Cuando
Carlos I de España y V de Alemania sufría le próstata, le
introducían chinches en el meato, porque el cosquilleo que le
producían al caminar por la uretra le producía un relajamiento que
le permitía orinar. Este proocedimiento ingenioso fue inventado por
Dioscórides y todavía perduró bastante tiempo más. No fue el
único remedio que se empleó con el emperador, sus médicos también
recurrían a la cal viva.
Fácil
es comprender que en determinados momentos los diminutos chinches
eran más importantes para él que cualquier embajador o ministro.
En
la actualidad, ciertos avances médicos hacen el papel de las
chinches; la gente vanidosa debe comprender que sigue dependiendo de
cosas minúsculas.
Los
judios que eran llevados en grupo por las calles a los centros de
exterminio imploraban con la mirada un gesto amable a las multitudes
que, situadas en los márgenes, los contemplaban. Recibirlo, les
hubiera confortado, camino de la muerte que les esperaba. Sin
embargo, recibían odio y desprecio. Si alguno se sentía conmovido
por lo trágico de su situación, trataba de disimularlo, para evitar
las consecuencias que podría acarrear dicho pequeño gesto.
Un
joven que había sido condenado a pasar un tiempo en la cárcel, al
recibir la visita de uno de sus profesores le agarró con fuerza el
brazo y le dijo: ¡Por favor, no me falle! Cumplida la pena y
alcanzada la libertad, emprendió una carrera exitosa y ya no volvió
a delinquir. A veces basta con que alguien tenga un brazo tendido en
el que apoyarse, o crea que lo tiene, para que se anime y haga el
esfuerzo que exige la vida.
Serrat
es un pájaro de cuenta, como él mismo reconoce y demostró Arcadi
Espada, con la ayuda del gran Ramón Arcusa. En el blog de El
Quicio de la Mancebía se puede leer el texto, y algo más. Pero
si viene aquí es porque en una de sus canciones, Balada de otoño,
va la siguiente frase: «por una sonrisa doy todo lo que soy».
1 comentario:
Desconocía lo del método de las chinches.Que cosas! Lo que cuentas sobre los judios me ha emocionado mucho porque de niña leí un libro sobre el holocausto nazi, que estaba ilustrado con esas sobrecogedoras y dolorosísimas imágenes que todos conocemos, y eso marcó un antes y un después en mi inocencia infantil. Y recuerdo esos rostros implorando esos 'gestos' a los que te refieres. En fin. Nada nuevo sobre la extrema maldad y crueldad humanas. Muchas gracias, Vicente, por hacernos reflexionar sobre lo fácil que puede resultar hacer que cada dia sea un poco mejor para los que nos rodean, con una simple sonrisa o gesto amable. Con frecuencia olvidamos estas pequeñas cosas al dejarnos engullir por la vorágine, por las prisas, y por esa especie de insatisfaccion que se palpa en la sociedad. Una sonrisa para ti, mi buen amigo.
Publicar un comentario