Lo bueno que tiene el haber vivido mucho es que se suele tener abundancia de ejemplos para casi todo. Es como esas cajas de herramientas que la mayoría tenemos en casa, donde clavos y tornillos no están separados por tallas sino que hay que estar hurgando hasta encontrar el que necesitamos para colgar un cuadro. Con motivo del revuelo que se ha organizado por culpa de los “piratas” del P2P, los que pasan música a terceros y a los que la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) quiere mandar una factura suculenta o cerrarles su web, los internautas se han sublevado contra el proyecto de ley correspondiente. Vidrioso asunto.
La gente joven se pasan e intercambian las canciones que acaban de descubrir y que “les mola”. Realizan una labor de benévolos descubridores y promotores de artistas y canciones. Llevan a cabo una polinización altruista idéntica a la de las abejas. No hay más que verles en los conciertos, cantando en coral con sus ídolos. De algún modo debieron aprenderse la letra y la música. Siempre me he preguntado si esos “fans” tienen derecho a una retribución por promocionar las canciones de un artista novel o si los ingresos van integros a las cuentas de la SGAE. Cuando yo estudiaba derecho, en la calle San Bernardo había bares donde nos daban una docena de entradas de teatro para “la claque”, siempre de últimas filas, juntitos y controlables, para jalear ruidosamente la obra aún cuando fuese un bodrio. Así veíamos teatro gratis, nos cultivábamos.
En mi vida profesional he conocido los agentes de las discográficas que se paseaban por emisoras de radio y televisiones, como hacen sus colegas de la industria farmacéutica con los médicos, intentando conseguir que metas de gorra tal o cual cantante o músico de su escudería. En esos momentos, la gratuidad no solo no es condenable sino que se recompensa con regalitos al técnico cooperante. Una vez conocido el pupil@ de la discográfica, se detiene cualquier concesión a la gratuidad, se da marcha atrás y el artista no puede abrir la boca si no es para que funcionen las cajas registradoras de la discográfica y de la SGAE. ¿Cual es el problema que se plantea a estas máquinas de hacer dinero?
Sufren el mismo problema que los grandes medios de comunicación. La tecnología ha avanzado de tal manera, gracias a internet, que las imprescindibles inversiones en costosas herramientas de hace poco, han disminuido al mínimo, un mínimo que ha reducido todo lo que era producción, maquinaria y costos al “do it yourself” (házlo tu mismo) y con ayuda online. Todavía hay ignorantes –bastantes colegas míos– que siguen mofándose de la revolución que se ha producido delante de sus narices sin que ellos se enterasen. Sin saber cómo ni por qué, desaparecieron los dinosaurios y los serenos asturianos. Y se rascan la cabeza incrédulos pero convencidos de que todo es inmutable. El Papa habla de relativismo. Es un iluminado.
Y esa revolución sigue imparable. Ya no hacen falta bobinas o resmas de papel, no es necesario hacer fotomecánica ni retocarla, ni pagar picadores de textos, han desaparecido los correctores de pruebas, cualquier ordenador hace la “puesta en página”, han desaparecido las costosas rotativas del tamaño de una locomotora, las distribuidoras de prensa se reciclan y distribuyen hasta juguetería, el autor de un libro lo puede editar él solito en la cocina de su casa y tener un ejemplar encuadernado en 15 minutos. El músico compone, graba, difunde sin necesidad de un organismo de nombre rimbombante. Puede presentar su trabajo, urbi et orbi, subiéndolo a Youtube. Si enlaza con su público no necesita intermediación. Dicen que “la Juani” de Toledo sacaba seis mil euros mensuales por pasearse desnuda en su casa mientras hacía las tareas de su hogar. Todo con una inversión de 200 euros en webcams y un número de teléfono de tarifa especial. Y el cine se produce y difunde ya con costos ridículos. La promoción solo requiere imaginación si hay calidad.
Vemos la gente del campo tirando cientos de toneladas de pepinos porque se los pagan a 8 céntimos el kilo y su costo de producción ronda los 30 céntimos. El ama de casa paga esos mismos pepinos entre 1,70 y 1,80 euros en el super. Pero ya hay jóvenes almerienses vendiendo tomates directamente a los consumidores. Gracias a Internet, el ama de casa puede pedir a una cooperativa de productores que le suministren cada 15 días todos los productos que necesite y pagar directamente desde su banco con un simple “click”. Los abusos de los intermediarios van a desaparecer.
Desde 1968 estoy diciendo que estamos viviendo un cambio de Era. Abarca todos los sectores imaginables. Pasamos de la abundancia mal distribuida –hambre y obesidad– y despilfarrada (destrucción de pepinos, naranjas, tomates…) , a la Era de la Justicia distributiva. Para parte de la Humanidad, ha sido pasar del Tam-tam al teléfono móvil y el satélite sin solución de continuidad.
La profesora explicaba que la hiena es un animal que come carroña, se reproduce una vez al año y se caracteriza por una risa sonora y escalofriante. “Jaimito ¿has entendido lo que he dicho? No Señorita, si la hiena come mierda y folla una vez al año ¿de qué coño se ríe?”. Tengo numerosos compatriotas, digitalmente analfabetos, que no paran de reirse de los despectivamente llamados “blogueros”. Y a Rosarito Flores, que no se muera de hambre, que en mi casa tiene mesa y mantel de periódico atrasado.
La gente joven se pasan e intercambian las canciones que acaban de descubrir y que “les mola”. Realizan una labor de benévolos descubridores y promotores de artistas y canciones. Llevan a cabo una polinización altruista idéntica a la de las abejas. No hay más que verles en los conciertos, cantando en coral con sus ídolos. De algún modo debieron aprenderse la letra y la música. Siempre me he preguntado si esos “fans” tienen derecho a una retribución por promocionar las canciones de un artista novel o si los ingresos van integros a las cuentas de la SGAE. Cuando yo estudiaba derecho, en la calle San Bernardo había bares donde nos daban una docena de entradas de teatro para “la claque”, siempre de últimas filas, juntitos y controlables, para jalear ruidosamente la obra aún cuando fuese un bodrio. Así veíamos teatro gratis, nos cultivábamos.
En mi vida profesional he conocido los agentes de las discográficas que se paseaban por emisoras de radio y televisiones, como hacen sus colegas de la industria farmacéutica con los médicos, intentando conseguir que metas de gorra tal o cual cantante o músico de su escudería. En esos momentos, la gratuidad no solo no es condenable sino que se recompensa con regalitos al técnico cooperante. Una vez conocido el pupil@ de la discográfica, se detiene cualquier concesión a la gratuidad, se da marcha atrás y el artista no puede abrir la boca si no es para que funcionen las cajas registradoras de la discográfica y de la SGAE. ¿Cual es el problema que se plantea a estas máquinas de hacer dinero?
Sufren el mismo problema que los grandes medios de comunicación. La tecnología ha avanzado de tal manera, gracias a internet, que las imprescindibles inversiones en costosas herramientas de hace poco, han disminuido al mínimo, un mínimo que ha reducido todo lo que era producción, maquinaria y costos al “do it yourself” (házlo tu mismo) y con ayuda online. Todavía hay ignorantes –bastantes colegas míos– que siguen mofándose de la revolución que se ha producido delante de sus narices sin que ellos se enterasen. Sin saber cómo ni por qué, desaparecieron los dinosaurios y los serenos asturianos. Y se rascan la cabeza incrédulos pero convencidos de que todo es inmutable. El Papa habla de relativismo. Es un iluminado.
Y esa revolución sigue imparable. Ya no hacen falta bobinas o resmas de papel, no es necesario hacer fotomecánica ni retocarla, ni pagar picadores de textos, han desaparecido los correctores de pruebas, cualquier ordenador hace la “puesta en página”, han desaparecido las costosas rotativas del tamaño de una locomotora, las distribuidoras de prensa se reciclan y distribuyen hasta juguetería, el autor de un libro lo puede editar él solito en la cocina de su casa y tener un ejemplar encuadernado en 15 minutos. El músico compone, graba, difunde sin necesidad de un organismo de nombre rimbombante. Puede presentar su trabajo, urbi et orbi, subiéndolo a Youtube. Si enlaza con su público no necesita intermediación. Dicen que “la Juani” de Toledo sacaba seis mil euros mensuales por pasearse desnuda en su casa mientras hacía las tareas de su hogar. Todo con una inversión de 200 euros en webcams y un número de teléfono de tarifa especial. Y el cine se produce y difunde ya con costos ridículos. La promoción solo requiere imaginación si hay calidad.
Vemos la gente del campo tirando cientos de toneladas de pepinos porque se los pagan a 8 céntimos el kilo y su costo de producción ronda los 30 céntimos. El ama de casa paga esos mismos pepinos entre 1,70 y 1,80 euros en el super. Pero ya hay jóvenes almerienses vendiendo tomates directamente a los consumidores. Gracias a Internet, el ama de casa puede pedir a una cooperativa de productores que le suministren cada 15 días todos los productos que necesite y pagar directamente desde su banco con un simple “click”. Los abusos de los intermediarios van a desaparecer.
Desde 1968 estoy diciendo que estamos viviendo un cambio de Era. Abarca todos los sectores imaginables. Pasamos de la abundancia mal distribuida –hambre y obesidad– y despilfarrada (destrucción de pepinos, naranjas, tomates…) , a la Era de la Justicia distributiva. Para parte de la Humanidad, ha sido pasar del Tam-tam al teléfono móvil y el satélite sin solución de continuidad.
La profesora explicaba que la hiena es un animal que come carroña, se reproduce una vez al año y se caracteriza por una risa sonora y escalofriante. “Jaimito ¿has entendido lo que he dicho? No Señorita, si la hiena come mierda y folla una vez al año ¿de qué coño se ríe?”. Tengo numerosos compatriotas, digitalmente analfabetos, que no paran de reirse de los despectivamente llamados “blogueros”. Y a Rosarito Flores, que no se muera de hambre, que en mi casa tiene mesa y mantel de periódico atrasado.
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