La última palabra
Entrevista a Rosa Montero
Por María Luisa del Río
La escritora española conversó con Somos a propósito de su última novela, Instrucciones para salvar el mundo (Alfaguara). No tiene claro si es posible salvarlo, pero en eso anda.
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¿A qué le temes?
Personalmente, al dolor físico y a que a mi familia y mis amigos les suceda alguna desgracia. En general, me espanta la crueldad.
¿Cómo salvar al mundo?
Al mundo no hay quien lo salve, y si alguien dice que puede hacerlo lo mejor es salir corriendo lo más deprisa posible, porque los salvadores del mundo son los mayores asesinos de la historia. Lo que sí podemos hacer es intentar salvar o mejorar nuestro pequeño mundo.
¿Cómo pasas la noche?
A veces, se me dispara la cabeza y empiezo a martirizarme con pequeños problemas que, por las noches, adquieren dimensiones desmesuradas. Pero en esos momentos sirve de mucho ponerte a pensar en la novela que estás escribiendo.
¿Existe la literatura femenina?
Desde luego que no. Uno escribe desde todo lo que es, desde su lengua, sus lecturas, su edad, su situación social, económica, familiar: también, desde el hecho de ser hombre y mujer, pero ese es un ingrediente más entre cientos, y no se puede objetivar una literatura solo por el hecho del sexo. Por ejemplo, yo creo que hay más diferencia en la contemplación del mundo entre los autores y autoras que vienen de un medio rural y entre los que provienen de una gran ciudad, que entre los hombres y las mujeres.
¿Por qué tienes una salamandra tatuada en el brazo?
Me encantan los lagartos, son como los dragones de los cuentos infantiles pero de verdad, o como una miniatura de los dinosaurios, son bichos primordiales, antiguos, sabios. Además, la salamandra es un animal mágico que se supone que no se quema en el fuego (es mentira, es solo un mito, no se te ocurra lanzar una salamandra a las llamas) y viene a ser un mito de regeneración semejante al del ave fénix.
Dice en tu novela que el mundo se divide entre los que saben amar y los que no saben. ¿Cómo ama el que sabe y cómo actúa el que no sabe?
El que ama sabe que vive con los otros, sabe que el ser humano es un animal social y que la vida no merece la pena llamarse vida si no se vive con los demás. Es decir, posee empatía y puede ponerse en el lugar del otro. Y el que no sabe, solo se mira su propio ombligo.
¿De qué manera te engríes a ti misma?
Me engrío poco. Soy híper responsable, perfeccionista, bastante culposa y tiendo al caos y el estrés.
¿Cuánto te quieres a ti misma?
En eso sí que he llegado a cierta armonía, a aceptarme y quererme lo suficiente.
Decías, hace muchos años, a propósito de tu novela Pasiones, que mientras más individualista es una sociedad más necesita de la pasión. ¿Por qué lo dices?
Porque la pasión amorosa es una de las vías de trascendencia del yo, una vía poderosísima, y todos necesitamos salirnos de nosotros mismos porque al trascender nuestra individualidad somos eternos, al salir de nosotros nos escapamos de nuestra propia muerte, que siempre nos espera acurrucada en el fondo de nuestra soledad.
¿Has estado a punto de perder la cabeza por una gran pasión?
He perdido bastantes veces la cabeza por simples pasiones, pero ya hace tiempo.
¿Qué te entristece?
Como he dicho al principio, me entristece y angustia la crueldad humana.
¿Qué te hace reír?
Muchísimas cosas. A menudo la vida es un disparate desternillante.
¿De qué estás harta?
De mi dificultad para pararme, de mis nervios, de mi tendencia al estrés.
¿De qué te arrepientes?
De nada. No merece la pena. No se puede cambiar lo hecho.
¿Por qué te gusta ser mujer?
Porque ahora mismo estamos en general menos disociadas, menos arrasadas por el sexismo que los hombres.
¿Qué te falta?
Tiempo.
¿Qué te sobra?
Compromisos idiotas que no quiero hacer pero en los que me involucro tontamente.
Revista SOMOS, El Comercio
¿A qué le temes?
Personalmente, al dolor físico y a que a mi familia y mis amigos les suceda alguna desgracia. En general, me espanta la crueldad.
¿Cómo salvar al mundo?
Al mundo no hay quien lo salve, y si alguien dice que puede hacerlo lo mejor es salir corriendo lo más deprisa posible, porque los salvadores del mundo son los mayores asesinos de la historia. Lo que sí podemos hacer es intentar salvar o mejorar nuestro pequeño mundo.
¿Cómo pasas la noche?
A veces, se me dispara la cabeza y empiezo a martirizarme con pequeños problemas que, por las noches, adquieren dimensiones desmesuradas. Pero en esos momentos sirve de mucho ponerte a pensar en la novela que estás escribiendo.
¿Existe la literatura femenina?
Desde luego que no. Uno escribe desde todo lo que es, desde su lengua, sus lecturas, su edad, su situación social, económica, familiar: también, desde el hecho de ser hombre y mujer, pero ese es un ingrediente más entre cientos, y no se puede objetivar una literatura solo por el hecho del sexo. Por ejemplo, yo creo que hay más diferencia en la contemplación del mundo entre los autores y autoras que vienen de un medio rural y entre los que provienen de una gran ciudad, que entre los hombres y las mujeres.
¿Por qué tienes una salamandra tatuada en el brazo?
Me encantan los lagartos, son como los dragones de los cuentos infantiles pero de verdad, o como una miniatura de los dinosaurios, son bichos primordiales, antiguos, sabios. Además, la salamandra es un animal mágico que se supone que no se quema en el fuego (es mentira, es solo un mito, no se te ocurra lanzar una salamandra a las llamas) y viene a ser un mito de regeneración semejante al del ave fénix.
Dice en tu novela que el mundo se divide entre los que saben amar y los que no saben. ¿Cómo ama el que sabe y cómo actúa el que no sabe?
El que ama sabe que vive con los otros, sabe que el ser humano es un animal social y que la vida no merece la pena llamarse vida si no se vive con los demás. Es decir, posee empatía y puede ponerse en el lugar del otro. Y el que no sabe, solo se mira su propio ombligo.
¿De qué manera te engríes a ti misma?
Me engrío poco. Soy híper responsable, perfeccionista, bastante culposa y tiendo al caos y el estrés.
¿Cuánto te quieres a ti misma?
En eso sí que he llegado a cierta armonía, a aceptarme y quererme lo suficiente.
Decías, hace muchos años, a propósito de tu novela Pasiones, que mientras más individualista es una sociedad más necesita de la pasión. ¿Por qué lo dices?
Porque la pasión amorosa es una de las vías de trascendencia del yo, una vía poderosísima, y todos necesitamos salirnos de nosotros mismos porque al trascender nuestra individualidad somos eternos, al salir de nosotros nos escapamos de nuestra propia muerte, que siempre nos espera acurrucada en el fondo de nuestra soledad.
¿Has estado a punto de perder la cabeza por una gran pasión?
He perdido bastantes veces la cabeza por simples pasiones, pero ya hace tiempo.
¿Qué te entristece?
Como he dicho al principio, me entristece y angustia la crueldad humana.
¿Qué te hace reír?
Muchísimas cosas. A menudo la vida es un disparate desternillante.
¿De qué estás harta?
De mi dificultad para pararme, de mis nervios, de mi tendencia al estrés.
¿De qué te arrepientes?
De nada. No merece la pena. No se puede cambiar lo hecho.
¿Por qué te gusta ser mujer?
Porque ahora mismo estamos en general menos disociadas, menos arrasadas por el sexismo que los hombres.
¿Qué te falta?
Tiempo.
¿Qué te sobra?
Compromisos idiotas que no quiero hacer pero en los que me involucro tontamente.
Revista SOMOS, El Comercio
Lima, 7 de junio de 2008
1 comentario:
Interesante entrevista. Interesante entrevistada.
Un cordial saludo
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