viernes, 23 de octubre de 2020

Un mendigo que es más poderoso que Sánchez

 

En un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, pero que está en plena calle, vive un mendigo que tiene un poder inmenso.

Anda descalzo, con poca ropa, y soporta frío, calor, lluvia, viento y lo que le echen. No se sabe cómo se las ingenia para vivir. Las buenas gentes quieren ayudarlo y le llevan mantas, ropa, zapatos, pan, comida, de todo, y todo lo tira, nada necesita. Le dejan leche cuando no está, zumos de frutas, botes de garbanzos, de lo que sea. Pero él está al margen de la sociedad y no quiere saber nada de ella.

Quizá algún día formó parte de la sociedad, o acaso no. No se sabe. El caso es que ahora está fuera y, consecuentemente con esto, vive fuera. Si los servicios sociales van a verle, rehúsa la ayuda.

Y a ver quién es el guapo que es capaz de sobrevivir tanto tiempo como él lleva en sus mismas condiciones.

Estos psicópatas, Sánchez, por ejemplo, pero no sólo Sánchez, que adoran el poder, que disfrutan sintiéndose poderosos, que les gusta recrearse en pensamientos bellos acerca de sus personas, en el caso de Sánchez habría que escribirlo con mayúscula, podrían mirarse en el espejo de este señor que tiene tanto poder que no necesita nada.

Sánchez necesita que lo adoren, que le abran la puerta del coche, que lo peinen, que lo aplaudan. Sánchez es esclavo. Si Diógenes entrara con su candil en el palacio de Sánchez, lo apagaría enseguida, -qué pérdida de tiempo entrar aquí, diría-.

Esclavo de quienes le hacen la pelota, a los que necesita más que la sopa boba que le sirven a cambio de hacer el mal. No se la gana, más bien al contrario.

En cambio, el poderoso mendigo no hace mal a nadie. Deposita sus necesidades en un contenedor de basura. No es un parásito -ojo, diputados-, no molesta. Simplemente, ocupa un espacio.

2 comentarios:

VICENTEALMENARCLIMENT dijo...

El "mendigo", como el ermitaño, se ha retirado a su desierto particular para ayunar, comiendo raíces y frutos salvajes del bosque, antes de comer "limosnas" de lisonjeros que algunos, quizás, quieran acallar sus aciagos conciencias con dádivas que les sobran a mares. Buen trabajo, Vicente. A cuidarse. Abrazos

Mar Bravo dijo...

Me ha interesado mucho esta reflexión porque últimamente trabajo mentalmente la cuestión del poder y la libertad interior, esa que nadie puede arrebatarnos. Cuantas menos ansias de poder sobre otras personas (votantes, amigos, amantes...) se tienen, más libre es la persona. De hecho, en los últimos tiempos me retiro con frecuencia a uno de los más escondidos eremitorios que conozco. Salud y Libertad de pensamiento.