Un nuevo año nos encuentra festejando el Día de la Mujer…
Y hago mentalmente un repaso de lo vivido mundialmente, con ojos de mujer y corazón lleno de expectativas ante el tipo de sociedad mundial que ya se perfila en el horizonte.
Hay mucho de lo cual congratularse, felicitarse mutuamente por el avance obtenido.
Si bien, ese avance es más acentuado en ciertos países y en el continente europeo, más que en el americano, asiático ó africano.
Si observamos detenidamente las falencias de esa sociedad a la que me he referido, hay ciertos rasgos en común… entre ellos los problemas con la adolescencia y la juventud, entre muchos otros. Falencias que son de capital importancia, puesto que atacan la raíz del ser humano en vías de formación. Ataque que producirá adultos no muy sanos ni corporal ni espiritualmente.
También enfrentamos (al menos en la Argentina) un enorme recrudecimiento de la violencia contra la mujer, manifestada en violaciones, maridos o parejas golpeadoras, prostitución bajo esclavitud, adicción a las drogas y alcoholismo.
Dado el avance que ha obtenido la mujer, en el mundillo de la política, es una cruel paradoja que aún se padezcan ciertas lacras que siegan la vida femenina.
Y me pregunto, con un enojo que se acerca mucho a la más profunda indignación, cómo es posible que teniendo mujeres que ejercen la Presidencia de ciertas naciones, ministerios de importancia o son legisladoras, qué han hecho de manera palpable y efectiva por mejorar la situación de peligro para sus congéneres.
A la vez, también me pregunto con mayor enojo aun si cabe, qué hemos hecho el resto de las mujeres… las mujeres "comunes y silvestres"… las que no somos producto de universidades famosas, las que no ocupamos lugares de preponderancia en la vida política ni laboral de los países, para reclamar insistentemente – ante las mujeres "del poder" – por nuestros derechos básicos tan avasallados.
Y como reclamo, no imagino sólo alguna que otra manifestación callejera, sino ese rumor no tan tenue pero cotidiano, de palabras que exijan caminos hacia la solución. Creo que nos falta mayor eficiencia en nuestros reclamos ante las autoridades del caso…
Reclamar, exigir no son sinónimos de violencia alguna.
La resistencia pacífica pero continua, es la que horada los muros más gruesos y la que siempre obtiene la victoria.
Otro flanco por donde hay que librar batalla es en la educación dentro del hogar.
¿Quiénes sino las madres pueden inculcar ciertos valores a su prole? Además de hacer con el marido un frente común de amor sólido y efectivo que contenga a sus hijos.
Pero en el caso de madres solteras o solas al frente de la familia, tenemos la completa responsabilidad de lo que educamos… Tenemos el deber moral de construir varones que sepan respetar a la mujer, desde edad temprana… Tenemos el deber moral de construir mujeres que se amen y respeten a sí mismas… Niños y niñas que crezcan en el compartir cotidiano y no en la malsana lucha de poder de los géneros… que conozcan sus propios límites y a la vez, sepan que sus mayores les ponen sanos límites a sus caprichos… Hijos que aún sabiéndose amados, no crean que el mundo familiar gira solamente dominado por sus deseos tiránicos.
Si deseamos evitar embarazos de adolescentes, si queremos evitar mujeres esclavas, si no deseamos hombres golpeadores, debemos asumir ya que se debe educar de manera diametralmente opuesta a la aplicada hasta hoy…
La escuela podrá (o no, lamentablemente) reforzar, ahondar en inculcar valores similares, pero las madres deben comprender que no es una tarea que se deba delegar totalmente al ámbito escolar.
Quizás en el fragor de la guerra del esfuerzo por sobrevivir, las mujeres olvidamos la enorme importancia que tiene nuestro rol de educadoras de nuestra propia familia. Tal vez este mensaje, no se "vea" poético, agradable… pero creo que nuestro Día merece también, una reflexión de la actualidad en vistas al futuro.
Es verdad que se han logrado increíbles avances desde aquel lejano 1857 en Estados Unidos… pero este siglo XXI que se acerca a su primera década, nos pone en circunstancias mundiales muy cruciales. Nos pone en el momento de hacer grandes cambios sociales y la primera batalla de cambio, es indudable, debe darse en el hogar.
Y lo maravilloso de este momento, es que nos iguala a TODAS: desde la mujer de escasa educación y que trabaja de empleada doméstica hasta la mujer con vastos estudios universitarios y de post-grado, que preside –quizás– una empresa multinacional, o más aún: una mujer que preside los destinos de su propio país; todas debemos ser conscientes que se necesita un cambio de raíz en muchos frentes de nuestra sufrida sociedad.
Por ello, se me hace que es hora de una noble y profunda unión femenina, hora de un incansable apoyo en un camino de cambio que será arduo.
Seamos creyentes o no, Dios dotó a la mujer de una sensibilidad y fuerza especial al hacerla copartícipe del engendrar vida y esa fuerza y sensibilidad es la que deberemos a poner al servicio de la "revolución del amor" a fin de lograr la mayor cantidad de cambios positivos para la futura Humanidad…
Así que… muchachas de 15, 25, 30,40, 50, 60, 70 años ó más… es cierto que venimos recorriendo un largo camino que ha sido magnífico, pero el que recorramos de ahora en más, tiene el profundo misterio y la maravillosa fascinación que nace del amor.
¡Vamos! Aún nos queda un largo camino por recorrer...
Y hago mentalmente un repaso de lo vivido mundialmente, con ojos de mujer y corazón lleno de expectativas ante el tipo de sociedad mundial que ya se perfila en el horizonte.
Hay mucho de lo cual congratularse, felicitarse mutuamente por el avance obtenido.
Si bien, ese avance es más acentuado en ciertos países y en el continente europeo, más que en el americano, asiático ó africano.
Si observamos detenidamente las falencias de esa sociedad a la que me he referido, hay ciertos rasgos en común… entre ellos los problemas con la adolescencia y la juventud, entre muchos otros. Falencias que son de capital importancia, puesto que atacan la raíz del ser humano en vías de formación. Ataque que producirá adultos no muy sanos ni corporal ni espiritualmente.
También enfrentamos (al menos en la Argentina) un enorme recrudecimiento de la violencia contra la mujer, manifestada en violaciones, maridos o parejas golpeadoras, prostitución bajo esclavitud, adicción a las drogas y alcoholismo.
Dado el avance que ha obtenido la mujer, en el mundillo de la política, es una cruel paradoja que aún se padezcan ciertas lacras que siegan la vida femenina.
Y me pregunto, con un enojo que se acerca mucho a la más profunda indignación, cómo es posible que teniendo mujeres que ejercen la Presidencia de ciertas naciones, ministerios de importancia o son legisladoras, qué han hecho de manera palpable y efectiva por mejorar la situación de peligro para sus congéneres.
A la vez, también me pregunto con mayor enojo aun si cabe, qué hemos hecho el resto de las mujeres… las mujeres "comunes y silvestres"… las que no somos producto de universidades famosas, las que no ocupamos lugares de preponderancia en la vida política ni laboral de los países, para reclamar insistentemente – ante las mujeres "del poder" – por nuestros derechos básicos tan avasallados.
Y como reclamo, no imagino sólo alguna que otra manifestación callejera, sino ese rumor no tan tenue pero cotidiano, de palabras que exijan caminos hacia la solución. Creo que nos falta mayor eficiencia en nuestros reclamos ante las autoridades del caso…
Reclamar, exigir no son sinónimos de violencia alguna.
La resistencia pacífica pero continua, es la que horada los muros más gruesos y la que siempre obtiene la victoria.
Otro flanco por donde hay que librar batalla es en la educación dentro del hogar.
¿Quiénes sino las madres pueden inculcar ciertos valores a su prole? Además de hacer con el marido un frente común de amor sólido y efectivo que contenga a sus hijos.
Pero en el caso de madres solteras o solas al frente de la familia, tenemos la completa responsabilidad de lo que educamos… Tenemos el deber moral de construir varones que sepan respetar a la mujer, desde edad temprana… Tenemos el deber moral de construir mujeres que se amen y respeten a sí mismas… Niños y niñas que crezcan en el compartir cotidiano y no en la malsana lucha de poder de los géneros… que conozcan sus propios límites y a la vez, sepan que sus mayores les ponen sanos límites a sus caprichos… Hijos que aún sabiéndose amados, no crean que el mundo familiar gira solamente dominado por sus deseos tiránicos.
Si deseamos evitar embarazos de adolescentes, si queremos evitar mujeres esclavas, si no deseamos hombres golpeadores, debemos asumir ya que se debe educar de manera diametralmente opuesta a la aplicada hasta hoy…
La escuela podrá (o no, lamentablemente) reforzar, ahondar en inculcar valores similares, pero las madres deben comprender que no es una tarea que se deba delegar totalmente al ámbito escolar.
Quizás en el fragor de la guerra del esfuerzo por sobrevivir, las mujeres olvidamos la enorme importancia que tiene nuestro rol de educadoras de nuestra propia familia. Tal vez este mensaje, no se "vea" poético, agradable… pero creo que nuestro Día merece también, una reflexión de la actualidad en vistas al futuro.
Es verdad que se han logrado increíbles avances desde aquel lejano 1857 en Estados Unidos… pero este siglo XXI que se acerca a su primera década, nos pone en circunstancias mundiales muy cruciales. Nos pone en el momento de hacer grandes cambios sociales y la primera batalla de cambio, es indudable, debe darse en el hogar.
Y lo maravilloso de este momento, es que nos iguala a TODAS: desde la mujer de escasa educación y que trabaja de empleada doméstica hasta la mujer con vastos estudios universitarios y de post-grado, que preside –quizás– una empresa multinacional, o más aún: una mujer que preside los destinos de su propio país; todas debemos ser conscientes que se necesita un cambio de raíz en muchos frentes de nuestra sufrida sociedad.
Por ello, se me hace que es hora de una noble y profunda unión femenina, hora de un incansable apoyo en un camino de cambio que será arduo.
Seamos creyentes o no, Dios dotó a la mujer de una sensibilidad y fuerza especial al hacerla copartícipe del engendrar vida y esa fuerza y sensibilidad es la que deberemos a poner al servicio de la "revolución del amor" a fin de lograr la mayor cantidad de cambios positivos para la futura Humanidad…
Así que… muchachas de 15, 25, 30,40, 50, 60, 70 años ó más… es cierto que venimos recorriendo un largo camino que ha sido magnífico, pero el que recorramos de ahora en más, tiene el profundo misterio y la maravillosa fascinación que nace del amor.
¡Vamos! Aún nos queda un largo camino por recorrer...
Caia, de Argentina
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