A
veces, atribuimos a alguna persona unas cualidades que está lejos de
poseer y luego llega el ineludible momento en que la realidad se
impone. Se produce alguna decepción cuando ocurre esto, pero el
interesado no tiene la culpa de que se le hubiera sobrevalorado. Muy
probablemente, tampoco lo deseaba.
Pero
hay otros que sí inducen a que se les sobreestime. Cada vez que se
les presenta la ocasión despliegan las plumas, como los pavos
reales. Si se atiende a lo que dicen, se llega a la conclusión de
que se tienen por los más cultos, los que vuelan más alto, los que
conocen los más altos valores éticos, los que mejor saben cómo
solucionar problemas; pero si alguien les toma la palabra cierran las
plumas, se reconvierten en gorriones y vuelan. No alto, sino lejos.
Puede
darse el caso de que alguien esté en un apuro tremendo del que no
pueda salir por sus propios medios. En ese caso, el interesado tiene
la obligación moral de solicitar ayuda, puesto que la primera
obligación de todo ser viviente es intentar sobrevivir. Y si quienes
están en disposición de poder ayudar son los pavos reales, tiene
que pedirles ayuda a ellos, aunque sepa o presienta que le van a
fallar. Luego, si ocurre esto último, podrá decirse a sí mismo que
lo ha intentado. Ha sido capaz de tragarse el orgullo o de vencer su
timidez, y si ha salido mal no es por su culpa. No hacer nada sí que
hubiera sido imperdonable.
Tampoco
tiene que perder la fe en la humanidad porque esas personas no hayan
actuado como necesitaba. Ellas tienen sus propios objetivos en la
vida, entre los que no está el de ayudar al primero que se lo pida;
además, si lo hicieran, quizá, podrían perder el sitio en su
carrera hacia la meta que les gusta. No tiene que perder fe en la
humanidad porque es seguro que hay gente que sí que le hubiera
echado una mano, si hubiera podido.
Y
eso es lo que ocurre alguna que otra vez: la persona que quiere
ayudar no puede y la que puede no quiere. Sin embargo, hay que pensar
que el ser humano, en líneas generales y sacando el promedio, merece
la pena.