jueves, 15 de febrero de 2018

El barco, por Enrique Senís-Oliver


Una inusitada claridad en esta parte del barco nos muestra la belleza del mar, con su continuo oleaje, su espuma, su misterio, su peligro. Negros nubarrones ocupan la otra parte, hacia la que parece que se dirige la nave.
Sobre ella está la humanidad, o al menos buena parte. Quien se fije en los individuos que la abarrotan por completo, y ese es otro de los peligros al que permanecen ajenos, están representados todos los tipos humanos, o casi, que pululan por este mundo.
Hay un timón, que no se sabe con qué criterio es gobernado, porque quienes tienen sus manos sobre él no parecen muy atentos, sino que están como ensimismados, o posando para la cámara. Hay una cuerda que pende, quizá la amarra que lo sujetaba al puerto y que ahora ya no sujeta nada. Hay un remo del que nadie se ocupa. Más o menos, así funcionan nuestros asuntos en cuanto al timón y en cuanto al remo.
Ahora fijémonos en los personajes. Ese cura que parece más atento a la cuestión festiva, como delata el pañuelo que lleva en la cabeza, que a la que sería su función sacerdotal. Uno de los tripulantes enarbola su camisa, de la que se ha despojado, a modo de estandarte y señala lo que sin duda cree que es la tierra prometida. ¡Qué lo va a ser! Se ve claramente que en el lugar al que señala acecha una calamidad. Alguien disfrazado de Arlequín, quizá porque admira a Picasso, adopta la actitud de tocar un instrumento musical que no tiene entre las manos. Otro individuo con la cara pintarrajeada nos manda callar, sin más autoridad para ello que la que otorga su desparpajo. Uno da a conocer su pulsión nacionalista con una gorra decorada con la bandera estadounidense. Los altos poderes financieros no faltan en la nave, tan pulcros, tan aseados, sin enterarse tampoco de que se dirigen al desastre. Hay quien se hace el interesante con un antifaz, carmín en los labios, la cara blanqueada y el gorro de papel que recalca su impostura. No faltan el chador ni el pañuelo palestino, que al igual que los gorritos, coronas de papel, o esas máscaras que se pintan con la finalidad de representar un papel en el teatro de la vida, no vienen a ser más que muestras de esa inconsciencia común a todos.
Vicente Torres

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante la descripción de los personajes que se encuentra dentro del bote, un buen reflejo de la sociedad actual , máxime si se tiene en cuenta que entre los personajes y como no podría ser de otro modo, se carece de alguno que imponga autoridad y sensatez ...
Un cordial saludo.
Andalindes.

Malvarrosa Beach dijo...

Los barcos son sus tripulaciones y sobre todo sus patrones, si están en buenas manos sus singladuras y regatas pueden ser gloriosas; si caen en manos de incompetentes o sus tripulación es gentuza, su destino será trágico