Si
hubiera escrito crueldad humana habría sido redundante. Sólo la
especie humana, que yo sepa, es cruel. Sin embargo, no creo que la
crueldad sea una característica humana, sino que, más bien, la
considero una degeneración.
Y
a pesar de que es una cosa que no surge de modo natural del corazón
humano, sino que es consecuencia del sistema de vida, abunda por
doquier. Muchas veces de forma inconsciente, como es el caso de los
chistes, muchos de los cuales se ceban en alguna carencia o
deformidad física, o en la orientación sexual, etc. Esos chistes
están ahí, algunos de ellos han sido contados por humoristas de
postín, como Gila, y a veces hay que reírse, aunque no se tengan
ganas, para no desentonar.
El
hecho de que la crueldad prolifere de forma inconsciente da idea de
la que hay de modo consciente. No son pocos los que gozan dejando
caer metafóricas gotitas de ácido sobre las personas que odian. Se
puede presumir que si no dejan caer gotas de ácido de verdad es
porque está prohibido y hay policía para perseguir estas cosas.
También
tengo la particular impresión, aunque admito de antemano que puedo
estar muy equivocado, que hay un poco más de crueldad de origen
femenino que de origen masculino, pero no es porque las mujeres sean
peores que los hombres, sino porque desde siempre han vivido
sometidas a los hombres; durante mucho tiempo su mejor y casi único
destino ha sido el matrimonio, por lo que se han visto obligadas a
competir entre sí para conseguir el amor del hombre deseado.
Por
otro lado, la crueldad de los hombres, cuando se produce, puede ser
brutal, mientras que el abanico de crueldades femeninas es muy
amplio.
Pero,
sobre todo, lo que conviene no olvidar es que la crueldad embrutece a
quien la usa. La gente cruel ha dejado atrás la ética, la moral y
el buen gusto.
Donde
hay crueldad no hay empatía, palabra tan de moda en la actualidad.
Tampoco
hay fortaleza, puesto que no se saben controlar los impulsos.
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