viernes, 8 de mayo de 2009

Ecce Homo, según Enrique Senís-Oliver

Las palabras con las que Poncio Pilatos presentó a Jesucristo maltrecho por los latigazos, maniatado y con corona de espinas, sirven de metáfora al pintor para presentar al hombre de hoy. He aquí al hombre. Desnudo, con las ligaduras en las muñecas y la cabeza metida en una bolsa de papel, en la que en un tono más tenue figuran, de modo simbólico, la frase ECCE HOMO, las espinas, los ojos, algunas lágrimas y la boca. El hecho de que se escamotee el rostro del hombre nos indica que no se refiere a nadie en concreto, tampoco a Jesucristo, sino que su simbolismo es universal.
El sujeto representado medita en la trampa que es la vida moderna, con sus falsas metas e incentivos, en la que ha caído mientras pensaba que iba en pos de la felicidad, la aspiración humana por antonomasia. La meditación le hace recuperar la lucidez y se ve desprovisto de dignidad –desnudo-, o sea, flagelado, con ligaduras y con la simbólica corona de espinas.
La obra, de gran calidad pictórica, pone de relieve la soledad del ser humano en todas y cada una de las cuestiones trascendentes que le interesan, aunque por lo común se haya dejado arrastrar por la opinión reinante y por creer que haciendo lo que todos hace lo correcto. Al final, sea cual sea la opción de moda, cada uno se enfrenta en solitario a su realidad. Y ya no cabe echarle la culpa a nadie puesto que todos están en el mismo caso.
He aquí, pues, una obra de arte de gran impacto visual, aparentemente frívola y llena de sensualidad, que remite de inmediato a lo trascendente, al hacer pensar en el sufrimiento innecesario e inútil, producto generalmente de la estupidez humana.

"ECCE HOMO" Óleo sobre lienzo 200 X 180 cm. por Enrique Senís-Oliver.
Haciendo clic en ella, se agranda la imagen.
Texto de Vicente Torres

1 comentario:

Susana dijo...

Bellísima interpretación.