He
subido al tranvía, rumbo a la playa, y eran las once en punto cuando
lo he hecho. Unas pocas paradas más adelante han subido muchos
jóvenes, estudiantes sin duda. Todos con ropa de invierno, como se
puede imaginar; pero algunos iban más allá; llevaban bufandas muy
bien enrolladas alrededor del cuello, e incluso he visto a uno, con
pinta de ser fuerte físicamente, que llevaba guantes de lana.
Dos,
tres o cuatro paradas después se han bajado todos. No las he
contado, pero me ha extrañado que siendo tan jóvenes no hicieran
ese breve trayecto caminando. Finalmente, he llegado a la playa y he
recorrido el Paseo Marítimo. He visto a un hombre y más adelante a
otro con el torso desnudo en la arena. Yo mismo podría haber estado
así también, puesto que lucía un bonito sol y sudaba ligeramente.
Al
margen de que unas personas son más frioleras que otras, me ha dado
por pensar en esos pequños lujos que pueden disfrutar algunas
personas. No los critico, lógicamente, sino que creo que deberían
estar al alcance de la mayoría, si no de todos.
Parecía
que lo íbamos a conseguir y resulta que se nos ha escapado de las
manos y ahora hay jubilados que no pueden poner la calefacción
porque la luz ha subido mucho.
En
España hay expertos en desviar la atención de las masas de las
cosas que realmente importan. Inventan objetivos que convienen a
cuatro, o a pocos más de cuatro, y se sirven de la fuerza de
millones de personas para lograrlos. Y esos millones de personas que
luchan por causas que no son las suyas apenas se dan cuenta de que se
están empobreciendo paulatinamente, porque tienen el pensamiento
puesto en cosas que interesan a los menos.
Y
los aprovechados no tienen contemplaciones, ni les importa el frío
que pasen los que no puedan comprarse un abrigo y mucho menos poner
la calefacción. Ellos son cada vez más ricos y los pobres se empobrecen más cada día.
1 comentario:
Y así vamos pasando los días. Siendo parte del engranaje. Y muchos de nosotros, cuando alguien protesta por algo que cree lógico y razonable (lo cree el que protesta, me refiero) pensamos:
"Ya está el protestón de turno, dando la nota".
Y seguimos mansos, dóciles, manejables. Me incluyo y asumo mi parte. No es ignorancia. Seguramente es cobardía. Debilidad, fijo.
Gracias.
Publicar un comentario