La experiencia me demuestra que pocos son
los que se han dado cuenta de que todo lo que hacemos, o dejamos de
hacer, permite ir conociendo los límites del ser de cada uno.
En principio, el ser humano tiene un
potencial inmenso, como han demostrado muchas personas. Lo que ha
hecho uno lo puede hacer otro, no me refiero al plano físico o
intelectual, sino al humano. A esa gran capacidad de sacrificio que
han demostrado muchos, o a esos actos heroicos, que sabemos que se
han hecho, aunque la historia sólo haya recogido unos pocos. También
el ser humano, a poco que se descuide, puede comportarse con una
vileza capaz de espantar al mismo satanás.
Entre medio está esa gente que ha
renunciado, voluntariamente, a toda grandeza y va pasando los días
mediante tácticas de disimulo con las que pretende autoconvencerse
de su gran valía. Una de esas tácticas se apoya en el menosprecio.
Al menospreciar a otros, se considera superior, lo cual es falso
porque el menosprecio gratuito disminuye a quien se sirve de él.
Hay quien cambia de actitud, sin previo
aviso ni motivo, con respecto a otro, lo cual puede deberse a varios
motivos: a) ha atendido las indicaciones de una lengua venenosa, con
lo cual demuestra las ganas de hacer mal; b) le corroe la envidia,
que nadie reconoce tener, pero lo pone de manifiesto su deseo de
hacer daño; c) no le importa cometer injusticia, porque si le
importara no actuaría de ese modo; d) lo ha hecho por simple
capricho. En cualquiera de los cuatro casos, quien actúa así es un
pelele, puesto que no tiene consistencia moral.
Dentro de todo ser humano se lleva a cabo
una lucha entre el bien y el mal. Sólo los que triunfan pueden tener
criterio propio, cultivar la cordialidad, amar la justicia.
Los que fracasan, aunque sonrían de
forma beatífica, siempre están deseando perjudicar a otros, aunque
casi todos procuran hacerlo con el menor coste posible, es decir, de
forma impune. Eso lo saben quienes han tenido que ir con una manada y
no han tenido armas para defenderse. El más indefenso los ha de
sufrir a todos. Si en lugar de caer en una manada hubiera ido con un
grupo de personas no habría sufrido a ninguno.
2 comentarios:
Que gran verdad en sus palabras, no existe peor acción que la realizada por aquellos que se sienten perdedores de algo por lo que nunca han luchado.
La manada es causa principal del mal actual de la sociedad acompañada por supuesto de la maldad intrínseca del ser humano aderezada con unas gotas de envidia, un cóctel explosivo que implosiona en el interior de aquellos que se creen fuertes y no lo son.
Gracias por su reflexión .
Un cordial saludo.
Andalindes.
Interesante reflexión, Vicente Torres. Con todo, la complejidad del ser humano es tan grande que somos capaces de lo mejor y lo peor al mismo tiempo, en mi opinión. Saludos cordiales.
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