diluvio y adueñándose de la atmósfera, de todo, con los rayos y los truenos haciendo su función `[…] Creo que me exponía más de la cuenta. Las observaba bajo el techo, en el lugar porticado que antecedía a la casa, sin paredes, cuya función hacían unas enredaderas con flores de campanilla, que en estas tierras alicantinas llaman “naya”. Pues bien, al borde de la naya, protegido del agua pero no del viento, observaba yo las tormentas, maravillado por lo que se ofrecía ante mis ojos».
También hay en el texto chispas de ironía y de humor. Cuando tiene 13 años, su padre lo manda, a él solo, a un hospital de Madrid para que lo examinen, no diré de qué. Nos habla entonces de las personas a quienes había sido confiado, y por prudencia, cambia sus nombres por apodos. Por ejemplo, de dos monjas del hospital, dice: «A la monja de la caridad, jefa de planta, a la que caí mal desde el primer día y no lo disimuló nunca, le diré sor Chirivía, porque rima con su nombre auténtico; a la jefa del quirófano […] la llamaré sor Edulcorada, porque todo en ella, aparentemente tan dulce, era ficción, sucedáneo. Cuando le presentaban a alguien, siempre decía, hablando de sí misma: “Toda una vida dedicada a hacer el bien”. Yo también me creía que eso era verdad y no propaganda».
Esta novela nos escuece, a veces. Quizá preferiríamos no saber, pasar por alto el dolor de una vida, la lucha para sobrevivir en un contexto familiar, social, laboral, que se percibe siempre y casi invariablemente hostil. Cierto que a través de ella solo conoceremos el punto de vista del autor/protagonista. Quizá, la voz de otros personajes de mayor o menor relevancia en su vida hubiera podido enriquecer esta novela ofreciendo otra perspectiva; se hubiera puesto de mayor relieve la complejidad de las relaciones humanas en general e intrafamiliares en particular, especialmente entre padres e hijos y entre hermanos.
Pero ya he dicho antes que esta es una obra autobiográfica. Su función principal es contar la vida de quien la escribe, tal como él la ha vivido, como él la quiere relatar. De hecho, hacia mitad del libro alguien le pregunta:
«—¿Y por qué escribes un libro contándolo?
»—Fundamentalmente para reivindicarme frente a muchos que tienen una idea equivocada de mí […] También porque es mi tesoro, la herencia que puedo dejar a mis descendientes».
Vicente Torres, a través de esta obra, nos obliga a repasar nuestra propia conducta respecto a los demás; a percatarnos de la ligereza con que a veces etiquetamos al prójimo; con cuánta facilidad ignoramos la presencia o el sufrimiento de otros; cuántas veces nos comportamos como si fuéramos superiores a los demás.
Vicente ha dado un aldabonazo con este libro, ajusta cuentas. Ha sido políticamente incorrecto. Pero merece la pena hacernos conscientes de que a nuestro alrededor hay personas que sufren y calibrar nuestra propia capacidad de hacer daño.
Un libro, en fin, que a los muchos pesares que relata, opone el valor de la amistad, de la esperanza, de la solidaridad y, también, el potencial interno del ser humano para levantarse y hacerse fuerte, para sobrevivir, pese a todo, en los contextos difíciles.