martes, 2 de noviembre de 2021

Poesía de cuarentena

 

Durante el mal llamado ‘confinamiento’ -las palabras no son inocentes-, que, en realidad, era reclusión, la mayor parte de los gobiernos del mundo puso de manifiesto su in
competencia, faceta esta en la que descollaron algunos de ellos.

Los individuos, en cambio, tuvieron la ocasión de demostrar su resistencia y sus armas para hacer frente a las eventualidades de la vida. El autor de este poemario, cuyo primer apellido es de procedencia alicantina, y el segundo lo comparte con un familiar suyo de terrible fama, hecho en el que no tiene ninguna culpa, puesto que jamás se le ocurriría matar a un homosexual, ni tampoco a nadie, más bien al contrario, anima a vivir a todos los que puede, aprovechó la circunstancia para dar rienda suelta a su creatividad. El libro me llegó a través de un amigo suyo de Mendoza que estuvo de paso por Valencia.

Francisco Javier Guardiola Guevara, escribano, autor, entre numerosos trabajos trabajos literarios de todo tipo, de «Un breve ensayo acerca del concepto de verdad desde un punto de vista notarial», estuvo mandando durante los sesenta y cuatro días que duró el encierro un poema o uno de los dos relatos cada día a sus amigos. Siempre con la intención de animar y ayudar a sobrellevar la circunstancia.

Sus poemas tienen magia, esa que inunda de felicidad a quienes han intentado ser buenas personas y persisten en este afán, están pensados para personas que, cualquiera que sea su edad, han alcanzado la madurez. Como se percibe en estos dos versos: «Y aprender por fin la osadía / De vivir sin hadas ni ángeles protectores». Pero hay otro verso definitivo, propio de alguien que mira a la vida de frente y no se arredra ante nada, ni se deja desmoralizar por ningún contratiempo: «A creer en algo, pero mejor en alguien». Si se deja de creer en el prójimo, también se hace con uno mismo. Este es el signo que distingue a las personas de fiar de quienes no lo son.

Gracias, Javier. Y felicidades por tu cumpleaños.

1 comentario:

Unknown dijo...

Pues amigo Vicente, que te comprenden las generales de la ley por razones de amistad sincera y duradera. Eres un hombre generoso. Gracias, te abrazo, Javier