jueves, 10 de mayo de 2018

Los dioses vuelven locos a los que quieren perder

Es comúnmente aceptado que hablar con corrección es respetar al prójimo. Y así es por lo general, quienes hablan o escriben sin esmero, ni cuidado, demuestran con ello que la opinión ajena, por fundada que esté, no les afecta. Pero tampoco hay que tomar las cosas al pie de la letra, siempre hay que examinar caso por caso y averiguar si es descuido o falta de instrucción.
Digo esto porque, como todo el mundo debe saber, hay personas que no tienen ningún dominio de la gramática ni de la sintaxis, pero se ve que se esfuerzan en hacer las cosas del mejor modo que pueden. Esta observación queda confirmada al advertir en ellas que también se esfuerzan en ser educadas y cordiales. Y entonces recordamos a esas otras que sí dominan todos los secretos del lenguaje, pero son tremendamente egoístas y carecen por completo de curiosidad hacia el prójimo, que sólo les interesa si les resulta de alguna utilidad. De modo que cabe preguntarse si su ilustración les sirve para profundizar en su humanidad o en su bestialidad.
Lo mismo ocurre con esas otras personas que se presentan como muy sensibles y capaces de captar cualquier matiz en las artes o en la vida y de pronto se quitan el disfraz y nos muestran su sectarismo. Nadie tiene la obligación de acertar en sus ideas, sino tan solo que sean legales. No es lícita la idea de recurrir a la guillotina, o de desear una dictadura, pero dentro de la democracia el campo es suficientemente amplio. Por tanto, quien desdeña al prójimo por sus ideas es porque respeta a ningún ser humano. También los hay que necesitan hacer daño a alguien, hoy a este, mañana a aquel, pasado mañana a otro. Se proveen de coartadas, una, dos o cinco. Basta con fijarse en Otegui para ver la facilidad con que se consiguen. Una vez pertrechados con ellas ya se creen con derecho a hacer el mal.
El narcisismo prolifera hoy en día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante reflexión , quizás el caso de Otegui sea diferente no debería incluirse como humano a tal alimaña que se alimenta del sufrimiento ,, un abrazo.
Andalindes.