Poco
después de haber subido en el autobús de la línea 1, éste se
detiene frente al Parotet, monumento de 46 metros de altura y 93
toneladas de peso. Un poco más lejos está la Ciudad de las Artes y
las Ciencias, pero mi atención se fija en estos momentos en la
esbeltez y majestuosidad del gigantesco insecto.
Se
enciende la luz verde del semáforo y el autobús prosigue su ruta.
Voy de pie, apoyado en la barra que hay delante de los primeros
asientos. De los pocos que vamos de pie soy el que va más cómodo y
por un instante pienso que he sido egoísta al apropiarme de ese
sitio. En ese momento, un señor mayor cede su asiento a una señora
también mayor, mientras otros jóvenes van sentados.
En
un semáforo cercano a la plaza de Aragón para un scooter que
conduce una mujer. La observo por la ventanilla. Aprovecha parada
para estirarse la cortísima minifalda que lleva, sin conseguir tapar
ni un milímetro más de muslo. Por los brazos y las manos deduzco
que su edad debe oscilar entre los 35 y los 45 años. Es regordeta y
le calculo una altura inferior a la media. Por el casco se asoma un
mechón de cabello rubio. Al salir del puente de Aragón, su pista ya
se ha perdido definitivamente.
En
la zona en la que estoy hay un nuevo pasajero, que al igual que los
otros dos que estuvieron ahí anteriormente, habla por el móvil.
Pasa el autobús por el Puente de las Flores, que ahora son geranios.
¡Ah, los geranios! ¡Cuánto han tardado en ser descubiertos y
cuántas cosas han tenido que pasar para que lo sean!
Pero
yo había venido pensando durante todo el viaje en Miquel Navarro y
Ángeles López Artiga, también en su marido Rafael González, con
quien tengo una conversación pendiente de terminar. Con todos ellos
coincidí en la presentación del libro Ocurrió en Valencia, que
mañana tendrá una reedición en otro lugar, y como siempre me quedé
con las ganas de hablar más con ellos, por lo que espero que acudan
a este nuevo acto.
Finalmente,
el autobús llegó a mi parada.
1 comentario:
¡Ah, los geranios! ¡Cuánto han tardado en ser descubiertos y cuántas cosas han tenido que pasar para que lo sean!
Que hermosas palabras has escrito, Vicente... hermosas y ciertas.
A los geranios no les importa la gente que viaja y habla por celular. Ellos estan en otra dimensión.Ven el cielo y esperan agua, sol y buena tierra, que esta última siempre lo es.
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