Había escrito tres libros, dos habían sido publicados por una pequeña editorial que había apostado por él como una firme promesa del nuevo elenco de filósofos contemporaneos españoles, ambos habían obtenido un excelente resultado de crítica, y el número de ediciones indicaba que el público demandaba cada vez mas conocer la obra del autor.
La editorial había acordado junto con el autor, un plan inicial de llegar hasta una tercera obra, como el punto de inflexión sobre el que replantearse los acuerdos iniciales, tomando como referencia el resultado de ventas de sus obras.
Era el día anterior de la entrega del primer borrador para su revisión, estaba sentado mirando el blanco de la pantalla del ordenador pintado de letras y signos que daban fin a su tercera obra, llevaba horas sentado, se quitó las gafas, despacio masajeo sus parpados sintiendo el placer y el vértigo de la creación terminada.
De nuevo se puso las gafas, el silencio era absoluto, le ayudaba a concentrarse y a pensar con mas fluidez, sus dedos estaban apoyados sobre el teclado, sin embargo no acababa de guardar el texto, por su mente una y otra vez volvía aquel pensamiento.
Se consideraba un ensayista que ejecutaba su discurso buscando una linea lógica cuya consistencia superara la mayor parte de las fisuras sobre las que pudiera crecer un discurso que diluyera su base argumental y para ello se apoyaba en un selecto grupo de personas de su total confianza a los que ofrecía los avances de su obra para que le diesen su opinión y a la vez, y de una manera involuntaria fuesen colaboradores necesarios de su obra.
A la mitad del ensayo que ahora esperaba su publicación, una de sus "colaboradores" le había escrito en el margen de uno de los folios que le había entregado para su lectura, una corta anotación que inicialmente no entendió, pero que sin embargo una y otra vez se mezclaba entre sus pensamientos, provocandole una cada vez mayor sensación de desasosiego y duda.
En realidad la nota no tenía nada de especial, pero su contenido era como un mensaje encriptado cuya esencia estuviera escondido en una profunda sima de pensamientos agudos y certeros, decía así: " ¿Has pensado alguna que el valor de cien millones de muertos es igual a uno?.
Estaba escrito en uno de los folios donde disertaba acerca del concepto de vida humana como un valor incuantificable en cuanto a su imposible comparación con cualquier baremo sobre el que sustentar la comparación.
Conocía sobradamente el excelente nivel de capacidad crítica y sintética de su amiga, y tomando como referencia el contexto del modelo de pensamiento de ella a través de las interminables horas de charla a lo largo de los últimos años, intuía que la auténtica carga de profundidad latía dentro de un profundo pozo de pensamientos que se resumían en esa pregunta.
Mientras apagaba el ordenador, de camino hacia su habitación continuaba ensimismado en esos pensamientos, cuando en una acto de involuntaria clarividencia, percibió la esencia de esa frase.
Sentado en su cama, mientras mantenía ambas manos apoyadas sobre sus rodillas en un acto de mirada ausente, comprendió humíldemente la esencia del contenido de esa pregunta que le había atormentado durante meses. Mientras cerraba los ojos para acostumbrarse a la oscuridad de la habitación, apagó la luz, se recostó lentamente, sabiendo que su ensayo nunca se publicaría.
Fin.
sábado, 15 de marzo de 2008
Historia de una linea
Etiquetas:
Letras
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario