El ser humano anhela la felicidad, necesita la paz. Sin embargo, otras fuerzas que habitan en su interior lo incitan a posponer lo que tanto desea y lanzarse por otros vericuetos que lo alejan de estos objetivos. La paz es una tarea de todos y resulta difícil, cuando no arriesgado, dar el primer paso unilateralmente.
De todos modos, un buen número de seres humanos acostumbra a visitar los jardines que tiene a mano. El jardín, como explica Pilar de Insausti en ‘El jardín dibujado’, simboliza el paraíso terrenal. Un jardín es naturaleza domeñada por la mano humana. Unos árboles ordenados de modo concreto; agrupados y distribuidos con criterio humano. Los arbustos completando la escena. Los claros, donde corresponde. Unos animales que no representan ninguna amenaza para el ser humano, sino que están en el jardín como complemento o adorno.
El agua, en los jardines, también pierde todo su salvajismo, deja de constituir una amenaza y no queda más que como símbolo de vida y fecundidad. Un narciso puede utilizar las aguas del estanque para mirarse. En algunos parques se pesca o navega en los estanques, en otros se pueden seguir (y aplaudir) las evoluciones de los patos, las ocas y los cisnes. En todos, el agua actúa como un imán, atrayendo a la gente.
Cada quien tiene su propio jardín interior, al que se retira cuando está cansado o contento. Pero un jardín cuando es compartido se disfruta mejor. Y cuánta más gente haya dentro, más alegría. Un sueño muy común consiste en tener una casa unifamiliar con jardín. Esto último es realmente lo que más importa. Tener los árboles deseados, las flores que gustan (yo me plantaría, entre otros, un jazmín), las plantas aromáticas que convienen. En un jardín se puede incluso entablar algún tipo de camaradería con los animales que lo pueblan o visitan.
Un jardín, privado o público, es un lugar ideal para descansar o disfrutar en solitario o en compañía de otros. Un jardín es la evocación de algo posible, más hermoso si cabe y que acerca a la plenitud.
De todos modos, un buen número de seres humanos acostumbra a visitar los jardines que tiene a mano. El jardín, como explica Pilar de Insausti en ‘El jardín dibujado’, simboliza el paraíso terrenal. Un jardín es naturaleza domeñada por la mano humana. Unos árboles ordenados de modo concreto; agrupados y distribuidos con criterio humano. Los arbustos completando la escena. Los claros, donde corresponde. Unos animales que no representan ninguna amenaza para el ser humano, sino que están en el jardín como complemento o adorno.
El agua, en los jardines, también pierde todo su salvajismo, deja de constituir una amenaza y no queda más que como símbolo de vida y fecundidad. Un narciso puede utilizar las aguas del estanque para mirarse. En algunos parques se pesca o navega en los estanques, en otros se pueden seguir (y aplaudir) las evoluciones de los patos, las ocas y los cisnes. En todos, el agua actúa como un imán, atrayendo a la gente.
Cada quien tiene su propio jardín interior, al que se retira cuando está cansado o contento. Pero un jardín cuando es compartido se disfruta mejor. Y cuánta más gente haya dentro, más alegría. Un sueño muy común consiste en tener una casa unifamiliar con jardín. Esto último es realmente lo que más importa. Tener los árboles deseados, las flores que gustan (yo me plantaría, entre otros, un jazmín), las plantas aromáticas que convienen. En un jardín se puede incluso entablar algún tipo de camaradería con los animales que lo pueblan o visitan.
Un jardín, privado o público, es un lugar ideal para descansar o disfrutar en solitario o en compañía de otros. Un jardín es la evocación de algo posible, más hermoso si cabe y que acerca a la plenitud.
Dibujo de Pilar de Insausti, incluido en su libro ‘El jardín dibujado’.
Texto de Vicente Torres
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