A unos cuantos, cada vez menos, les intrigaba el modo en que el ser humano había hecho su aparición en la Tierra. Darwin resolvió esta cuestión de modo brillante, no sin reticencias en un principio. Pero tras este descubrimiento tan meritorio, quedaba otro asunto pendiente y es cómo ha podido seguir progresando la humanidad habida cuenta de las pulsiones homicidas que tienen sus integrantes y de su afición a apuñalar, traicionar y decepcionar que persisten a través de los milenios y que cuando no se pueden llevar a cabo de forma real, porque lo impiden las leyes, lo hacen de forma metafórica. Paradigmático es el caso de que alguien espere una respuesta bondadosa y, en cambio, reciba un mazazo brutal. Los hay que mantienen una apariencia señorial, pero luego gastan muchas energías en empequeñecer a otros, con lo que demuestran cuál es la idea que tienen de sí.
Del mismo modo que el ser humano descubrió el fuego y la rueda, dio con la nobleza, la generosidad, la rectitud y todas las demás cualidades que permitieron que muchos no murieran de forma anticipada. Imaginemos en este sentido que hay un número infinito de seres preexistentes. Uno de ellos es engendrado, sin haberlo pedido, pero para poder emprender su andadura vital necesita imperiosamente la ayuda materna durante un tiempo. Ella, teniendo medios para llevar a cabo su cometido de madre, decide que no quiere y frustra esa vida. Ese egoísmo criminal que nos invade va en contra de la supervivencia de la especie.
Supongamos que existe el más allá. Nadie ha podido demostrar lo contrario. La imaginación es uno de los atributos humanos y sin ella todavía estaríamos en la Edad de Piedra. Pues si existe, es muy posible que allí quienes fueron agraviados en vida pidan cuentas.
Alegarán algunos que el número de personas crece de forma imparable, por lo que la supervivencia de la humanidad está asegurada. Bien, pero nadie puede asegurar que siempre va a ser así. Ni tampoco puede negar la posibilidad de una catástrofe provocada por el ser humano acabe con todo vestigio de vida sobre la Tierra.
Hace tiempo que esas virtudes, que se demostraron tan útiles para la supervivencia de la especie, fueron dejadas de lado. Al haber conseguido un cierto bienestar tras un larguísimo periodo de esfuerzo y sacrificio, el personal se ha relajado y se ha abandonado a sus instintos y caprichos. Ciertas clases sociales que gozaban de privilegios a cambio de cuidar y cultivar las virtudes, han olvidado esto último y se han quedado con lo primero.
No parece que vayamos por buen camino.
1 comentario:
Enhorabuena, querido Vicente. Fuerza y honor a ti. Sigue así, sin que nadie, ni nada, te detenga.
Abrazos
Vicente Almenar Climent
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