Pocas veces tenemos la oportunidad de ver en Costa Rica, películas tan premiadas en diferentes festivales internacionales (Cannes, Academia Israelí, Cine Europeo, Atenas, Zurich, Munich, Jerusalén, Toronto, Montreal y Tokio). De nuevo, la Sala Garbo nos la brinda con la presentación del filme La visita de la banda (Bikur Ha-Tizmoret, Israel-Francia, 2007).
Primer largometraje del director Eran Kolirin, quien también escribe el guión de esta comedia, que más que provocarnos la risa, nos deja sumidos en una profunda reflexión.
Dos pueblos en guerra o en una paz sin acercamiento, se encuentran en este filme desde la individualidad de sus protagonistas. Es así como interactúan como si fueran vecinos, a pesar de la particularidad de estos “policías-músicos egipcios”, que mantienen el formalismo en sus uniformes y en su actitud.
Pero más allá de las diferencias entre el pueblo israelí y el egipcio, el director trata de subrayar sus similitudes. Esas pequeñas situaciones de la vida cotidiana, que los acercan y que parecieran querer borrarse en el mundo moderno. Este nuevo mundo en el que el joven costarricense, al igual que el estadounidense, el japonés, el francés o el ruso, disfrutan de la música pop mientras se comen una hamburguesa y beben coca cola.
Eran Kolirin escribe unas líneas sobre la película, en las que recuerda la cercanía que en su niñez había entre el pueblo israelí y el egipcio, señala que en la televisión programaban películas árabes y Omar Sharif era admirado por sus interpretaciones; y continúa sus reflexiones así: “Luego, Israel levantó el nuevo aeropuerto, y se olvidaron de traducir al árabe los carteles de la carretera. Entre los miles de tiendas que construyeron allá, no hallaron sitio para esa escritura extraña, ensortijada que es la lengua madre de la mitad de nuestra población. Es fácil olvidar las cosas que H&M y Pull and Bear y Levi’s, etc.… nos hacen olvidar. Con el tiempo hemos llegado a olvidarnos de nosotros mismos”.
Conmovedora película que rinde un tributo a la herencia común de israelíes y egipcios y a la simplicidad que debería privar en sus relaciones. Pero también, un punto de reflexión sobre nuestros propios orígenes.
Primer largometraje del director Eran Kolirin, quien también escribe el guión de esta comedia, que más que provocarnos la risa, nos deja sumidos en una profunda reflexión.
Dos pueblos en guerra o en una paz sin acercamiento, se encuentran en este filme desde la individualidad de sus protagonistas. Es así como interactúan como si fueran vecinos, a pesar de la particularidad de estos “policías-músicos egipcios”, que mantienen el formalismo en sus uniformes y en su actitud.
Pero más allá de las diferencias entre el pueblo israelí y el egipcio, el director trata de subrayar sus similitudes. Esas pequeñas situaciones de la vida cotidiana, que los acercan y que parecieran querer borrarse en el mundo moderno. Este nuevo mundo en el que el joven costarricense, al igual que el estadounidense, el japonés, el francés o el ruso, disfrutan de la música pop mientras se comen una hamburguesa y beben coca cola.
Eran Kolirin escribe unas líneas sobre la película, en las que recuerda la cercanía que en su niñez había entre el pueblo israelí y el egipcio, señala que en la televisión programaban películas árabes y Omar Sharif era admirado por sus interpretaciones; y continúa sus reflexiones así: “Luego, Israel levantó el nuevo aeropuerto, y se olvidaron de traducir al árabe los carteles de la carretera. Entre los miles de tiendas que construyeron allá, no hallaron sitio para esa escritura extraña, ensortijada que es la lengua madre de la mitad de nuestra población. Es fácil olvidar las cosas que H&M y Pull and Bear y Levi’s, etc.… nos hacen olvidar. Con el tiempo hemos llegado a olvidarnos de nosotros mismos”.
Conmovedora película que rinde un tributo a la herencia común de israelíes y egipcios y a la simplicidad que debería privar en sus relaciones. Pero también, un punto de reflexión sobre nuestros propios orígenes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario