Rafa Marí, Enrique Arias Vega y yo habíamos quedado para comer. Rafa propuso que la comida tuviera lugar en Tapas Pámbori, local pequeño y acogedor, al que suele llevar a los personajes que entrevista, como Arturo Fernández o Ignacio Carrión. Aunque sean datos comúnmente conocidos, no está de más recordar que Rafa es miembro de la Magistral de Gastronomía y que Enrique ganó en 2004 el premio nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro.
A la hora prevista, nos encontramos en el lugar y Rafa nos presenta a Pilar, la dueña. Sale a relucir que su padre tenía un bar justo enfrente y que su especialidad eran las gambas al ajillo. Yo frecuentaba mucho ese bar, porque vivía por esa zona, y recuerdo que cobraba diez pesetas por la cazuelita de gambas. Me enseña una foto y reconozco a su padre de inmediato. Pilar lleva su negocio de forma artesanal, compra a diario los productos, los prepara y cocina.
Gustavo es quien nos va a atender. Es un hombre cordial y simpático. No es de los que llevan una balanza en la mano para calcular lo que le conviene y lo que no. Se nota que le gusta compartir la alegría de vivir. Es un maestro a la hora de preparar cócteles y le sirve uno espectacular, lujurioso a Rafa.
A la hora prevista, nos encontramos en el lugar y Rafa nos presenta a Pilar, la dueña. Sale a relucir que su padre tenía un bar justo enfrente y que su especialidad eran las gambas al ajillo. Yo frecuentaba mucho ese bar, porque vivía por esa zona, y recuerdo que cobraba diez pesetas por la cazuelita de gambas. Me enseña una foto y reconozco a su padre de inmediato. Pilar lleva su negocio de forma artesanal, compra a diario los productos, los prepara y cocina.
Gustavo es quien nos va a atender. Es un hombre cordial y simpático. No es de los que llevan una balanza en la mano para calcular lo que le conviene y lo que no. Se nota que le gusta compartir la alegría de vivir. Es un maestro a la hora de preparar cócteles y le sirve uno espectacular, lujurioso a Rafa.
Es muy tentador, pero se impone mi parte conservadora y dado que llevo una temporada en la que siempre pido manzanilla La Guita, opto por seguir la costumbre. Enrique se conforma con agua.
Empezamos la comida con una ensalada de gambas, de la que no quedó absolutamente nada. Y a continuación llegó el allipebre, esa delicia gastronómica valenciana. Me pareció muy bueno y entonces me fijé en mis acompañantes y vi que comían con deleite. Podría haber gritado ¡Viva el allipebre!, pero lo que hice fue lanzarle una mirada de agradecimiento a la dueña. El plato invitaba a repetir, pero no se trataba de que nos hincháramos a comer, sino de que comiéramos lo suficiente y lo hiciéramos disfrutando. La dueña, un sol.
Empezamos la comida con una ensalada de gambas, de la que no quedó absolutamente nada. Y a continuación llegó el allipebre, esa delicia gastronómica valenciana. Me pareció muy bueno y entonces me fijé en mis acompañantes y vi que comían con deleite. Podría haber gritado ¡Viva el allipebre!, pero lo que hice fue lanzarle una mirada de agradecimiento a la dueña. El plato invitaba a repetir, pero no se trataba de que nos hincháramos a comer, sino de que comiéramos lo suficiente y lo hiciéramos disfrutando. La dueña, un sol.
1 comentario:
Guardo un buen recuerdo de ese local. Rafa Marí me invitó un día a disfrutar de sus excelencias. La dueña (efectivamente, muy amable) me regaló unos pendientes como muestra de atención a sus clientes. Debía ser entonces por Navidad. Lo cierto es que no lo recuerdo, pero guardo los pendientes con cariño. Cada vez que me los pongo, recuerdo a mi amigo Rafa y sus interminables conversaciones: en todas me hace reír. Y si hay un plato delante, todavía disfrutamos más.
Algún día invitaré yo... también conozco sitios por descubrir.
Neus
PD: Rafa remató el menú con un orujo de hierbas en plena calle de Ángel Guimerá. Vicente prefirió el café. ¡Hasta otra!
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